ESPERANZA O?A Un temperamento al piano
C
on la voracidad con que otros apuran cigarrillos, Esperanza O?a ingiere los bombones que guarda en los cajones de la mesa de su despacho de la alcald¨ªa de Fuengirola (M¨¢laga). La regidora, que se mantiene en el cargo desde 1991, excepto un par¨¦ntesis de dos a?os, come bombones con la sensaci¨®n de que ser¨¢n los ¨²ltimos que extraer¨¢ del caj¨®n de ese despacho: su etapa municipal concluir¨¢ en 2003. O?a, antes de los ¨²ltimos comicios locales, en los que obtuvo mayor¨ªa absoluta, ya anunci¨® que no se presentar¨ªa a la reelecci¨®n.
Su acceso a la C¨¢mara andaluza, donde jugar¨¢ un papel importante en el grupo parlamentario del PP como portavoz adjunta, inaugura, de hecho, el arranque de una nueva fase, en la que O?a regresa a la refriega parlamentaria, despu¨¦s de su experiencia en el Congreso de los Diputados, que le dej¨® cierto regusto amargo. A su amiga Celia Villalobos le confesar¨ªa que aquello no era lo suyo, as¨ª que se fue a mitad de legislatura (1993-95).
A Esperanza O?a (Sevilla, 1957), separada, dos hijos, la definen como una mujer de ideas claras, de armas tomar, ambiciosa y luchadora tenaz para obtener lo que quiere. Poco dada a las renuncias. Que se hab¨ªa dejado alguna asignatura pendiente por el camino hacia la madurez, como el piano, que nadie piense que es definitivo. En cuanto puede, zanja la disputa entre sus deseos y sus obligaciones. La del piano la despach¨® hace un a?o, cuando se apunt¨® al conservatorio de Fuengirola para arrancarse la espina; ya va por el segundo curso.
La alcaldesa, que siempre han ubicado bajo el paraguas pol¨ªtico de Javier Arenas, cultiva con esmero algunas relaciones estrat¨¦gicas, aunque sus amigos sostienen que su franqueza le ha costado alg¨²n problema dentro del Partido Popular. Adem¨¢s de Villalobos, mantiene v¨ªnculos amistosos con el delegado del Gobierno en Andaluc¨ªa, Jos¨¦ Torres Hurtado, y con la a¨²n ministra de Medio Ambiente, Isabel Tocino. Algunos encuentran notables paralelismos entre ambas, tambi¨¦n en lo ideol¨®gico, en esa inclinaci¨®n hacia el conservadurismo y la intransigencia, que se percibe con claridad en la ministra.
A diferencia de Tocino, cuya experiencia institucional parece haberla reafirmado en su punto de partida, la regidora de Fuengirola ha suavizado sus planteamientos hasta asentarse en el amplio club donde se juntan liberales y centristas del PP. Sin alcanzar la ¨®rbita de Amalia G¨®mez por su sensibilidad social, ni el estilo populista de Celia Villalobos, tiene algo de las dos. Es capaz de conectar con la gente -ha obtenido dos mayor¨ªas absolutas consecutivas- y de hilvanar un discurso social.
La nueva parlamentaria tiene un primer aire distante y r¨ªgido, provocado en parte por su poco arte para improvisar, que desaparece conforme gana en confianza o comodidad. Suple las carencias, como su escasa espontaneidad en el discurso, con una facilidad innata para aprender. Absorbe como una esponja, y trabaja como una mula. Para pesar de sus colaboradores, obligados a mantener su ritmo, posee una salud inexpugnable para los virus, que a lo mejor tiene que ver con su t¨ªtulo de Licenciada en Medicina, que a veces a?ora con la nostalgia que inspiran las cosas perdidas por libre elecci¨®n. Y la elecci¨®n de O?a por la pol¨ªtica no tiene marcha atr¨¢s. Una opci¨®n que defiende con el mismo ah¨ªnco que su vida privada, sus ideas y sus decisiones. Es temperamental y la consideran buena gestora, aunque su tir¨®n en Fuengirola tambi¨¦n ha sido gracias al dem¨¦rito del PSOE.
Tiene aficiones de ni?a bien como montar a caballo y tocar el piano, herencia natural dado su origen familiar, y una pasi¨®n por el ejercicio f¨ªsico, que ha relegado una pizca en los ¨²ltimos a?os. Se escapa al campo con frecuencia y, probablemente ayer, sigui¨® la procesi¨®n de la cofrad¨ªa de la Paz por el parque de Mar¨ªa Luisa. Una cita que no se pierde.
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