Monarqu¨ªa o rep¨²blica
Ante la apasionante perspectiva de cuatro a?os de mayor¨ªa absoluta triunfal del aznarismo, no queda m¨¢s remedio que mirar al futuro. Y el futuro empieza en 2004. Si el poder de la adulaci¨®n no puede con la elogiada terquedad de Aznar (y no hay indicio alguno de que ¨¦ste ceda porque s¨®lo los hombres vulgares son sensibles a las lisonjas), por aquel entonces habr¨¢ unas elecciones legislativas en las que el presidente no ser¨¢ candidato. Cuatro a?os son una eternidad en pol¨ªtica, dice el t¨®pico, pero, a la vista del estado de mercantilizaci¨®n del esp¨ªritu colectivo y del panorama que ofrece la izquierda, es perfectamente razonable utilizar como hip¨®tesis de trabajo que el heredero designado por Aznar gane las elecciones y, por tanto, sea elegido presidente del Gobierno.Sabemos que Aznar no se presentar¨¢ a las pr¨®ximas elecciones, pero seguir¨¢ como presidente del PP. Es palabra del propio Aznar. De modo que el futuro presidente del Gobierno se encontrar¨¢ en una situaci¨®n ins¨®lita. Ocupar¨¢ La Moncloa por decisi¨®n del electorado, pero pesar¨¢ sobre ¨¦l la sombra tutelar del presidente de su partido, un Aznar invicto que habr¨¢ dejado el poder por estricta voluntad propia. Probablemente, el nuevo presidente ni siquiera tenga los 10 millones m¨ªticos con los que Aznar ha borrado cualquier duda sobre su liderazgo. De modo que el hombre que liber¨® a la derecha espa?ola del estigma de la dictadura y le dio una legitimidad democr¨¢tica contemplar¨ªa la escena pol¨ªtica desde la calle G¨¦nova gozando del privilegio regio de disponer sobre lo que otros propongan. Durante su primer mandato (y sobre todo en campa?a electoral), Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar ha dado un gran protagonismo a su ilustre se?ora, Ana Botella. Es una novedad en la breve historia de la democracia espa?ola. Adolfo Su¨¢rez, Leopoldo Calvo Sotelo y Felipe Gonz¨¢lez gobernaron sin que sus distinguidas esposas asumieran el papel de primera dama. Ana Botella, s¨ª: ha sido algo m¨¢s que la fiel acompa?ante del presidente. Cuesti¨®n de imagen, dicen, pero en la sociedad de la comunicaci¨®n la imagen es el mensaje. Aseguran incluso que los expertos de La Moncloa tienen calculado el valor en votos de su intensa campa?a electoral.
La primera dama no es una figura muy extendida en las democracias avanzadas. Tampoco el primer se?or -o primer ministro consorte- en los casos en que la titular es una mujer. El marido de la se?ora Thatcher se distingu¨ªa porque las escasas veces que sal¨ªa junto a su esposa iba siempre varios pasos por detr¨¢s. De modo que esta instituci¨®n del gobernante consorte es una transferencia de la cultura mon¨¢rquica. Cuando la legitimidad no proviene del sufragio universal, sino de la estirpe, como ocurre con la monarqu¨ªa, es l¨®gico que se realce la pareja como fundamento del hecho din¨¢stico.
Con todos estos datos, nos podr¨ªamos encontrar, en el 2004, no s¨®lo con un presidente heredero tutelado desde el partido, sino adem¨¢s con una pareja -Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y Ana Botella- instalada en la calle G¨¦nova. De modo que el pa¨ªs tendr¨ªa una real pareja en La Zarzuela, un presidente en La Moncloa, y otra pareja real en la sede del PP. Curiosa pinza o simetr¨ªa, seg¨²n quiera verse. En un art¨ªculo escrito con motivo del ¨²ltimo Congreso del PP, expliqu¨¦ como el r¨¦gimen pol¨ªtico espa?ol podr¨ªa definirse como una monarqu¨ªa y su sombra. El presidente del Gobierno, al tener la legitimidad del sufragio universal, vive siempre en cierta rivalidad con la otra fuente de legitimidad pol¨ªtica, la monarqu¨ªa, que ostenta la jefatura del Estado, lo cual provoca una cierta deriva mon¨¢rquica de la funci¨®n presidencial. Aznar parece estar decidido a dar otro paso. ?l tambi¨¦n ejercer¨¢ de monarca con un presidente en funciones de primer ministro a su servicio. Pero las facultades del Rey para actuar sobre el presidente del Gobierno est¨¢n limitadas por la Constituci¨®n, mientras que las del presidente del partido sobre un primer ministro salido de sus filas no tienen otro l¨ªmite que la autoridad real y carism¨¢tica de cada uno. De modo que, desde G¨¦nova, Aznar tendr¨ªa todos los poderes para actuar m¨¢s como un presidente republicano en la sombra que para reinar como un monarca. S¨®lo le faltar¨ªa eso a la izquierda: que la rep¨²blica viniera por la derecha.
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