La quinta renovaci¨®n
En realidad uso el t¨¦rmino de renovaci¨®n con una lealtad a la gram¨¢tica no demasiado precisa. Bajo tal expresi¨®n quiero agrupar hoy momentos y circunstancias del PSOE que a veces fueron m¨¢s all¨¢ de lo de renovarse y en otras ocasiones no llegaron a ello. Pero vale. Hagamos concesi¨®n al uso en boga y que la Academia me perdone el t¨¢ntum de ambig¨¹edad deliberadamente escogido.Como es sabido, ocurre que, tras las ¨²ltimas elecciones generales, dicho partido ha sufrido una de las m¨¢s grandes derrotas de su larga historia. Y, a tal efecto, suenan voces y se definen posturas, quiz¨¢ todas ellas cobijadas bajo la gran pregunta del qu¨¦ hacer. La pobreza ideol¨®gica de la campa?a electoral, la dimisi¨®n de Almunia como secretario general, las huidas que siempre se producen cuando las cosas van mal, el inevitable recuerdo de la figura y el tir¨®n electoral de Felipe Gonz¨¢lez, el imprevisto auge del l¨ªder del PP y su campa?a propia de un partido de electores, el fracaso del pacto PSOE-IU y el indudable desplazamiento de gran parte del centro hacia el partido de Aznar, todo esto ha sido ya comentado y supongo que tenido en cuenta "a la hora de la renovaci¨®n".
Ocurre, empero, que no es la primera vez en que el PSOE, voluntariamente o a la fuerza, se ha de sentar consigo mismo y modificar, adaptar, renovar o ceder en su propia raz¨®n de ser. Muy por el contrario, casi podr¨ªamos decir que se trata del partido que m¨¢s ha sufrido en sus propias carnes cambios de mayor o menor alcance, algo que, lejos de descalificaci¨®n, prueba su capacidad de saber acoplarse a la circunstancia de lo que la pol¨ªtica del momento (no se olvide que es el partido con mayor antig¨¹edad) o las demandas de la sociedad requer¨ªan. Como del pasado se aprende, bien vale el recuerdo.
En efecto, poco tiempo despu¨¦s de su modesta creaci¨®n, desde noviembre de 1909, el PSOE se integra en la llamada Conjunci¨®n republicano-socialista, en cuyo seno, y como bien ha escrito Cuadrat, se aplazan los objetivos del ideario inicial del PSOE (entre ellos la toma del poder del proletariado como clase explotada) y todo se sacrifica a la gran esperanza del cambio de r¨¦gimen: la tra¨ªda de la Rep¨²blica. Con este gesto, el PSOE lo que hace es sumarse a la gran corriente que la nueva izquierda, la no integrada en la tramoya canovista, presentaba en el primer tercio de nuestro siglo XX: intelectuales, sindicatos obreros, grupos regionalistas, desilusionados de la monarqu¨ªa por haber consentido el golpe de Primo de Rivera, etc¨¦tera. Todas las demandas concretas se aparcaban en el objetivo com¨²n de unir fuerzas para que llegara la Rep¨²blica, ansiada por todos como una panacea para "los males de la patria".
La segunda ocasi¨®n en que el PSOE, dejando a un lado su ideario, tiene que revisar postulados y personas, se sit¨²a en el instante mismo de la llegada de la Rep¨²blica. Durante el proceso de gestaci¨®n constitucional (1931) y durante todo el primer bienio. Ni la Constituci¨®n de la Segunda Rep¨²blica es una constituci¨®n socialista, ni las leyes emanadas de dicho bienio tuvieron tal cariz, a pesar de la campa?a anti-PSOE que la insistente derecha de entonces puso en marcha. Por ce?irnos a un ¨²nico ejemplo, no es posible llamar socialista a una Reforma Agraria que se hac¨ªa con indemnizaci¨®n de los afectados. Por lo dem¨¢s, la pol¨ªtica religiosa, claramente desacertada, se debi¨® al partido radical-socialista, y la reticencia a la concesi¨®n de Estatutos de Autonom¨ªa es algo que nadie puede negar. Una vez m¨¢s, el PSOE es el gran cededor en beneficio de la estabilidad del nuevo r¨¦gimen y mediante la alianza republicano-socialista.
