Oscura gala de boxeo
JOSU BILBAO FULLAONDO
Si el difunto Santi Franc¨¦s lo hubiera visto no podr¨ªa dar cr¨¦dito. Su afici¨®n por el boxeo le hubiera llevado a la Sala Rekalde, dedicada al arte contempor¨¢neo, para ver un combate. Un reclamo acertado para acercar a muchos curiosos a una galer¨ªa que mostraba bocetos de una cruda realidad. Puede resultar chocante pero fue as¨ª como se present¨® la exposici¨®n fotogr¨¢fica Night fights (Noche de peleas). Un titulo lo suficientemente expresivo para dar cuenta de su contenido. Su autora, Ana Busto (Igorre), mientras contemplaba el chocar de los guantes parec¨ªa recordar todos los momentos similares que ha tenido que observar para alzarse con la colecci¨®n de im¨¢genes que ahora presenta. Un proyecto llevado a cabo en EEUU durante tres a?os que antes de llegar a Bilbao pas¨® por la conocida galer¨ªa Metronom, en la ciudad condal.
Ana Busto, una mujer madura, reservada con su fecha de nacimiento, elemento necesario para mejor comprender la trayectoria de su creaci¨®n, se introdujo en c¨ªrculos art¨ªsticos mientras estudiaba Ciencias de la Informaci¨®n en la Facultad de Bellaterra. Eran sus amigos Mariscal, Nazario y algunos otros creadores instalados entonces en Barcelona. Del periodismo lo que m¨¢s le interesaba eran los temas de cultura. A principios de los a?os ochenta, se traslad¨® a Nueva York, durante siete a?os trabaj¨® de camarera y fue all¨ª donde comenz¨® a realizar fotograf¨ªas. El medio le resultaba de m¨¢s f¨¢cil acceso que la pintura o la escultura, donde tambi¨¦n ha tenido ciertas incursiones. Con varios cat¨¢logos de exposiciones a su espalda, viene exhibiendo regularmente sus trabajos desde 1986. Becas del National Endowment for the Arts Fellowship en 1990 o del Ministerio de Cultura espa?ol en 1997 le han ayudado a llevar adelante algunas de sus iniciativas.
Dice orgullosa haber aprendido de Lisset Model. No es f¨¢cil emparentar con el estilo de esta austr¨ªaca refinada y amante de la m¨²sica cl¨¢sica. Podemos encontrar cierto grado de familiaridad si tenemos en consideraci¨®n su inter¨¦s por el retrato de individuos celebres o miserables que encontraba en la calle, bares, hoteles o salas de juego. Tambi¨¦n en su preferencia por los planos pr¨®ximos, la utilizaci¨®n de un flash directo y algunas tomas inesperadas, aparentemente improvisadas. Incluso podr¨ªamos a?adir a la semejanza cierta orientaci¨®n de cr¨ªtica social mezclada con efectos art¨ªsticos que busca romper con h¨¢bitos establecidos. Lo de Ana es otra cosa, las diferencias est¨¢n claras. La presentaci¨®n en forma de d¨ªpticos establece un dialogo trepidante entre la pareja de im¨¢genes, el conjunto multiplica la intenci¨®n narrativa y abre los huecos de la imaginaci¨®n. A modo de fotomontajes rompen los espacios. Las situaciones no resultan nada triviales. Son dram¨¢ticas y ganan fuerza cuando se presentan en gran formato.
Rostros de alegr¨ªa y dolor, manos vendadas, el ¨¦xito, la derrota, la sangre y las lujosas joyas de arrogantes espectadores se repiten. Es el mismo pensamiento expresado de manera distinta para trascender m¨¢s all¨¢, no importa cu¨¢l sea el valor verdadero de las im¨¢genes que lo conforman. A las fotos colgadas en la pared se suma un v¨ªdeo donde se contemplan m¨¢s combates y la estridencia del sonido hace retumbar las neuronas de los visitantes. Todo un espect¨¢culo donde la intenci¨®n de la creadora, m¨¢s all¨¢ de los aspectos creativos, plantea interrogantes pol¨¦micos sobre el boxeo, deporte-profesi¨®n donde circulan corrientes de racismo y de clase, donde los sue?os y aspiraciones de sus protagonistas siempre acaban en cruel derrota.
El trabajo se completa con un cat¨¢logo manejable. En sus p¨¢ginas juega un papel relevante el poema Boxeadores escrito para la ocasi¨®n por Quincy Troupe y el breve relato de una intentona box¨ªstica en el gimnasio de Gleason's. Complementos para una idea donde la combinaci¨®n de todos sus elementos sorprende y no aburre. Resultado b¨¢sico para ese nuevo proyecto que prepara la autora sobre met¨¢foras ic¨®nicas del ambiente familiar.
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