Votar por no votar
Se sabe por experiencia que, frecuentemente, las elecciones no se ganan, sino que se pierden. Los triunfales ganadores deben su suerte al hecho de que los votantes ya no quieren m¨¢s a los perdedores, quieren un cambio. Sin embargo, hoy en d¨ªa ese voto negativo ha adquirido una nueva dimensi¨®n. Una parte cada vez mayor del electorado ya no vota por B porque est¨¦ harto de A, sino que si est¨¢ harto de A ya no vota, y punto. La consecuencia es que B gana por incomparecencia, sin obtener votos, porque A ha perdido votos y, por consiguiente, B gana esca?os, a pesar de tener un electorado estable.Si esto suena a matem¨¢tica electoral abstracta, analicemos las elecciones que han tenido lugar recientemente en Europa. Casi sin excepci¨®n (Portugal fue una de esas excepciones) muestran un panorama de gente que se queda en casa de forma asim¨¦trica, o sea, el electorado de un partido o grupo de partidos que se abstiene por completo de votar. El ¨¦xito de Haider en Austria no se debe al hecho de que mucha gente cambiara su voto y se lo diera a su partido; en realidad, muy pocos lo hicieron. Lo que pas¨® es que la participaci¨®n descendi¨® en un 10%, y este 10% era gente que antes votaba a los partidos de la coalici¨®n rojinegra, los socialistas y el Partido Popular. Pero no es siempre el Gobierno el que pierde de esta manera. Hasta cierto punto, Aznar debe su victoria a que los votantes de la oposici¨®n socialista se quedaron en casa.
Un ejemplo extremo que viene al caso fueron las elecciones europeas de 1999. Los que se quedaron en casa probablemente pensaron que esas elecciones no ten¨ªan mucha importancia, pero, una vez m¨¢s, las abstenciones fueron asim¨¦tricas. Los beneficiados fueron los partidos con gran atractivo para los grupos peque?os, mientras que aquellos con poco atractivo para los grandes grupos salieron perdiendo. As¨ª es como el Partido de la Independencia (antieuropeo) obtuvo tres esca?os en el Reino Unido, mientras que el Partido Laborista sali¨® mucho peor librado que en las elecciones al Parlamento de 1997.
En el electorado siempre hay presente un elemento de apat¨ªa. Incluso puede describirse como corriente. Los polit¨®logos sol¨ªan decir que si de hecho votara el 90% del electorado ser¨ªa se?al de crisis m¨¢s que de salud democr¨¢tica. Muchas cosas, incluso un fin de semana familiar planeado desde hace mucho tiempo, deber¨ªan ser m¨¢s importantes que ir a votar. A buen seguro, si la apat¨ªa alcanza un cierto nivel, como en las elecciones europeas, conlleva una lecci¨®n. Y tambi¨¦n es peligroso. La apat¨ªa generalizada es siempre el otro lado del autoritarismo. Los grupos en el poder salen impunes de muchas cosas porque a nadie parece importarle.
Pero esta vez experimentamos otro fen¨®meno: el de la abstenci¨®n deliberada. "Aunque le vot¨¦, no me gusta el Gobierno, pero es imposible elegir a la oposici¨®n". Este comentario se puede o¨ªr a menudo en el Reino Unido. Esto podr¨ªa ser la perdici¨®n de Blair, porque si la oposici¨®n mantiene sus votos y el 10% de los que votaron a Blair en 1997 se queda en casa, el resultado ser¨¢ apretado. M¨¢s generalmente, la abstenci¨®n deliberada y asim¨¦trica conduce a unos resultados electorales totalmente inesperados. Y son igual de inesperados para los que llevan a cabo los sondeos de opini¨®n, porque es muy posible que haya gente que exprese una preferencia a una empresa de sondeos y no acuda a votar el d¨ªa de las elecciones.
?Qu¨¦ significa el nuevo fen¨®meno y qu¨¦ se puede hacer al respecto? La abstenci¨®n deliberada claramente significa que la antigua imagen de libro de texto de un Gobierno y una oposici¨®n que se enfrentan y se alternan en el poder ya no refleja la realidad pol¨ªtica. Hay un amplio terreno intermedio a caballo entre los partidos tradicionales y que, por tanto, puede ser ocupado por un Blair o un Aznar, una agrupaci¨®n "de izquierdas" o "de derechas". En cualquiera de los casos requiere una lealtad bastante superficial. Mientras el electorado no vea una alternativa puede olvidarse de esos Gobiernos y quedarse en casa. En estos momentos parece que en los pa¨ªses europeos entre un 5% y un 15% integra esta categor¨ªa de posibles abstencionistas.
Al mismo tiempo hay partidos con un alto grado de lealtad, es decir, partidos cuyos votantes acuden a las urnas, y que dan la impresi¨®n de volverse m¨¢s fuertes si los posibles abstencionistas se quedan en casa. Estos partidos podr¨ªan ser de la variedad Le Pen-Haider-Blocher, y tambi¨¦n podr¨ªan ser Nuevos Nacionalistas a lo Bossi o grupos catalanes, escoceses y otros. Una vez m¨¢s, el Parlamento Europeo da una idea de la diversidad que se genera.
No hay respuestas sencillas si de hecho se cree que se necesitan respuestas (remedios). Desde mi punto de vista, la votaci¨®n obligatoria es un error precisamente porque pretende excluir la opci¨®n de no votar. Y la educaci¨®n pol¨ªtica probablemente no resolver¨¢ el problema; tiende a llegar a los que de hecho no la necesitan. Algunos alegan que ahora tenemos demasiadas elecciones: europeas, nacionales, regionales, locales y, adem¨¢s, cada vez m¨¢s referendos. Y hay algo de verdad en esta queja. Se puede observar una abdicaci¨®n de la clase pol¨ªtica que adquiere la forma de democracia aparente, de dejar que la gente decida, cuando de hecho s¨®lo esconde un fracaso del liderazgo. Las elecciones deber¨ªan tener lugar donde tengan importancia y cuando la tengan realmente.
Aparte de eso, personalmente sigo convencido de que el sistema electoral del primero que pase la meta es el mejor remedio contra los embotellamientos. Ya se opte por la variedad brit¨¢nica ("mayor¨ªa relativa") o la francesa ("segunda votaci¨®n"), es probable que el sistema d¨¦ como resultado Gobiernos viables. Puede que -como el de Blair o Aznar- se basen en poco m¨¢s del 40% del voto popular, pero su legitimidad no se pone en duda. Los grupos m¨¢s peque?os con un alto grado de lealtad est¨¢n representados si pueden reunir suficiente apoyo en las regiones y hasta es posible que tengan que ser incluidos en coaliciones; pero no hacen imposible un Gobierno democr¨¢tico.
Hay que a?adir que los sistemas electorales no resuelven los problemas pol¨ªticos subyacentes. La abstenci¨®n deliberada es uno de esos problemas, y parece que vamos a tener que vivir con ¨¦l durante alg¨²n tiempo.
Ralf Dahrendorf es soci¨®logo, fue director de la London School of Economics y es miembro de la C¨¢mara de los Lores.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.