Apostar por Barcelona XAVIER BRU DE SALA
La crisis de la Fira se erige en detonante de la p¨¦rdida de oportunidades de Barcelona. El ministro Piqu¨¦ y el presidente de la C¨¢mara de Comercio, Antoni Negre, coinciden en el diagn¨®stico, a pesar de su distinta formulaci¨®n: la capital catalana no ha retrocedido en t¨¦rminos absolutos, pero s¨ª en t¨¦rminos relativos. Se diga como se diga, est¨¢ claro que Barcelona ni es lo que deber¨ªa ser ni lo que pens¨¢bamos que era. Catalu?a sali¨® del franquismo pol¨ªticamente postrada, pero con buenas cartas en el campo econ¨®mico. Ahora ya no las tiene tan claras. ?Qu¨¦ ha pasado? Entre otras cosas que el tiempo dir¨¢, se ha producido en estos a?os una autosuficiencia de su capital, dedicada a erigirse en ejemplo de calidad de vida, unida a un necesario reequilibrio del pa¨ªs, de efectos saludables pero inevitablemente dispersador de energ¨ªas. En el fondo, la actitud de nacionalistas y socialistas, bastante parecida, puede describirse como una especie de competici¨®n, a ver qui¨¦n consigue que la gente viva mejor. No hay duda del ¨¦xito de ambos. En Catalu?a se vive estupendamente. La way of life de Barcelona es admirada en media Europa. ?Y la ambici¨®n? ?Y los est¨ªmulos? ?Y los objetivos? Todo no se puede tener. Pero con un poco de suerte, si los competidores tur¨ªsticos siguen en crisis, si se alarga el ciclo esplendoroso de la econom¨ªa, los catalanes llegaremos pronto, a rebufo del empuje de Madrid, al pleno empleo, con un salario medio muy inferior al de Madrid, al limbo de la media europea, o sea el mont¨®n, y a creer que el mundo no se ha vuelto competitivo, sino virgiliano. No hay mejor receta para la felicidad que una mediocridad bien asumida. S¨®lo si la mediocridad comporta desasosiego es aconsejable salir de ella.?Tan mal estamos? Ni mucho menos. Simplemente, la indecisi¨®n y la falta de visi¨®n colectiva nos llevan al carril derecho, desde el cual se avanza pero no se adelanta. Y eso va por Barcelona, pero tambi¨¦n por Catalu?a. Son legi¨®n los que todav¨ªa no quieren darse cuenta, pero ya van cayendo. El empuje de los Juegos result¨® muy positivo pero insuficiente y la euforia ocult¨® la posterior resaca. Hemos perdido capitalidad en comunicaciones, en cultura, en capacidad de generar acontecimientos de cierta magnitud. Las infraestructuras han sufrido un retraso tras otro. Y as¨ª estamos, contemplando c¨®mo Madrid ha tomado la delantera en innumerables terrenos. Pues bien, ahora la prioridad de Catalu?a vuelve a ser una decidida apuesta por alentar y recuperar la potencia de Barcelona.
Contemplado con perspectiva hist¨®rica, una de las claves del ¨¦xito de la Catalu?a moderna ha sido la construcci¨®n de una ciudad grande, una capital que la desbordaba al tiempo que funcionaba como un motor de superior cilindrada. Sin el constante y secular derroche de energ¨ªas catalanas a favor de Barcelona, Catalu?a ser¨ªa mucho menos de lo que es, algo as¨ª como Provenza o el Languedoc. Este proceso se ha interrumpido en los ¨²ltimos decenios e, insisto, hora es ya de retomarlo. Esa asignatura forma parte del programa por el cual la visi¨®n nacionalista tiene que volver a coincidir con el inter¨¦s nacional de los catalanes. De lo contrario, la provincianizaci¨®n de Catalu?a est¨¢ asegurada a medio plazo.
?C¨®mo hacerlo? En primer lugar, convenciendo a la sociedad de que el cambio de prioridad, del reequilibrio comarcal a la nueva apuesta por Barcelona, es urgente, vital, imprescindible. Si la sociedad se convence, la Generalitat y el Ayuntamiento se ver¨¢n obligados a archivar viejas querellas y encontrar¨¢n nuevos espacios de colaboraci¨®n. La Fira es una prueba de fuego. En esta semana, la crisis ha saltado a la palestra y, a juzgar por las primeras reacciones, las soluciones no pintan bien. No es tiempo ni de buscar cabezas de turco ni de abrir una querella por el mando. Artur Mas anunci¨® el martes que la Generalitat estaba dispuesta a colaborar -"como siempre", a?adi¨®, aunque es de esperar que sea de modo muy distinto al de siempre, que ha sido de ah¨ª te las compongas-, y no olvid¨® condicionar esta colaboraci¨®n a un cambio en la direcci¨®n de la entidad ferial. Cambio que debe entenderse como una forma encubierta de tomar el mando. Alguien interpret¨® torcidamente que la condici¨®n se refer¨ªa a Negre, pero Mas no iba por aqu¨ª. Lo que pretende la Generalitat es lo de siempre, entrar para mandar o quedarse en casa. Y no es manera. Una cosa es buscar un director de consenso para la Fira y otra pretender apropi¨¢rsela.
No por casualidad, el modelo de gesti¨®n que se debe aplicar es el de Ifema, la instituci¨®n ferial de Madrid. All¨ª, la responsabilidad se reparte de modo equitativo entre el consistorio, la Comunidad y la C¨¢mara de Comercio, a los cuales se suma un peque?o porcentaje de Caja Madrid. La Fira es s¨®lo cosa del Ayuntamiento de Barcelona y de la c¨¢mara. No es de extra?ar que la inversi¨®n en los ¨²ltimos tiempos arroje un saldo cinco veces superior en Madrid, 30.000 millones de pesetas contra 6.000 millones. El problema de la Fira no es, pues, el presidente de la c¨¢mara -por otra parte inamovible hasta que vuelva a haber elecciones-, ni de imaginaci¨®n, como sugiri¨® el empresario Pujol, perdedor de las pasadas elecciones, en unas improcedentes declaraciones de tono revanchista (Joan Rosell, en cambio, ha aportado sensatez, tal vez sea cierto que va para ministro). El procedimiento correcto de la Generalitat deber¨ªa consistir en invertir los t¨¦rminos de su propuesta. Si ahora el orden es, primero un director propuesto por nosotros y luego el apoyo y la implicaci¨®n en los organismos rectores, lo adecuado ser¨ªa empezar por comprometerse en serio y proseguir por la discusi¨®n del nuevo director.
El problema es de dinero. Est¨¢ claro que la ciudad no genera los recursos suficientes para una boyante autosuficiencia. Si Pujol quer¨ªa demostrar que Barcelona no deb¨ªa ser una ciudad hanse¨¢tica, ya lo ha conseguido. No debe, pero sobre todo no puede. (De algo se habr¨¢n dado cuenta los barceloneses, porque cada vez votan menos a CiU.) ?Y ahora qu¨¦? Si Catalu?a no invierte en Barcelona, la capital acabar¨¢ alej¨¢ndose del pa¨ªs y todos saldremos perdiendo. ?Reaccionamos, aunque sea tarde, o esperamos los primeros s¨ªntomas de anorexia? Si Catalu?a quiere una capital, tiene que pagarla, adem¨¢s de quererla. Si Espa?a quiere una segunda ciudad competitiva, que contribuya. Si Barcelona quiere atrapar los trenes que est¨¢ perdiendo, debe empezar por un cambio en la orientaci¨®n de la mercadotecnia y dejar de mirar por encima del hombro a sus potenciales inversores principales.
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