Adulterios en la red
Siempre hubo sexo, pero el sexo virtual es otra cosa. Ocurre en el ciberespacio, se apoya s¨®lo en palabras y excluye la sabrosa golosina del tacto. Dentro de un juego de MUD o en una room privada, los participantes establecen una conexi¨®n sexual mediante afirmaciones verbales, descripciones de acciones, alusi¨®n a efectos emocionales recibidos. Todo por escrito, en silencio, en medio de la intangibilidad. Con ello se desencadenan pasiones o adicciones muy fuertes, al punto de que para muchos usuarios de Internet esta experiencia es el principal atractivo de su pantalla.En la aventura, los hombres pueden presentarse como hombres y las mujeres como mujeres. Pero otros desarrollan el sexo como cabales personajes del sexo opuesto. Hombres que interpretan personajes femeninos para tener netsex (sexo en la red) con hombres, y hombres que adoptan personajes femeninos para tenerlo con mujeres, en lo que se llama el s¨ªndrome de la falsa lesbiana. Tambi¨¦n, aunque no est¨¦ tan extendido, se da el supuesto de mujeres que asumen roles masculinos para practicar netsex con hombres. Tras estas elecciones, algunos de los participantes disfrutan del sexo con una sola persona y otros se deciden por las peripecias m¨¢s enrevesadas del grupo. En general, no obstante, las aventuras virtuales, por complicadas que parezcan, suelen ser m¨¢s f¨¢ciles de vivir que las reales, aunque tambi¨¦n, como describe Sherry Turkle en su magn¨ªfico libro La vida en la pantalla, pueden conducir a complicaciones dom¨¦sticas significativas.
Un caso es el que sucedi¨® en un matrimonio en el que el marido, de 41 a?os, echaba de menos no haber tenido experiencia sexual antes de la boda. Entonces ensay¨® una aventura y el adulterio provoc¨® un gran disgusto de la esposa, quien, sin embargo, acept¨® al fin que el marido atendiera su necesidad de sexo en la pantalla. Pero ?no era esto un adulterio m¨¢s? ?l se dec¨ªa que era mon¨®gamo y que las pr¨¢cticas en la red serv¨ªan s¨®lo para llenar los vac¨ªos de su juventud. Pero ?qu¨¦ dec¨ªa ella? Ella consent¨ªa y le daba permiso, hasta que un d¨ªa descubri¨® que ¨¦l no s¨®lo hab¨ªa gozado ya de dos o tres mujeres electr¨®nicas sino que estaba adoptando papeles de mujer para relacionarse con hombres. Contra lo que pudiera esperarse, el travestismo no es demasiado raro en la red. Otro caso que relata Turkle es el de un hombre de 36 a?os que deb¨ªa soportar los juegos sexuales de su novia con otras mujeres, present¨¢ndose ella como un hombre. Lo m¨¢s duro para ¨¦l no era la infidelidad misma, sino que ella se hubiera revelado lesbiana. Aunque, por otra parte, agregaba, "si ella no es lesbiana en la vida real, ?c¨®mo romper una larga relaci¨®n por algo que s¨®lo consist¨ªa en un canje de palabras?".
El ciberespacio crea tesituras para las que no hay comportamientos seriados, o suscita cuestiones que repercuten en confusiones muy surtidas. As¨ª, un tercer caso, nada excepcional, es el que se plantea cuando alguien de la pareja cultiva una vida sexual con alguien que, probablemente, no se sabr¨¢ nunca qui¨¦n es (?jovencita?, ?chulo?, ?loco?, ?monja?). La idea de la infidelidad sobrevuela la relaci¨®n y los celos crecen, pero la cuesti¨®n no se tramita a¨²n con claridad. Teniendo que afrontar infidelidades y celos, ?no ser¨¢ preferible que se limiten a lo virtual? Descontando que todos somos due?os de fantas¨ªas er¨®ticas, ?no convendr¨¢ m¨¢s atenderlas con auxilio tecnol¨®gico, igual que otra potencial disfunci¨®n se trata con psicof¨¢rmacos? La red es un acceso franco a la pornograf¨ªa, al bestialismo, a la pederastia, etc¨¦tera. Pero ?no ser¨¢ en suma este recurso electr¨®nico la soluci¨®n para sanear la vida real de algunas concretas perturbaciones? Hasta el momento Internet ha sido tratado como un instrumento, pero poco a poco se va alzando con la categor¨ªa de una nueva existencia que interacciona con la tradicional. Sexo real o irreal hubo siempre, pero el virtual es otra cosa; afecta al antiguo tab¨² y a la virtud, a lo masculino y lo femenino, a las normas y a los pecados, al placer, al futuro mismo del deseo.
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