Las ciudadelas
Cualquier ciudadano que decida pasearse por la web del Ayuntamiento de Valencia y le entre la tentaci¨®n de ver el plan estrat¨¦gico de la ciudad, se ver¨¢ envuelto en un laberinto de pasos, fases, valoraciones y grupos diversos ocupados en distintas realidades y proyectos urban¨ªsticos de la ciudad. Las valoraciones de los llamados Grupos de Impulso y Seguimiento, total nada, le conducir¨¢n paso a paso por un did¨¢ctico, pero mareante sistema de valoraci¨®n de lo proyectado y lo ya realizado. Al final no es f¨¢cil saber cu¨¢l es el modelo de ciudad que nos est¨¢ llevando a tanta actividad constructora.Mas a¨²n, hace unos d¨ªas se presentaba el Anuario Estad¨ªstico elaborado por el Ayuntamiento. En ¨¦l se puede encontrar una especie de radiograf¨ªa, de foto fija, de la estructura urban¨ªstica y social de nuestra comunidad. Esta actividad febril en materia de vivienda, se acompa?a de un aumento importante del gasto medio por familia, donde la vivienda es un factor m¨¢s de ese incremento, pero no el primero ni el segundo. ?Para qui¨¦n y para qu¨¦ se construye tanto?
Ese mismo ciudadano estar¨¢ sorprendido con la noticia, tambi¨¦n de estos d¨ªas, de que Benidorm ha superado las previsiones de crecimiento que se esperaban para diez a?os. Su actividad urban¨ªstica ha alcanzado cuotas impensables, dicen los expertos, tanto que dentro de poco tendr¨¢ que crecer m¨¢s hacia arriba, dado que se queda sin suelo edificable. Hay que a?adir a todo esto que el consejero de Justicia anuncia la construcci¨®n de nuevos juzgados y palacios de Justicia, con la segunda fase del plan de Infraestructuras Judiciales de la Comunidad. Son las ciudades de la Justicia. Nuevas ciudadelas. Es l¨®gico que los profesionales de la Justicia vean bien y necesaria esta ampliaci¨®n y remodelaci¨®n de infraestructuras. Eso es indiscutible y no cabe duda de que facilitar¨¢ su trabajo, aunque no tengo tan claro que eso mismo ayude al ciudadano en su angustioso pase¨ªllo por la administraci¨®n de Justicia.
El ciudadano se queda perplejo ante esta actividad, asustado de tanta remodelaci¨®n de lo antiguo y planificaci¨®n de un nuevo centro de la ciudad, que est¨¢ repleto ya no de fincas sino de ciudadelas defensivas.
Unas ciudadelas caracter¨ªsticas de los a?os setenta, cuando el miedo a la entonces llamada inseguridad ciudadana hizo recuperar la vieja ciudadela medieval. Se puso de moda la construcci¨®n cerrada, mirando hacia dentro y protegidas, porque el exterior se auguraba inh¨®spito e inseguro. La ciudadela inspir¨® la construcci¨®n de los grandes hospitales, las conocidas y anticuadas ciudades sanitarias, al igual que los grandes almacenes comerciales y hasta los propios recintos universitarios. Lugares en los que sus habitantes pod¨ªan vivir y equiparse de lo necesario, sin tener que salir al exterior.
Hoy esas ciudadelas no acaban de encajar, no guardan correspondencia con las llamadas sociedades de la informaci¨®n y la comunicaci¨®n. No es necesario ser experto en urbanizaci¨®n ni en arquitectura, para darse cuenta del significado social que tienen esas construcciones. Y es que el ciudadano de ahora no quiere ni puede estar encerrado entre conocidos. Precisamente busca lo contrario, quiere estar conectado, conocer y adentrarse en nuevas aventuras, huir de lo habitual y cotidiano. Por eso sale del ambiente familiar, por eso no hay fin de semana, puente o vacaci¨®n que no aproveche para alejarse lo m¨¢s posible de su entorno. Las ciudadelas, como lo son por ejemplo algunas edificaciones de la Ciudad de las Ciencias, sorprenden porque son intimidatorias, porque pretenden que sus habitantes no salgan de su entorno, ofrecen piscina, gimnasio, sauna y hasta club social. Ese habitante tardar¨¢ poco en salir despavorido de esa osad¨ªa y de esa agresi¨®n psicol¨®gica a sus necesidades actuales. Las ciudadelas proporcionan una identidad fija a sus habitantes, que ser¨¢n conocidos hasta por su equipamiento de deporte o por su ba?ador diario en la piscina. Precisamente lo opuesto a las nuevas tecnolog¨ªas, que permiten a las personas desarrollar m¨²ltiples identidades, ya sea a trav¨¦s de los chats internautas o por correo electr¨®nico, mediante los discutidos juegos de rol, los viajes tur¨ªsticos o hasta las terapias de pareja, cualquier cosa que nos permita volver a empezar.
Es evidente que el anacronismo de las ciudadelas no se le escapa a nuestros pol¨ªticos. Entonces ?para qui¨¦n o para qu¨¦ est¨¢n construidas? Eso no nos lo dicen los Grupos de Impulso y Seguimiento, ni ninguno de los apartados del Anuario estad¨ªstico del ayuntamiento, ni los Planes Estrat¨¦gicos de la Comunidad. Mientras tanto no queda m¨¢s remedio que comprar para vender y volver a vender para comprar. No es de extra?ar as¨ª la hiperactividad del sector de la construcci¨®n.
Una perplejidad que aumenta si caemos en la cuenta de que actualmente en Valencia, a m¨¢s actividad de la econom¨ªa menos dinamismo de la pol¨ªtica. En este casi primer a?o de la segunda legislatura de Zaplana, mientras la econom¨ªa parece estar pasando por un per¨ªodo notable y alegre, din¨¢mico y euf¨®rico, la pol¨ªtica est¨¢ en punto muerto, a la expectativa. A la expectativa de lo que tenga que decir el presidente, me refiero a Aznar, a la expectativa de que el PSPV y otras fuerzas de la oposici¨®n resuelvan sus respectivas crisis, porque seg¨²n Mir¨® a eso se debe el retraso de los Estatutos, la Academia de la Lengua y los dem¨¢s temas pol¨ªticos. Y mientras la pol¨ªtica espera, recluida en una especie de ciudadela, se acumulan fuera los peque?os conflictos y los grandes temas.
La estrategia defensiva en esta ¨²ltima legislatura est¨¢ produciendo una bajada de tensi¨®n del impulso pol¨ªtico valenciano. Un descenso del virtual poder valenciano, que desdibuja el colorido que logr¨® en su primera legislatura. El discurso de Zaplana ante las Cortes valencianas, el pasado mes de marzo, estuvo plagado de di¨¢logo, consenso y acuerdo. Mucho de los dos primeros y menos de lo ¨²ltimo. Indudablemente que la oposici¨®n tiene mucha responsabilidad en eso, pero tambi¨¦n la tienen los que ganaron las elecciones. La mayor¨ªa absoluta y el miedo al ¨¦xito no justifican la paralizaci¨®n de la vida pol¨ªtica, y menos a¨²n si adem¨¢s va acompa?ada de una hiperactividad econ¨®mica. Hasta en Benidorm se buscan soluciones por elevaci¨®n para impedir el encierro. Si la ciudadela urban¨ªstica ya no tiene sentido ni funci¨®n en los tiempos actuales, tampoco es viable la ciudadela pol¨ªtica.
Adela Garz¨®n es directora de la revista Psicolog¨ªa Pol¨ªtica.
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