Maquinistas
Algo funciona mal en las relaciones laborales. Algo debe de estar fallando cuando un conflicto simpl¨®n como el planteado este mes por los maquinistas de la Renfe llega a provocar trastornos tan desproporcionados sobre la indefensa ciudadan¨ªa. Ni la causa que les mov¨ªa ni el deterioro en el trato con la direcci¨®n de la compa?¨ªa justificaban tama?a desmesura. Durante los d¨ªas cr¨ªticos en que los paros convocados por el SEMAF se convirtieron en huelga salvaje, cientos de miles de madrile?os llegaron dos, tres y hasta cuatro horas tarde a sus puestos de trabajo.De su padecer en los andenes, del castigo infligido a su sistema nervioso y de los apretujones sufridos dentro de los vagones en los que hubieron de viajar como ganado s¨®lo quedar¨¢n para la posteridad unos testimonios grabados y el documento escrito en las hemerotecas. Sin embargo, toda esa gente fue tratada con el m¨¢s absoluto desprecio, ocasion¨¢ndole tremendos perjuicios personales y profesionales para que un grupo de empleados de una empresa p¨²blica lograra ciertas mejoras laborales. Supongo que nadie se habr¨¢ tomado la molestia de hacer un c¨¢lculo siquiera aproximado del coste econ¨®mico en horas de trabajo perdidas que puede haber supuesto el fatal desarrollo del conflicto, pero una sencilla cuenta en trazos gruesos cifrar¨ªa a buen seguro en miles de millones el quebranto social ocasionado. A ello habr¨ªa que a?adir los cuatro mil millones de pesetas en que la compa?¨ªa ferroviaria, seg¨²n sus propios c¨¢lculos, ha visto mermados sus recursos econ¨®micos por la huelga, una cifra que por s¨ª sola supera ampliamente el coste de las reivindicaciones planteadas por el SEMAF. Es decir, que para que mejoren las condiciones de confort en las cabinas y dormitorios de los maquinistas y que obtengan una prima ligada a la productividad, que es lo que han sacado en limpio con este foll¨®n, ocasionaron a la empresa p¨¦rdidas multimillonarias y cobraron a su masiva clientela un severo impuesto revolucionario.
Hay otro aspecto en el desarrollo de los acontecimientos tan negativo o m¨¢s que el estrictamente econ¨®mico. Los instigadores de la movilizaci¨®n no tuvieron reparo alguno en emplear una metodolog¨ªa sindicalista agresiva y decimon¨®nica para imponer su ley. A las estaciones acudieron grupos de piquetes a los que eufem¨ªsticamente llamaron informativos y que generaron el virus causante de esa curiosa epidemia laboral que s¨®lo en Madrid caus¨® la baja m¨¦dica de casi doscientos maquinistas. Uno de los empleados, a trav¨¦s de un telegrama a la empresa, excusaba la incomparecencia en su puesto de trabajo por "la presi¨®n psicol¨®gica efectuada por el comit¨¦ de huelga y los miembros del SEMAF". Era el mismo comit¨¦ de huelga que se escandalizaba por la detenci¨®n y el expediente abierto contra un compa?ero que, seg¨²n todos los indicios, hab¨ªa roto el precinto de seguridad de un tren en la estaci¨®n de Chamart¨ªn. Son modos y formas que hoy en d¨ªa resultan intolerables. Siguiendo el camino que le marcaron los pilotos del SEPLA, los maquinistas del SEMAF pretenden hacer valer su posici¨®n clave en la cadena de producci¨®n del servicio que prestan para obtener unos privilegios corporativos. Puede que en las huelgas del transporte la Administraci¨®n se exceda a la hora de dictar los servicios m¨ªnimos hasta el punto de descafeinar la eficacia de una protesta, pero a los trabajadores que lo prestan ha de exig¨ªrseles tambi¨¦n un m¨ªnimo de responsabilidad.
Seguro que la inmensa mayor¨ªa de quienes se agolparon la semana pasada en los andenes mientras esperaban infructuosamente la llegada de alg¨²n convoy pens¨® en alg¨²n momento lo que ser¨ªa de ellos si en sus respectivas empresas emprendieran, como los maquinistas, una huelga salvaje o declararan sufrir una enfermedad inexistente. Casi todos saben que ese tipo de acciones son un lujo pr¨¢cticamente reservado a los que trabajan en los servicios p¨²blicos. Aunque la Constituci¨®n contemple a todos por igual, la realidad es que hay trabajadores que pueden ir a la huelga y causar el da?o que quieran y otros que nunca podr¨¢n ejercerlo sin poner en grave riesgo su estabilidad laboral. Es un agravio comparativo que los maquinistas del SEMAF han restregado por la cara a los ciudadanos. El coordinador general del sindicato pidi¨® disculpas por los trastornos. La gente perdona, pero no olvida.
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