Los peligros del plasma
Aunque las propuestas audiovisuales de Antonio Mercero suelen moverse en un costumbrismo humor¨ªstico de probada eficacia comercial, el cineasta se permite a veces alg¨²n que otro conato de inmersi¨®n en el mundo de la metaf¨ªsica. Recordemos su premiado telefilme La cabina, pesadilla de tintes kafkianos en la que Jos¨¦ Luis L¨®pez V¨¢zquez, que s¨®lo pretend¨ªa hacer una llamada, se ve¨ªa atrapado en una cabina telef¨®nica con la que acababa compartiendo un final no muy agradable. La habitaci¨®n blanca, que TVE-1 estren¨® el pasado martes, camina en esa misma direcci¨®n. O, mejor dicho, es pr¨¢cticamente un remake de La cabina, en el que un moderno televisor de plasma ha venido a sustituir, como emblema de la sublevaci¨®n de los objetos, a la estructura de acero y cristal que le amargaba la vida al pobre L¨®pez V¨¢zquez.La historia, en pocas palabras, es la siguiente: Fernando (Chete Lera) se compra una bonita pantalla de plasma con la que piensa entretenerse en el caluroso verano madrile?o mientras su familia pasa unos d¨ªas en la playa; muy pronto, al televisor le da por encenderse solo y por ofrecer siempre la misma imagen: una habitaci¨®n vac¨ªa en la que un foco cae inmisericorde sobre una silla desocupada; poco a poco, Fernando se va zumbando ante esta incomprensible actividad espont¨¢nea de su televisor, sin que el apoyo ir¨®nico que le brindan sus compa?eros de trabajo (Fernando Guill¨¦n y Jos¨¦ Sancho) le sirva de mucho. Finalmente, nuestro hombre se rinde ante las circunstancias, entra (no sabemos c¨®mo) en la pantalla, y ah¨ª se lo encuentran su mujer y sus hijos, desnudo y pidiendo socorro, cuando regresan de sus vacaciones.
El espectador, por su parte, llega al final de La habitaci¨®n blanca sin entender qu¨¦ pretend¨ªa explicarle su autor. Si la intenci¨®n era prevenirnos sobre los peligros y fascinaciones de la imagen, Mercero deber¨ªa haber hecho algo m¨¢s que alargar hasta una hora una idea que apenas daba para un corto. Y puestos a ocupar 60 minutos con esta historia, podr¨ªa haber empleado algunos de ellos en explicarnos qui¨¦n era realmente el protagonista y por qu¨¦ hab¨ªa sido elegido por la m¨¢quina infernal para ser destruido. Eso es lo que hicieron en su momento, salvando las distancias, David Cronenberg (Videodrome) e Iv¨¢n Zulueta (Arrebato) cuando sumergieron en el horror de la imagen enfermiza a James Woods y a Eusebio Poncela.
Dejando aparte lo mal que casan el tono naturalista de la narraci¨®n con lo extra?o de lo que se nos cuenta, La habitaci¨®n blanca se resiente de un gui¨®n cuyas posibilidades apenas han sido exploradas y de una molesta inconcreci¨®n a la hora de permitir que el espectador saque alguna conclusi¨®n. Para entendernos: mientras en La cabina esa cabina era m¨¢s que una cabina, en La habitaci¨®n blanca la pantalla de plasma s¨®lo es una pantalla de plasma.
La habitaci¨®n blanca tuvo 2.784.000 espectadores (16% de cuota de pantalla).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.