Ordenador
Ahora se cuenta el chiste de un coche ocupado por cuatro personas que sufre de repente una aver¨ªa. Los ocupantes son un mec¨¢nico, un f¨ªsico, un fil¨®sofo y un inform¨¢tico. El mec¨¢nico diagnostica que el coche se ha parado por causa de las buj¨ªas; el f¨ªsico dice que acaso se ha producido una interrelaci¨®n adversa entre varias fuerzas concurrentes, y el fil¨®sofo arguye que alg¨²n traspi¨¦ ontol¨®gico puede haber determinado la contrariedad. Ante ellos, el inform¨¢tico tercia diciendo que el problema se resolver¨¢ con s¨®lo salir y entrar de nuevo al coche.As¨ª, en efecto, recuperan su funcionamiento los ordenadores, reiniciando el proceso que se ha atascado, la orden que se ha atorado, que ha implosionado o se ha esfumado de la vista. Lejos de ser un aparato m¨¢s, el ordenador ha logrado una esencia psicol¨®gica a mitad de camino en la cadena de los seres vivos. A diferencia de otros muchos artefactos, no importa lo enrevesados que fueran, el ordenador oculta estrictamente, mediante los circuitos integrados, el secreto de su composici¨®n. La categor¨ªa de "transparencia", tan reclamada hoy en las instituciones pol¨ªticas, procede de los comienzos de la inform¨¢tica, cuando todav¨ªa era posible determinar en las calculadoras gigantes la detallada secuencia de la operaci¨®n. Ahora, sin embargo, la m¨¢quina es opaca, no se deja aprehender o comprender, y esconde un residuo enigm¨¢tico en sus tripas, que es donde anida su peculiar yo. A partir de ese yo, cualquier arbitrariedad se legitima: el ordenador desvar¨ªa, se ha bloqueado, protesta con unos extra?os enunciados, se extas¨ªa, repite; entonces lo justo es apagar. Apagar y reiniciar; recomenzar el di¨¢logo o la relaci¨®n, porque, a diferencia de otras herramientas, no importa de qu¨¦ clase, el ordenador posee car¨¢cter psicol¨®gico, motivaci¨®n de logro y capacidad de extrav¨ªo, delirios de ensimismamiento. Mil veces el ordenador asusta con un comportamiento inexplicable, o se muestra como muerto; pero ya, a estas alturas, no debemos creer en su defunci¨®n ni en una aver¨ªa compleja. Simplemente el aparato solicita ser mimado, reiniciado, reclamado desde su m¨¢s all¨¢ para devolverle la convicci¨®n de que es ¨¦l, como implacable ordenador, el que nos maneja.
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