Dec¨¢logo para una izquierda aplastada
El arte de aconsejar al pol¨ªtico en ejercicio debe ser cultivado por el analista con extremada discreci¨®n y prudencia que, adem¨¢s, deben extremarse cuando ni siquiera se refieren a un campo ideol¨®gico con el que se tenga parentesco pr¨®ximo. Quien no lo haga de este modo puede ser acusado de intromisi¨®n en un campo profesional muy acotado en que s¨®lo es tolerable el juicio de los iniciados.Sucede, sin embargo, que la experiencia de una mayor¨ªa absoluta ya la ha experimentado nuestra sociedad y que quien suscribe, no adscrito al socialismo y por tanto poco capacitado para hacerle sugerencias, s¨ª ha pasado por aquel trago del que parecen haberse olvidado las ense?anzas. Quienes en 1982 est¨¢bamos en el partido que padeci¨® aquella derrota alguna vez, cuando todo pas¨®, nos sentimos tan desvalidos como un jud¨ªo a las puertas de un campo de concentraci¨®n. Los dirigentes socialistas tienen que darse cuenta que les tocar¨¢ pasar por algo parecido en los pr¨®ximos meses. Pero del recuerdo de aquel acontecimiento pueden extraer experiencias para evitar que ese sentimiento se reproduzca con frecuencia. Basta con meditar, sin necesidad de que ronde la posibilidad de una autodestrucci¨®n como la de UCD, si acaso hoy no se reproducen algunos s¨ªndromes de 1982.
Uno de ellos fue olvidar que no hay enemigo peque?o. UCD siempre pens¨® que sobrevivir¨ªa porque estaba flanqueada por una derecha dura y una izquierda inmadura. Ahora esa sentencia -que luego se convirti¨® en divisa electoral- parece risible pero el diagn¨®stico era correcto. La prueba reside en los a?os que tard¨® la derecha en volver y lo mucho que le cost¨® a la izquierda descubrir que no se creaban 800.000 puestos de trabajo con cargo al erario p¨²blico o que la OTAN no era el infierno de Dante. El PSOE, sencillamente, no se ha tomado al PP de Aznar en serio. No ha llegado, por ejemplo, a darse cuenta de que en 1996 hab¨ªa ganado para ocho a?os. Ni siquiera parece haber sentido de verdad la necesidad de algo que es imprescindible para vencer en unas elecciones, es decir, las ganas efectivas de llegar a ese resultado. Cuando no se tienen ganas de ganar no se gana.
El segundo s¨ªndrome fue descrito por Emilio Attard, un pol¨ªtico centrista, como "canibalismo feroz" y ahora parece deambular por las sedes del PSOE. Cuando en un partido el deseo de acabar con el pr¨®ximo son infinitamente superiores a las de sustituir al adversario en el poder mal andan las cosas. Lo peor del caso es que el electorado puede llegar a considerar simplemente ininteligibles esas disputas que es lo que le sucedi¨® de forma exacta y precisa con los planteamientos de los barones de UCD. Los reproches cruzados entre unos y otros l¨ªderes parecen enfrentar a los pleistoc¨¦nicos con los paleol¨ªticos: se refieren a incidencias sin inter¨¦s acontecidas hace d¨¦cadas y guardadas en la memoria de unos pocos cuando el ciudadano normal las olvid¨® a las pocas horas. En ocasiones las diferencias se refieren a min¨²sculas cuestiones reglamentarias como si hubiera que reproducir las enconadas disputas sobre el sexo de los ¨¢ngeles y, adem¨¢s, justificaran la degollina de los que se sientan en las butacas vecinas del Comit¨¦ Federal.
El espect¨¢culo resulta tan semejante al de 1982 que se debiera hacer un serio esfuerzo por superarlo. Con el recuerdo de haber pasado por esa sensaci¨®n del jud¨ªo ante el campo de concentraci¨®n y con la impertinencia de quien pertenece a otro mundo -eso que el general Franco llamaba el "orgullo de los intelectuales"-, me atrevo a proponer un dec¨¢logo para que los dirigentes socialistas consideren si pueden extraer de ¨¦l alg¨²n aprendizaje para superar sus males.
1."El aburrimiento es la fuerza de la Historia que se tiene menos en cuenta". Esta frase de Nisbet debe ser muy tenida en cuenta porque, aunque el ejercicio del ombliguismo acompa?a de modo necesario al profesional de la pol¨ªtica, hay ocasiones en que pasa del simple ensimismamiento a la paranoia o a la pesadez. Todas esas apelaciones endog¨¢micas a la izquierda durante la campa?a ahora han sido sustituidas por reproches indescifrables, pero furiosos, contra los m¨¢s cercanos. Eso es vivir en un mundo acotado y carente de inter¨¦s.
2.Lo m¨¢s urgente es esperar. Cuando vienen mal dadas la propensi¨®n natural tiende en los colectivos a tomar decisiones heroicas, dr¨¢sticas e irreversibles. Pero eso suele tener el inconveniente de que se salta el imprescindible diagn¨®stico previo sustituido por una catarata de soluciones improvisadas.
3."El und¨¦cimo mandamiento: no atacar al correligionario". Esta sentencia la aplic¨® Ronald Reagan en la campa?a que le llev¨® a la presidencia. Vale para todos los casos pero de modo especial para aqu¨¦llos en los que m¨¢s apetece, que coinciden con los m¨¢s dif¨ªciles. Si se repasan los nombres de quienes han sobrevivido a la hecatombe centrista se descubrir¨¢ que han sido los menos propicios a emplear la daga florentina o la navaja cabritera contra el cercano.
4.La Espa?a plural. Se entiende que haya voces -incluso tan ilustradas como la de Savater- que reprochen al PSOE blandenguer¨ªa con respecto a los nacionalismos. Pero de momento es imposible pasar por delante al PP en espa?olismo y alguien tendr¨¢ que cubrir el flanco de la voluntad de entenderse.
5.El pacto de izquierdas. Mitterrand abraz¨® a los comunistas para dejarlos exhaustos. El pacto espa?ol no serv¨ªa para las elecciones pero s¨ª para m¨¢s largo plazo. Ahora no se trata de abrogarlo pero tampoco de potenciarlo. Convertido en acontecimiento irreversible -pero para IU- no merece ninguna prioridad pero puede servir de subterfugio para enfrentarse con la realidad.
6.No la izquierda, sino el centro radical. Recu¨¦rdese el diagn¨®stico de Giddens, pese a haber sido convertido en una especie de alimento infantil en los labios de Blair. El camino hacia el poder pasa por "una tercera v¨ªa" no s¨®lo mediante el rechazo de posiciones ya inaceptables, sino porque en ella es posible hacer una pol¨ªtica que suponga un cambio de la vida y pueda atraer a electores no tan cercanos.
7.El s¨ªndrome Kinnock. Si Thatcher dur¨® tanto tiempo en gran medida se debi¨® a la impotencia de la oposici¨®n. El jefe laborista recort¨® las pasiones izquierdistas de su partido y abomin¨® de los conservadores. Pero nunca se supo bien qu¨¦ quer¨ªa hacer con el pa¨ªs y eso siempre se paga en la recta final de las elecciones. ?No ha pasado algo de eso?
8.El s¨ªndrome Lafontaine. Hay una izquierda que no volver¨¢ y que, sin embargo, ahora tie
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