La vejaci¨®n a los jugadores
El Bar?a ha vuelto a los or¨ªgenes del nu?ismo con una parodia bufa que desacredita la imagen de modernidad y competencia del club. Sus dirigentes no han estado a la altura del prestigio de la primera entidad deportiva del mundo. De un plumazo ha vuelto el victimismo y la chapuza, defectos visibles del N¨²?ez de primera hora, aqu¨¦l que sirvi¨® como modelo para la arribada de un tipo de directivo que ha hecho fortuna: demagogo, ruidoso, poco fiable.De todas las penosas decisiones tomadas por el presidente del Bar?a, ninguna es m¨¢s reprochable que la vejaci¨®n a la que fueron sometidos los jugadores. Todos los argumentos del club resultaban m¨¢s que discutibles. El Barcelona hab¨ªa aprobado el calendario de la competici¨®n, hab¨ªa aceptado las fechas de las semifinales, sab¨ªa de los problemas que pod¨ªa causarle la utilizaci¨®n de 20 fichas profesionales en lugar de las 25 que permite la federaci¨®n, conoc¨ªa el riesgo de la masiva contrataci¨®n de internacionales extranjeros en perjuicio de los futbolistas de la cantera, admit¨ªa la presencia de ocho futbolistas que hab¨ªan integrado la selecci¨®n holandesa en el Mundial de Francia. Con estos antecedentes, la posici¨®n del Barcelona en el conflicto era muy d¨¦bil.
Sin embargo, el club ten¨ªa todo el derecho a defenderse, por muy reprochables que parecieran sus argumentos. Lo que definitivamente le quita cualquier asomo de raz¨®n es el uso que N¨²?ez -con el vergonzoso benepl¨¢cito de Van Gaal- ha hecho de sus jugadores. En lugar de asumir su punto de vista, hasta las consecuencias m¨¢s extremas si fuera el caso, N¨²?ez se demostr¨® culpable al utilizar al equipo como ariete de un plan absurdo.
Nada hay m¨¢s capital en un club que sus jugadores y lo que representan: la camiseta y el f¨²tbol. Convertirles en t¨ªteres de maniobras arteras, o sea privarles de su lisa condici¨®n de futbolistas para presentarles como s¨²bditos personales del presidente, es una humillaci¨®n de la peor cala?a. Reducidos al simple papel de empleados del club -con los deberes de obediencia que eso supone-, los jugadores del Barcelona han sido obligados a participar en un esperpento infame, bendecido por un entrenador que ha preferido actuar de palmero de N¨²?ez antes que defender la dignidad de sus futbolistas.
Al reproche ¨¦tico cabe a?adir el perjuicio que la decisi¨®n de N¨²?ez ha causado en la plantilla. P¨¦simo estratega, el presidente del Barcelona ha aniquilado el euf¨®rico efecto de la victoria sobre el Chelsea. En el trist¨ªsimo papel que les han obligado a representar, se puede pensar un proceso de desmoralizaci¨®n de los jugadores, atacados de ra¨ªz en su estima propia. No es la mejor manera de afrontar los grandes desaf¨ªos que le esperan al Bar?a. Pero eso a N¨²?ez le ha importado muy poco.
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