Un economista de izquierdas AGUST? FANCELLI
En materia de teor¨ªa econ¨®mica, confieso no haber ido mucho m¨¢s all¨¢ de las tablas input-output y del inefable tratado de Claudio Napoleoni que d¨¢bamos, si no recuerdo mal, en segundo de carrera. Por aquella ¨¦poca de marxismos confiados se pensaba que el fin del capitalismo quedaba como quien dice a la vuelta de la esquina, por lo que nos esforz¨¢bamos en conocer sus leyes m¨¢s ¨ªntimas para que el ¨®bito inminente no nos pillara del todo en Babia. Pero a los de letras el asunto se nos resist¨ªa como gato panza arriba, seguramente porque, como dijo en el acto Josep Ramoneda, que es de letras, siempre hemos desconfiado de los n¨²meros, por demasiado cuadrados. Este instinto irracional, a partir de la ca¨ªda del muro, dej¨® paso a un implacable cinismo cuando constatamos que lo que se desmoronaba no era el enfermo sistema occidental, cuya met¨¢stasis tumoral tan cient¨ªficamente ten¨ªamos diagnosticada, sino justamente el otro, el supuestamente sano que hab¨ªa de librarnos de todos los males. Suerte tuve por aquellas fechas de hallarme lejos de la universidad, pues no s¨¦ si me habr¨ªa resistido a tirarle el Napoleoni a la cabeza a alg¨²n profesor. Como a?adi¨® Ramoneda en el acto, los de letras nos convencimos por aquellos d¨ªas berlineses de que un economista de izquierdas era poco menos que una contradicci¨®n con patas, una suerte de imposible pensamiento navarro. Los de letras, ya se sabe, propendemos al lado dram¨¢tico de la vida.Pues bien, en el acto en que hablaba Ramoneda, que no era otro que el de la presentaci¨®n del libro Aqu¨ª no puede ocurrir. El nuevo esp¨ªritu del capitalismo (Taurus), hab¨ªa un economista de izquierdas nada inconsistente, sino de imponente corpulencia y rotunda y peluda cabeza aposentada sobre los hombros: el autor de la obra, Joaqu¨ªn Estefan¨ªa. Lo extraordinario ser¨ªa que yo tildara esa testuz de cabecita loca, pues no se le escapar¨¢ al lector que este se?or, tan parecido a Francis Ford Coppola, fue durante a?os mi director en este diario. Pero escuchen lo que le o¨ª explicar la otra tarde.
Contaba Estefan¨ªa que el economista de izquierdas est¨¢ obligado a hacer autocr¨ªtica, pues el capitalismo no sucumbi¨® a la anunciada crisis que hab¨ªa de borrarle de la faz de la tierra, sino que lo ¨²nico que realmente entr¨® en crisis en 1989 fue la cr¨ªtica al capitalismo. Dijo tambi¨¦n que el economista de izquierdas hab¨ªa aprendido del neoliberalismo que no es posible vivir con la inflaci¨®n siempre a cuestas, del mismo modo que hab¨ªa aceptado la globalizaci¨®n econ¨®mica, a la que justo era reconocerle aportaciones muy relevantes al bienestar de la humanidad. As¨ª las cosas, ?qu¨¦ le queda por hacer al economista de izquierdas para evitar el impacto letal del Napoleoni? "No lo s¨¦", contest¨® Estefan¨ªa, falsamente compungido ante su propia pregunta.
En realidad s¨ª lo sab¨ªa, pues para eso ha escrito el libro. Le queda denunciar que desde los a?os cincuenta las democracias han aumentado en extensi¨®n por todo el mundo, lo cual es bueno, pero que esas democracias han decrecido en intensidad, lo cual es malo. Que hay que aceptar las leyes de mercado, pero no permitir que ¨¦stas se pongan a organizar ¨¢mbitos necesariamente ajenos a ¨¦l, como los derechos de las personas, la cultura o la educaci¨®n ("s¨ª a la econom¨ªa de mercado, no a la sociedad de mercado", seg¨²n el eslogan). Que las nuevas tecnolog¨ªas como Internet son la pera, pero que de ellas se benefician 250 millones de personas de los 6.000 que somos: es decir, el 4%. Y que la globalizaci¨®n comporta, adem¨¢s de beneficios, mucha burbuja financiera y muchas desigualdades, escanciadas por crisis r¨ªtmicas (tequilazo mexicano, 1994; Sureste asi¨¢tico, 1997; Rusia, 1998; Brasil y Am¨¦rica Latina, 1999), por lo que es preciso que est¨¦ gobernada por la esfera de la pol¨ªtica.
En ese punto hab¨ªa olvidado ya al Napoleoni y me dedicaba a contemplar a Estefan¨ªa y a sus compa?eros de mesa: Llu¨ªs Bassets y Juan Tapia, aparte del mencionado Ramoneda y del anunciado Antonio Franco, que no pudo asistir. Todos representantes de un periodismo comprometido y no agresivo que trata de interpretar la realidad por m¨¢s que ¨¦sta se revuelva en m¨²ltiples perplejidades. Es m¨¢s, cuantas m¨¢s perplejidades suscita esa realidad, tanto m¨¢s apetecible se le hace al periodista, impertinente por naturaleza sin por ello dejar de ser tranquilo. Que por muchos a?os pueda existir este periodismo. En los que vienen har¨¢ falta defenderlo. A golpe de Napoleoni, si conviene.
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