Camdessus y los pobres
Tras un breve periodo de silencio, el hasta hace pocas semanas director general del Fondo Monetario Internacional, Michel Camdessus, se ha soltado la lengua en una interesante entrevista en EL PA?S (23 de abril). En ella, Camdessus no tiene inconveniente en calificar de corruptos, avariciosos, acaparadores, o irresponsables, a los gobernantes de unos y otros pa¨ªses que durante casi 15 a?os han seguido a pies juntillas sus recomendaciones tendentes a liberalizar las econom¨ªas de sus pa¨ªses, reducir el gasto social, o rebajar la presi¨®n fiscal sobre los m¨¢s pudientes. Es m¨¢s, en lo que parece una s¨²bita reconversi¨®n a los ideales de la equidad y la justicia social, declara que no le importar¨ªa ver a todos ellos en la c¨¢rcel. Durante el mandato de Camdessus al frente del FMI, esta instituci¨®n -en la que un solo pa¨ªs, Estados Unidos, tiene casi el 20% de los votos, en tanto 43 pa¨ªses africanos apenas cuentan con el 3%- dedic¨® casi toda su atenci¨®n a la puesta en marcha de severos programas de ajuste estructural en unos y otros pa¨ªses del mundo. El sentido de tales programas era combatir los desequilibrios macroecon¨®micos -principalmente la inflaci¨®n y el d¨¦ficit p¨²blico- generados por el populismo o la mala gesti¨®n de los gobiernos.Am¨¦rica Latina y los pa¨ªses del Este de Europa fueron las regiones en las que las recetas de Camdessus y los funcionarios del FMI se aplicaron con mayor virulencia. Acuciados los unos por la crisis de la deuda y los otros por el derrumbe de las econom¨ªas socialistas, necesitados ambos de pr¨¦stamos para hacer frente a la situaci¨®n, no tuvieron m¨¢s remedio que aceptar las duras condiciones impuestas por el FMI para recibir los ansiados cr¨¦ditos. Unas condiciones tendentes a sanear los balances macroecon¨®micos y asegurar la devoluci¨®n de los pr¨¦stamos, con la promesa de un futuro de progreso y bienestar para todos. Un futuro, eso s¨ª, que solo llegar¨ªa tras una ¨¦poca de sacrificios, pues al fin y al cabo el desarrollo social solo ser¨ªa la consecuencia del crecimiento econ¨®mico, y ¨¦ste requer¨ªa de fuertes medidas de austeridad.
Recuerdo que cuando estall¨® la crisis de M¨¦xico de mediados de los 90, Camdessus lleg¨® a la capital de ese pa¨ªs en medio de gran expectaci¨®n. El Gobierno de Salinas de Gortari hab¨ªa sido puesto por el FMI como el ejemplo a seguir y el espejo en el que mirarse. Las dr¨¢sticas pol¨ªticas de ajuste aplicadas hab¨ªan logrado crear confianza en los inversores, atraer capital extranjero y generar un fuerte crecimiento. Pero de pronto, como si todo hubiera sido un sue?o, la econom¨ªa mexicana se desplom¨® como un castillo de naipes. Camdessus, asediado por una nube de periodistas que le interrogaban, se limit¨® a decir que la crisis no hab¨ªa sido la consecuencia de la pol¨ªtica econ¨®mica seguida, sino del grave deterioro social. Es decir, que la culpa era de los pobres, que no hab¨ªan sabido esperar pacientemente los beneficios de sus programas de ajuste, y con sus protestas lo hab¨ªan arruinado todo, creando inestabilidad y desconfianza. Lo social, que no formaba parte del enunciado, resultaba ser la causa del problema.
Ahora, tras una bonachona sonrisa de jubilado, Camdessus advierte al mundo de que la pobreza puede hacer saltar por los aires el sistema, y no duda en recriminar a unos y otros su escasa sensibilidad social a la hora de planificar y ejecutar la pol¨ªtica econ¨®mica. Quien durante d¨¦cada y media ha representado la ortodoxia neoliberal juzgando los ¨¦xitos y fracasos de los gobiernos en funci¨®n de par¨¢metros que poco o nada ten¨ªan que ver con la situaci¨®n real de las mayor¨ªas, nos alerta contra los efectos perniciosos de la desigualdad en Am¨¦rica Latina, la corrupci¨®n de los nuevos zares rusos a quienes ayud¨® a encumbrar y demoniza a los dirigentes thailandeses, indonesios o coreanos cuyos pa¨ªses eran, hace tan s¨®lo 10 a?os, ejemplos en los que seg¨²n el FMI deb¨ªan fijarse quienes quisieran emprender la senda del progreso. Realmente, es una pena que Camdessus haya decidido jubilarse e irse de casa, en vez de aprovechar su reci¨¦n estrenada madurez para colaborar con Amnist¨ªa Internacional, Greenpeace o M¨¦dicos sin Fronteras.
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