El abrazo del oso JOAN B. CULLA I CLAR?
Desde luego, la aritm¨¦tica no es una materia que admita demasiados matices ni sutilezas: 56 m¨¢s 12 suman 68, mientras que 50 m¨¢s 5 m¨¢s 12 s¨®lo suman 67. Y si los 12 votos del Partido Popular ahuyentan el peligro o la incomodidad de una comisi¨®n parlamentaria sobre el caso Pallerols, y adem¨¢s se comprometen a apoyar los presupuestos de la Generalitat, entonces -es de bien nacidos ser agradecidos- nada tiene de particular que Converg¨¨ncia i Uni¨® se apreste a dar, con su voto favorable, un aval de legitimidad perif¨¦rica y de solera centrista a la investidura presidencial de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. M¨¢s a¨²n, desde la perspectiva de una coalici¨®n que tiene la responsabilidad de gobernar Catalu?a, resulta completamente plausible que ¨¦sta rechace encastillarse en una hostilidad in¨²til frente a la mayor¨ªa absoluta del PP -in¨²til y mucho m¨¢s nutritiva para Maragall o Carod Rovira que para Pujol- y trate, por el contrario, de mantener con el Gobierno central una relaci¨®n positiva en la que CiU pueda hacer valer, ya que no su contribuci¨®n cuantitativa, por lo menos su apoyo cualitativo a la nueva legislatura espa?ola.El problema no es, por tanto, que Converg¨¨ncia i Uni¨® y el Partido Popular se acuesten juntos una vez o 20 veces, en el Parlament o en el Congreso de los Diputados; en materia de sexo pol¨ªtico (l¨¦ase de obtenci¨®n de mayor¨ªas) la satisfacci¨®n de los deseos o las necesidades es libre. El verdadero peligro estriba en que, a fuerza de acostarse juntos, CiU y el PP terminen enamor¨¢ndose, y hay de ello algunos primeros indicios. Por el lado de los populares, es de ver la offensive de charme, el bombardeo de gui?os y piropos que han desencadenado en los ¨²ltimos d¨ªas sobre la coalici¨®n nacionalista catalana. Apenas nominada para su alto cargo, Luisa Fernanda Rudi aseveraba: "Converg¨¨ncia i Uni¨® debe compartir los estupendos resultados que ha tenido el Gobierno de Aznar en estos a?os". M¨¢s significativos a¨²n fueron los elogios que, la pasada semana, prodigaron Alberto Fern¨¢ndez D¨ªaz y Carlos Iturgaiz -Iturgaiz, el martillo de abertzales, el brazo derecho de Mayor Oreja en la cruzada contra el nacionalismo vasco-, elogios a la "moderaci¨®n" y a la "pol¨ªtica responsable" de ese Jordi Pujol que ha dejado en hibernaci¨®n la Declaraci¨®n de Barcelona, alabanzas al talante centrado y no excluyente de CiU por contraposici¨®n al PNV... Ni que decir tiene que la campa?a de seducci¨®n ha alcanzado ya a la prensa madrile?a m¨¢s af¨ªn al Gobierno, donde desde el anuncio del voto positivo a la investidura se pondera el "sentido com¨²n" de los nacionalistas catalanes y "la sensatez de Pujol". ?Planear¨¢n tal vez, si persevera por el buen camino, volver a nombrarle espa?ol del a?o?
Naturalmente, desde Converg¨¨ncia y desde Uni¨® la actitud es mucho m¨¢s reservada, renuente e incluso hostil a ir, con el PP, m¨¢s all¨¢ de lo estrictamente f¨ªsico. Pero es sabido que el roce alimenta el cari?o, y si Pujol no es capaz de encontrar, en los pr¨®ximos meses, otros compa?eros de lecho espor¨¢dicos o fijos, ello espolear¨¢, en el seno de CiU, al sector m¨¢s sensible a los encantos de la derecha espa?ola gobernante, a aquellos pujolistas que creen que les votan un mill¨®n de empresarios y ejecutivos, a los que no ver¨ªan con malos ojos militar, dentro de 5 o 10 a?os, en una especie de Uni¨®n del Pueblo Navarro a la catalana.
No, no trato de hacer ninguna clase de catastrofismo. Afirmo s¨®lo que, disipados ya los tab¨²es de la cultura pol¨ªtica antifranquista y una vez ungido el Partido Popular como la fuerza de gobierno en Espa?a para bastante tiempo, si adem¨¢s Converg¨¨ncia i Uni¨® le confiere el rango de aliado permanente en el Parlament y de partido casi gobernante en la Generalitat, su crecimiento en Catalu?a puede ser imparable y hacerse a expensas, en gran medida, de CiU. Si ¨¦sta ha tenido siempre dos almas -la conservadora, o moderada, o centrista, y lanacionalista-, potenciar la primera supone hoy difuminarse ante un PP plet¨®rico; s¨®lo la segunda, administrada con seriedad y sin huidas hacia adelante, reafirma un terreno propio en el que los populares dif¨ªcilmente podr¨¢n penetrar.
Por supuesto, Converg¨¨ncia no dispone de una alternativa al connubio con el PP sin la colaboraci¨®n de Esquerra Republicana, la cual no parece proclive a ello, empecinada como est¨¢ en la f¨®rmula imposible del Gobierno tripartito o, en su defecto, dispuesta a engrosar la oposici¨®n de izquierdas en la que el PSC es hegem¨®nico. Sin embargo, antes de tomar resoluciones definitivas en cuanto a su pol¨ªtica de alianzas, tal vez a ERC le ser¨ªa ¨²til observar con calma c¨®mo comienza a reformularse la izquierda espa?ola del siglo XXI; c¨®mo se ha convertido en doctrina oficial que la culpa de la derrota del PSOE la tuvo su tibieza en la defensa de la unidad y la cohesi¨®n de Espa?a. Y leer lo que declaraba a La Vanguardia del pasado domingo una de las grandes esperanzas de esa izquierda, el a¨²n secretario general de Comisiones Obreras, Antonio Guti¨¦rrez: "Reivindicar la identidad nacional de Espa?a no puede ser s¨®lo una reivindicaci¨®n de la derecha constitucional y democr¨¢tica. Si esto es as¨ª, nunca recuperaremos el poder. La izquierda tiene que sacudirse muchos complejos y, con la cabeza muy alta, tiene que conciliar la identidad cultural de los pueblos de Espa?a con la necesidad de cohesionarla como naci¨®n. (...) El nacionalismo pol¨ªtico es la expresi¨®n de la insolidaridad econ¨®mica y social y el empobrecimiento cultural de sus pueblos. (...) Que nadie se enga?e, la Europa de las regiones es un invento de las multinacionales. La unidad europea s¨®lo puede surgir de los actuales Estados miembros".
La cita es larga pero jugosa y, desde la perspectiva de una izquierda nacional perif¨¦rica, profundamente inquietante.
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