Los clavos de Cristo
TEREIXA CONSTENLANo es justo que, llegados a estas fechas, salgan eminencias en el cuerpo y en el alma para especular sobre los clavos de Cristo. Que si los ten¨ªa entre el c¨²bito y el radio, en el tarso o metatarso. Que si las espinas no se trenzaron en una corona, que m¨¢s bien conformaban un casquete. Que si los latigazos le provocaron un choque hipovol¨¦mico antes de uno reflejo. Y que finalmente se muri¨® por asfixia y convulsiones espasm¨®dicas tet¨¢nicas. ?Por los mism¨ªsimos clavos!
Este tipo de cosas, dichas as¨ª, con ¨¢nimo cient¨ªfico, por un estudioso del dolor f¨ªsico de Jesucristo en la Pasi¨®n, pueden producir efectos secundarios poco recomendables. Lo de las convulsiones espasm¨®dicas tet¨¢nicas suena tan terrenal que se parece m¨¢s al parte m¨¦dico de una de las v¨ªctimas de Van Damme que al de una deidad.
Las reflexiones m¨¦dicas sobre la psique de Cristo no resultan m¨¢s reconfortantes. Los psiquiatras tienen habilidades maestras: capaces son de examinar la mente de Gengis Khan y deducir que era un tierno infante que no supo crecer y se dedic¨® a coleccionar barbaries para emanciparse de s¨ª mismo.
Cristo, est¨¦n tranquilos, no padec¨ªa una esquizofrenia paranoide, como podr¨ªan invitar a creer algunos cambios de personalidad: del sereno contador de par¨¢bolas al col¨¦rico arrebato (la expulsi¨®n de los mercaderes del templo fue uno de los primeros desalojos de la historia).
El psiquiatra Jos¨¦ Mar¨ªa Porta Tovar descart¨® que sufriera una esquizofrenia paranoide como se podr¨ªa pensar "por decir cosas fuera de lugar". De su examen del personaje, concluy¨® que fue un precursor del ecologismo, un militante del pacifismo y la tolerancia y un intelectual. La ¨²nica inc¨®gnita que no ha resuelto el m¨¦dico se refiere al dolor "existencial", as¨ª que prefiere no aventurarse.
Si hubiera habido peri¨®dicos, tal vez se evitar¨ªan tantas especulaciones. Por ejemplo, ya est¨¢ claro lo que piensa el arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo, de las hermandades. Dice que les tiene miedo. Y si a monse?or le asustan las cofrad¨ªas, que debe ser algo as¨ª como un temor existencial, a quienes est¨¢n en mantillas sobre el asunto -y desean seguir est¨¢ndolo- se le han puesto los pelos como espinas en casquete.
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