?No te vayas, Trenet! SERGI P?MIES
El cantante Charles Trenet, de 86 a?os, fue ingresado la semana pasada en el hospital americano de Neuilly, aquejado de una embolia cerebral. Ignoro si saldr¨¢ de ¨¦sta, pero como no s¨¦ rezar, llevo d¨ªas escuchando sus canciones, a ver si as¨ª contribuyo a que no se muera.Hace unos meses, estaba viendo la pel¨ªcula French kiss en TV-3 cuando, como parte de una excelente banda sonora, son¨® la canci¨®n Verlaine. Por un momento, pens¨¦: ?Trenet est¨¢ vivo o est¨¢ muerto?, y enseguida record¨¦ que, a pesar de su edad, acababa de grabar un nuevo disco. Unos d¨ªas m¨¢s tarde me regalaron un v¨ªdeo titulado Charles Trenet, as¨ª, a secas, perteneciente a la serie La chanson fran?aise. En la nota informativa de la car¨¢tula, escrita en italiano, puede leerse: "Da bambino, a Narbonne, voleva fare l'astronomo, o li poeta".
La ¨²ltima vez que estuve en Narbona fue con un amigo de origen italiano, pero afrancesado de adopci¨®n. Paseamos por plazas y callejuelas y hac¨ªa un viento fr¨ªo, seco y cabr¨®n, inapropiado para la pr¨¢ctica de la poes¨ªa, de la astronom¨ªa y de la nostalgia. No encontramos el restaurante que and¨¢bamos buscando, pero comimos en otro igualmente triste y desangelado en el que nos sirvieron mejillones gratinados. Al igual que Charles Trenet, que naci¨® en Narbona pero enseguida se traslad¨® a Perpi?¨¢n, fuimos a Perpi?¨¢n y compramos un libro titulado Boum!, que re¨²ne algunas de sus canciones.
De regreso a Barcelona, pusimos m¨²sica de Trenet en el coche y dejamos que pasaran el tiempo y los kil¨®metros. Son¨® una canci¨®n titulada Barcelone, que a los barceloneses no nos parece tan mala como es en realidad, y luego otra, muy buena, llamada Nationale-7. Al cruzar la frontera, record¨¦ una larga entrevista que, hace unos a?os, Trenet concedi¨® a un semanario franc¨¦s (Globe, creo).
En aquella entrevista, hablaba de Jean Cocteau, de Pablo Picasso, de esa mezcla de swing, optimismo y Tramuntana que define su estilo, de c¨®mo durante un tiempo estuvo mal visto no ser un amargado,de la chanson y sus circunstancias. Y tambi¨¦n hablaba de Dios. Dec¨ªa que no era creyente, pero que ten¨ªa dudas -en el v¨ªdeo, se le ve en camiseta, con gafas de sol y un tatuaje en el brazo, diciendo que, si existe el para¨ªso, le gustar¨ªa encontrar all¨ª a su admirado Louis Armstrong-. Trenet contaba que un d¨ªa, con casi 80 a?os a cuestas, estaba at¨¢ndose los cordones de los zapatos cuando, de repente, not¨® que ya no pod¨ªa levantarse, ni siquiera moverse, y que tuvo la seguridad de que la muerte estaba all¨ª, muy cerca, a punto de cortarle su enorme cabeza.
Y a?ad¨ªa Trenet que en aquel momento, agachado ante sus zapatos, con el p¨¢nico en el cuerpo, la sangre subi¨¦ndole a la cabeza y la muerte ansiosa por llev¨¢rselo al otro barrio, dese¨® seguir viviendo y, para salir del apuro, se jur¨® a s¨ª mismo: "Si consigo atarme los cordones y levantarme, creer¨¦ en Dios". Y entonces se levant¨®.
Ignoro si Trenet cumpli¨® con su promesa de creer en Dios o en el m¨¢s all¨¢, pero vivi¨® para grabar otro disco, para iniciar una nueva gira y para, como cuentan que le ocurri¨® el d¨ªa anterior a sufrir la embolia cerebral, almorzar con Charles Aznavour, con el que quiz¨¢ coment¨® el espect¨¢culo Y'a d'la joie! Et d'l'amour, que J¨¦r?me Savary mont¨® para homenajearle, o aquella frase de Georges Brassens, quien, seg¨²n cuentan, dijo que se llevar¨ªa todos los discos de Trenet a esa maldita isla desierta que tanto obsesiona a los periodistas mediocres.
En las im¨¢genes del v¨ªdeo, se ve a Trenet plet¨®rico, joven, alegre, optimista, disfrazado con una extra?a bata y cantando canciones llenas de surrealismo na?f y juegos de palabras o pintando cuadros o contando que aprendi¨® el catal¨¢n en Perpi?¨¢n. Al llegar a Barcelona, mi amigo y yo regresamos a nuestras respectivas casas. Por la noche, decid¨ª hacerme una tortilla de esas que aqu¨ª llaman "a la francesa" y que en Francia llaman omelette. Prepar¨¦ la sart¨¦n, el aceite, la sal y el huevo, y como siempre que me dispongo a romper la c¨¢scara, apost¨¦ conmigo mismo que ser¨ªa capaz de hacerlo limpiamente, sin destrozar la yema y acabar con el huevo -con perd¨®n- en el suelo. "Si lo consigo, creer¨¦ en Dios", me dije.
Pero, tras mi torpe maniobra, la yema, probablemente agn¨®stica, se rompi¨®, as¨ª que, para disimular mi verg¨¹enza, la bat¨ª con fuerza cantando Verlaine a grito pelado y para horror de mis vecinos: "Je me souviens, des jours anciens, et je pleurs" y recordando la vez que Trenet actu¨® en el teatro T¨ªvoli.
Yo no asist¨ª al concierto, pero compr¨¦ unas entradas y se las regal¨¦ a mis padres. Quiz¨¢ porque ellos me inculcaron el gusto por sus canciones, quiz¨¢ porque sab¨ªa que Trenet les recordaba su juventud (mientras que a m¨ª me recordaba mi infancia). Demasiada nostalgia para una sola familia, pens¨¦, as¨ª que me qued¨¦ fuera del teatro, sin sospechar que, a?os m¨¢s tarde, pasear¨ªa por Narbona tarareando sus canciones, dormir¨ªa en uno de sus hoteles preferidos (en las afueras de C¨¦ret) y le emular¨ªa intentando -cambiando los cordones de los zapatos por la c¨¢scara de un huevo- creer en Dios.
Por si todav¨ªa no se hab¨ªan dado cuenta, escribo todo esto porque no quiero que se muera Trenet y porque me obsesiona la imagen de sus zapatos de cordones guardados en el armario de la habitaci¨®n del hospital. No quiero que se muera y, sin embargo, observo que en el v¨ªdeo que me regalaron, todo el mundo habla de ¨¦l en pasado.
Todos menos ¨¦l, claro, que, despreciando la pegajosa tentaci¨®n de la nostalgia, confiesa: "Me habr¨ªa encantado nacer m¨¢s tarde y ser joven ahora. Lo ¨²nico que lamento es haber nacido en una ¨¦poca que no era lo suficientemente moderna". Y entonces caigo en la cuenta de que para que una ¨¦poca sea moderna hace falta que exista gente tan loca y optimista como Trenet.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.