Los 'greens' elegir¨¢n al ganador del Masters
La parte m¨¢s peque?a del campo de Augusta ser¨¢ el lugar contra el que choquen los jugadores en el primer 'grande' de la temporada
Hay campos de golf con greens duros como el cemento; hay campos con greens que, por sus ondulaciones, m¨¢s parecen una monta?a rusa en miniatura; hay campos con greens tan r¨¢pidos como si fueran de hielo. Y hay campos como Augusta: greens duros, ondulados y r¨¢pidos. Perd¨®n: greens dur¨ªsimos, rapid¨ªsimos y quebrad¨ªsimos. Todo en uno. Y por si fuera poco, cuando llega el Masters, la gente del Augusta National Golf Club se da el regusto masoquista de colocar las banderas (o sea, el agujero) en la parte m¨¢s complicada, inaccesible y endiabladamente arriesgada de todo el green.Dice una ley del golf: puedes jugar como quieras de bien desde el tee con el driver; puedes hacer diabluras con los hierros o ser un mago de los golpes cortos alrededor del green; al final lo que tendr¨¢s que hacer para ganar un torneo ser¨¢ embocar un putt de dos metros cuesta abajo en el hoyo 18?.
Y a?ade Jos¨¦ Mar¨ªa Olaz¨¢bal, dos veces ganador del Masters, el grande de Augusta: "Eso es verdad, pero m¨¢s verdad en Augusta que en ning¨²n otro campo del mundo. Sin duda alguna, la clave para ganar el Masters es el juego corto. Si miramos las estad¨ªsticas de los tres ¨²ltimos a?os, el ganador siempre ha estado entre los tres mejores con el putt. Y eso lo dice todo".
El Masters de Augusta es el ¨²nico torneo que se juega al rev¨¦s: el green determina los golpes anteriores. En teor¨ªa es un campo sencillo y desprotegido. Las calles parecen campos de f¨²tbol, son anchas y de c¨¦sped bien rasurado, menos de una pulgada de alto. Los bunkers parecen piezas decorativas: apenas asustan a nadie. Y el rough. ?Qu¨¦ rough? Lo que en Augusta llaman es una franja de c¨¦sped bordeando las calles un pel¨ªn m¨¢s alto (casi dos pulagadas) que la hierba de la calle. Y, exceptuando los hoyos de los segundos nueve en los que el agua tiene algo que decir, esos son todos los obt¨¢culos que tienen que superar los mejores golfistas del mundo para jugar de t¨² a t¨² al campo de Augusta. Y, sin embargo, las grandes tarjetas, birdies, eagles y dem¨¢s haza?as no florecen especialmente en tan desvalido escenario. Los greens obligan a pensar. Y eso, dicen, es todo.
"Tiger Woods es el gran favorito para el pr¨®ximo Masters", dice Olaz¨¢bal, "porque le da largu¨ªsimo, le da preciso y tambi¨¦n es un maestro con el juego corto". Traduciendo para Augusta, que tampoco es un campo especialmente largo: si la das larga con el driver, y si la mnadas donde quieres, el hierro que agarres para el segundo golpe siempre ser¨¢ un par o tres de n¨²meros m¨¢s corto que el de tu rival. Y con ese palo tienes en tu mano todo lo ncesario para el golpe que Augusta requiere, el golpe alto que haga que la bola caiga como lluvia desde el cielo sobre el trozo de green que hayas elegido, que idealmente estar¨¢ en el mismo plano que la bandera, o en un plano inferior. Augusta domado.
?Y si no? Si no, reza. Una jornada t¨ªpica de Masters se puede ver a decenas de jugadores jugar regularmente de tee a green. Sin errores. Llegando de dos al green. Diciendo para sus adentros: esto es f¨¢cil. Y llegar al green y necesitar tres putts para embocar cada bola, y encadenar un bogey tras otro. "Es que en Augusta no se trata de llegar al green como si tal cosa", explica Olaz¨¢bal. "Augusta hay que conocerlo. Hay partes de las calles que a un reci¨¦n llegado le parecen buenas para atacar la bandera y que son, en realidad, peores que un bunker o el agua". Lugares que penalizan al valiente. Lugares que le condenan a un putt de dos metros cuesta abajo. Y un putt cuesta abajo en Augusta es lo m¨¢s parecido que hay al dry martini que le gustaba a Bu?uel.
Al director aragon¨¦s le val¨ªa con la sombra de la botella de Martini sobre los hielos y la ginebra para que la cosa tuviera sabor. A una bola en un green de Augusta le basta con el aire que mueve mientras se acerca el putter del jugador para echarse a correr a toda velocidad. Pienes entonces en c¨®mo darle direcci¨®n.
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