La guerra de Guatemala no cicatriza Las graves torturas, violaciones y asesinatos han hecho de la reconciliaci¨®n una quimera
ENVIADO ESPECIALCorr¨ªa el a?o 1979 en Guatemala, durante la dictadura del general Fernando Romeo Lucas Garc¨ªa, cuando la activista de 15 a?os Yolanda Aguilar Ur¨ªzar fue conducida a una mazmorra para presenciar el espect¨¢culo del Cristo padeciendo. Hija de un dirigente democristiano y de una asesora sindical, asesinados ambos, Yolanda vio en la celda a un detenido colgado del techo por los brazos, desfigurado y desdentado a golpes, arrancado el pelo, con las heridas agusanadas, suplic¨¢ndole entre balbuceos que informar¨¢ al mundo sobre su martirio. En esto lleg¨® un polic¨ªa, y con una hoz peque?a, como de cortar caf¨¦, le cort¨® el pene. "El hombre dio un grito terrible, tan espantoso que lo record¨¦ muchos a?os".
Los testigos dispuestos a viajar a Espa?a para contar sus padecimientos al juez de la Audiencia Nacional espa?ola Guillermo Ruiz Polanco son tan numerosos como estremecedores los testimonios contenidos en los informes de esclarecimiento o escuchados en boca de los sobrevivientes o deudos de los muertos. Fue tanto el sufrimiento, tanto el odio y terror causado por los combates de Ej¨¦rcito y guerrilla, que la sociedad guatemalteca discrepa sobre el regreso al pasado, sobre la reapertura de los potros y cadalsos instalados durante los 36 a?os de una guerra civil imposible de olvidar porque murieron 200.000, cientos de miles perdieron todo, y el ¨¦xodo fue masivo y se prolong¨® miserable. Al igual que en Argentina o Chile, la vida sigue, cada uno con su cruz a cuestas, pero la reconciliaci¨®n guatemalteca es hoy una quimera.
Yolanda Aguilar Urizar qued¨® embarazada despu¨¦s de haber sido violada por 20 soldados, y manoseada por quienes en la cola se masturbaban impacientes, durante los a?os en que los reclutas o¨ªan esto de sus sargentos: "?Mugres, ustedes aqu¨ª van a ser unas m¨¢quinas de matar, matar, matar!", les gritaban en los campos de entrenamiento. En Guatemala se mat¨® a destajo. Aproximadamente, el 93% de las v¨ªctimas lo fueron a manos del Ej¨¦rcito, de los escuadrones de la muerte, o de los campesinos enrolados, de grado o fuerza, en las Patrullas de Autodefensa Civil (PAC); el resto, liquidados por las feroces represalias de la guerrilla de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG).
Empe?ado en la destrucci¨®n de ¨¦sta, diezmando en ese prop¨®sito las aldeas sospechosas, el Ej¨¦rcito dise?¨® una campa?a de represi¨®n para controlar la pr¨¢ctica totalidad de la poblaci¨®n, y los territorios alzados. "Guatemala est¨¢ pobre por los guerrilleros comunistas", acusaba. El soldado kaibil, el cuerpo especial creado en 1974, fue una m¨¢quina contra las fuerzas o doctrinas extra?as a la esencia patria. "Lleg¨® el Ej¨¦rcito con patrulleros y mataron a familias enteras, tambi¨¦n a los ni?os, a una hija le abrieron la cabeza, le quitaron el seso y parece que lo comieron. A otra vecina la degollaron y empezaron a chupar sangre", narr¨® un vecino de Xix, en Quich¨¦.
Las embrutecidas patrullas civiles fueron ideadas para involucrar a la poblaci¨®n civil en las operaciones contra los rebeldes y entraron en acci¨®n con el Gobierno de Romeo Lucas. Hubo ritos dram¨¢ticos: a un jefe de pelot¨®n le esposaron a un guerrillero a la mu?eca, y debi¨® matarlo a cuchilladas para probarse. "A m¨ª no, papa¨ªto, tengo mis hijos", imploraba de rodillas quien acab¨® muerto. Las patrullas quedaron legalizadas el 1 de abril de 1982, en el Plan Nacional de Seguridad y Desarrollo, establecido por la Junta Militar que aquel a?o dio el golpe encabezado por el general Efra¨ªn R¨ªos Montt. La leva, a punta de pistola o por propio convencimiento, fue un ¨¦xito, y en el bienio 1982-1983 agruparon a 900.000 campesinos, cerca del 80% de la poblaci¨®n rural masculina. "El que no es macho que se vaya de aqu¨ª", advert¨ªan sus mandos militares en las expediciones punitivas. Pero los desertores sab¨ªan que en la fuga les iba su vida.
Patrulleros y soldados, y la venganza insurrecta, ind¨ªgenas contra ind¨ªgenas en la mayor¨ªa de los casos, perdieron toda sensibilidad. Igual degollaban o despedazaban con cuchillos dentados, que ahorcaban con palos, abr¨ªan el vientre a embarazadas, mataban a garrotazos o a patadas, o perforaban est¨®magos con sondas de alambre al rojo vivo. Un pelot¨®n se re¨ªa despu¨¦s de arrasar R¨ªo Grande. "Uno dec¨ªa, yo mat¨¦ a 8, yo 10, yo 15. Y otro dijo: yo 20". Doce catequistas fueron fusilados amarrados a los postes de la iglesia Santa Anita las Canoas, y la quema y destrucci¨®n de casas, y de sus habitantes en grupo, fue pr¨¢ctica frecuente. "Corre afuera la manteca quemando, corre la manteca de las pobres mujeres. Parece como cuando estaba lloviendo que viene el agua a las zanjas", "?Y qu¨¦ es eso?, pensaba yo", testific¨® alguien en la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado.