Hay que dejar correr el tiempo y las circunstancias para llegar a la tercera renovaci¨®n: Suresnes y el 26? Congreso, ¨²ltimo celebrado en el exilio. Entonces se produce una transformaci¨®n total en casi todo. Cae el liderazgo de Llopis y toman las riendas del partido los componentes de una nueva generaci¨®n, con Felipe Gonz¨¢lez a la cabeza, que pretende, con ¨¦xito, "traer el partido al interior" y acoplar sus demandas a otra com¨²n misi¨®n del momento: establecer la democracia en Espa?a al final del franquismo y adaptar a ello el conjunto del partido. Lo dem¨¢s pod¨ªa quedar aparcado.
La cuarta ocasi¨®n toca mucho m¨¢s a fondo al sustrato del partido. En plena euforia, con los esquemas organizativos bien asentados y jugando a l¨ªder de partido de gobierno, Felipe Gonz¨¢lez lanza el reto: yo o el marxismo. En sus palabras: "Somos socialistas antes que marxistas". Aquello no ten¨ªa demasiada coherencia ideol¨®gica as¨ª expuesto. Pero se supo ver que era lo deseado por un electorado de centro-izquierda y por las tendencias cetroeuropeas de entonces y de ahora. Gonz¨¢lez gan¨® abrumadoramente la apuesta. En buena parte se pod¨ªa repetir lo que un d¨ªa se predicaba de Aza?a; es decir, Gonz¨¢lez era el PSOE y el PSOE era lo que quisiera Gonz¨¢lez.
?Y ahora? Ha fracasado la experiencia de caminar sin Felipe y ha fracasado igualmente el contenido de la ¨²ltima campa?a. Mucho se ha escrito al respecto. Miremos al futuro, dando por supuesto que el pa¨ªs necesita lo que el PSOE representa, como reconocen hasta los m¨¢s cualificados miembros de la derecha. ?Entonces? Vaya una opini¨®n en forma de s¨ªntesis:
1.Decidir previamente si lo que se quiere es un partido de electores cogelotodo, con ofertas y votos sin color. O si, por el contrario, se desea "algo m¨¢s". Aunque sea una pizca de algo m¨¢s. En la primera opci¨®n, el partido quedar¨¢ en una fuerza meramente liberal que compite ¨²nicamente ofreciendo un poco m¨¢s que el adversario en el terreno que sea.
2.Si se opta por lo segundo, es decir, por la afirmaci¨®n de que un partido socialdem¨®crata o de socialismo democr¨¢tico tiene que ser "otra cosa", la tarea urgente es buscar y articular ideas que permitan luego lanzar un mensaje electoral distinto al meramente competitivo. Esta b¨²squeda y plasmaci¨®n de ideas constituye el esfuerzo m¨¢s importante para el PSOE en estos momentos. Y se ha de hacer con sosiego. Para hoy o para ma?ana. Hay tiempo. Sobre todo porque se trata de ideas que tienen que calar en toda la militancia y en el amplio capital de un electorado hasta ahora fiel. Los modelos est¨¢n ah¨ª. No hay que ir muy lejos. Son los contenidos en la socialdemocracia que ha sido capaz de grandes logros en Europa despu¨¦s de la gran guerra.
3.Realizadas estas dos cosas (nunca antes), buscar l¨ªderes. Personas que transmitan. Parece que no, pero esto sigue siendo necesario en las campa?as y fuera de ellas. Sobre todo en tiempos de dominio de la opini¨®n p¨²blica y de sus medios. No se trata de sumar barones. Una idea puede valer por diez o doce barones. D¨¦se amplia cancha a la militancia, incluida la juventud, pero sin rechazar la experiencia. No se caiga en la joventucracia, ni en la absurda y cainita costumbre hispana de sacrificar a quienes cumplen cincuenta a?os.
Tres fases insoslayables si se desea de verdad renovar, reformar o lo que sea el PSOE. La importancia de lo que se haga llevar¨¢ en su seno el calificativo de lo realizado.
Manuel Ram¨ªrez es catedr¨¢tico de Derecho Pol¨ªtico en la Universidad de Zaragoza.
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