Enso?aci¨®n
Si la reciente victoria del PP se obtuvo por derecho propio (ya que creci¨® en votos con menor participaci¨®n), tambi¨¦n la derrota del PSOE fue merecida por defecto propio, pues aunque cedi¨® votos a su derecha el mayor castigo procedi¨® de la abstenci¨®n. De modo que el fracaso socialista se debe no tanto a factores externos (el cambio ideol¨®gico y generacional del electorado) como a causas internas, entre las que destaca su propia incapacidad para convencer a sus posibles electores de que pod¨ªa confiarse de nuevo en el PSOE. As¨ª que no conviene abusar de la vieja excusa de echar balones fuera, culpando de la derrota al cambio social. Es verdad que Espa?a ha cambiado, como no pod¨ªa ser menos, pero tambi¨¦n mantiene su continuidad, aprendiendo de la propia experiencia acumulada durante los pasados a?os. Y si la izquierda se ha hundido es porque sus electores han pasado factura, pidiendo cuentas por los errores cometidos y censurando a sus dirigentes con el voto de castigo de una abultada abstenci¨®n masiva.As¨ª se explica que el acuerdo PSOE-IU no funcionase en las urnas. Los electores de izquierda no le prestaron cr¨¦dito suficiente porque, para que un pacto semejante pudiera resultar cre¨ªble, habr¨ªa sido preciso que, antes de firmarlo, socialistas y comunistas hubiesen explicado en p¨²blico las razones que hasta entonces lo hab¨ªan hecho imposible. Y eso exig¨ªa por ambas partes una autocr¨ªtica en toda regla, asumiendo su respectiva responsabilidad por todos los desastres anteriores: Filesa y el GAL, en el caso del PSOE, la pinza Aznar-Anguita en el de IU.
En cambio, no parece veros¨ªmil que los electores de centro hayan huido hacia el PP s¨®lo movidos por el miedo al pacto social-comunista. Es verdad que todav¨ªa subsiste aqu¨ª un difuso anticomunismo latente, pues a diferencia del caso franc¨¦s, donde se legitimaron como h¨¦roes de la resistencia antinazi, los comunistas espa?oles son culpados por ambos bandos del desastre de la guerra civil. Pero la guerra fr¨ªa acab¨® en el 89 y ya es hora de facilitar su plena inclusi¨®n en el sistema pol¨ªtico espa?ol. Lo que s¨®lo suceder¨¢ cuando accedan a Gobiernos de coalici¨®n, aunque esto no sea quiz¨¢ posible sin antes habernos convencido previamente de su completa desestalinizaci¨®n.
En todo caso, el PSOE debiera haber previsto la incomprensi¨®n de sus bases ante un pacto contra natura. Por eso, el giro a la izquierda debiera haberse compensado con otro giro contrapuesto hacia el centro a fin de reequilibrar el escoramiento. Hubiera convenido, en suma, tapar a Largo Caballero con Indalecio Prieto. Y para ello nada mejor que apostar decididamente por la tercera v¨ªa que hoy gobierna Europa. Pero el social-liberal Almunia, por temor a las apariencias, se disfraz¨® de izquierdista presentando un programa a la francesa. Y esto supuso un craso error tanto en t¨¦rminos estrat¨¦gicos, pues el futuro de la izquierda est¨¢ en la tercera v¨ªa, como t¨¢cticos, ya que as¨ª le cedi¨® a Aznar en bandeja el monopolio de su afinidad con Tony Blair.
Y excuso citar los dem¨¢s errores cometidos, pues quiero subrayar lo que me parece la principal causa de la derrota socialista. Y es su p¨¦rdida del sentido de la realidad, de acuerdo al hiperrealismo m¨¢gico que les atribuye V¨ªctor P¨¦rez-D¨ªaz. Se comportaron como si, creyendo en el cuento de la lechera, tuviesen la victoria a tiro por su presunto derecho a volver a ganar. De ah¨ª la incr¨¦dula sorpresa con que han recibido tan brutal derrota. ?De d¨®nde pudo venirles tama?a enso?aci¨®n? Quiz¨¢ esperaban que se reprodujese el efecto Papandreu y que, tal como sucedi¨® con la catarsis griega, los electores castigasen la pinza Aznar-Anguita y devolvieran a los socialistas un poder que les habr¨ªa sido robado de forma injusta tras una conspiraci¨®n medi¨¢tico-judicial. Pero creer esto significa que siguen sin querer enterarse de lo que ocurri¨® realmente en Espa?a, neg¨¢ndose a reconocer que su derrota del 96 fue justa y necesaria, dada la gravedad de las evidencias acumuladas. Por eso, hasta que el PSOE no asuma cr¨ªticamente su responsabilidad hist¨®rica no podr¨¢ recuperar la perdida confianza ciudadana.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.