Ausente en la guerra guatemalteca todo concepto de humanitarismo o clemencia, y siendo el trauma reciente, su superaci¨®n llevar¨¢ d¨¦cadas. No es f¨¢cil cuantificar cu¨¢ntos en este pa¨ªs de 11 millones de habitantes favorecen o rechazan la apertura de procesos, en Guatemala o en Espa?a, porque las simpat¨ªas por el militarismo, el fatalismo de quienes lo sufrieron, la ignorancia, todav¨ªa el miedo, o el olvido como terapia son factores que influyen. Con los Acuerdos de Paz de 1996 termin¨® el conflicto, y la mayor¨ªa, probablemente sin olvidar ni perdonar, ocupa su atenci¨®n en sortear las diarias penalidades o resolver los permanentes conflictos de tierras.
La guerrilla tambi¨¦n fue cruel, aunque su patr¨®n de conducta fue castigar a quienes participaron en las estructuras de la represi¨®n castrense. Si bien no utiliz¨® la tortura como estrategia de guerra, los casos conocidos son escalofriantes. "A mi esposo le golpearon como dos horas, dicen que el pobrecito gritaba, que le metieron un machete o cuchillo. Y los pies, las rodillas, todo lo quebraron, se lo hicieron vivo".
La relaci¨®n de espantos satura. Un victimario gubernamental de Huehuetenango relat¨® una de las horrorosas ejecuciones de las sillas de estacas. "Fueron a esas cuatro personas, cinco mujeres tambi¨¦n de las que hicieron uso los oficiales y las mataron sobre estacas. Yo estoy tranquilo al morir de un balazo, ya que de una vez muere, pero sentarlo a uno en una estaca que llega hasta el est¨®mago y le salga a uno, imag¨ªnese qu¨¦ gritos ya que es un dolor¨®n. Me sent¨ªa mal, pero qu¨¦ pod¨ªa hacer en ese sentido, como uno ¨®rdenes recib¨ªa...". Y dos j¨®venes guerrilleras fueron violadas en masa. "Se levantaba uno y pasaba otro, y se levantaba uno y pasaba otro, y se levantaba uno y pasaba otro, y, total, calculo que a esas pobres mujeres las violaron unas 300 veces si no m¨¢s", admiti¨® un recluta. Todos marcaron el paso, el paso de la muerte.
"Genocidio hubo en Kosovo. Aqu¨ª, conflicto armado", dice R¨ªos Montt
El presidente del Congreso de Guatemala, general retirado Efra¨ªn R¨ªos Montt, neg¨® haber participado en genocidio alguno, uno de los cargos de la querella presentada por Rigoberta Mench¨², premio Nobel de la Paz de 1992, el pasado 2 de diciembre, y admitida a tr¨¢mite por el juez de la Audiencia Nacional espa?ola Guillermo Ruiz Polanco. "Si se va al diccionario, el delito de genocidio no se ha dado aqu¨ª. Esto fue un conflicto armado. No ha habido una cuesti¨®n pol¨ªtica eminentemente sino una guerra", subray¨® el viernes.El magistrado de la Audiencia Nacional acept¨® el lunes investigar a R¨ªos Montt, de 75 a?os, dictador entre marzo de 1982 y agosto de 1983, y a otros siete generales retirados o ex funcionarios, entre ellos dos gobernantes militares, con cargos de genocidio, terrorismo de Estado y torturas. La guerra guatemalteca dur¨® 36 a?os, se cobr¨® 150.000 muertos y 50.000 desaparecidos y termin¨® con los Acuerdos de Paz de 1996. El informe de la Comisi¨®n de Esclarecimiento Hist¨®rico (CEH), patrocinado por la ONU, habla de genocidio por cuanto, afirma, el Ej¨¦rcito pretendi¨® exterminar al menos a cuatro de los 23 grupos mayas existentes en este pa¨ªs de 11 millones.
R¨ªos Montt, l¨ªder del partido en el Gobierno, neg¨® competencia a la justicia espa?ola para abrirle expediente. "Carece de jurisprudencia porque aqu¨ª no se ha cometido ning¨²n delito de tipo internacional". Su abogado, Mario Morales, miembro de un equipo de seis letrados, manifest¨® que hasta ahora no han recibido ninguna notificaci¨®n de la Audiencia Nacional en torno a la demanda de Mench¨². "Se sabe a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n que en la justicia nacional no encuentra eco, pero hasta ac¨¢, que yo recuerde, Mench¨² nunca ha intentado alguna acci¨®n legal contra mi patrocinado. No lo recuerdo".
Seg¨²n el CEH, la poblaci¨®n maya sufri¨® 660 matanzas. "Genocidio en Kosovo, en Uganda, aqu¨ª hubo conflicto armado", insisti¨® el jefe del Parlamento. R¨ªos Montt dijo mantener su decisi¨®n de viajar a Francia y Estados Unidos en fechas y con objetivos no precisados. Fuentes diplom¨¢ticas se?alaron que todav¨ªa no ha pedido visado de entrada en EEUU, y en la Embajada francesa dijeron no saber sobre el eventual viaje.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.