Vida y miserias de Eli¨¢n
En la trist¨ªsima aventura que lleva viviendo el ni?o cubano Eli¨¢n Gonz¨¢lez, desde que qued¨® abandonado en medio del Caribe a merced de los tiburones y fue salvado en extraordinarias circunstancias por un pescador que lo llev¨® a Miami, el gran triunfador ha sido Fidel Castro. Incluso quienes lo tenemos por uno de los m¨¢s sanguinarios y repugnantes dictadores que haya producido la fauna autoritaria latinoamericana, debemos quitarnos el sombrero: en su cuatrig¨¦simo segundo a?o de dominio absoluto sobre la desdichada isla de Cuba, el tirano m¨¢s longevo del hemisferio occidental se las ha arreglado, manipulando con fr¨ªa lucidez y escalofriante cinismo el caso de Eli¨¢n, para que, por un buen n¨²mero de meses, nadie hable de la satrap¨ªa en que ha convertido a su pa¨ªs, ni de la catastr¨®fica situaci¨®n econ¨®mica que padece el pueblo cubano, sino del ni?o m¨¢rtir y de la controversia jur¨ªdica y pol¨ªtica en torno a su destino; para desprestigiar al exilio cubano, present¨¢ndolo ante la opini¨®n p¨²blica internacional como intolerante, extremista e insubordinado contra la legalidad; y para acorralar a la justicia y al gobierno de Estados Unidos de tal modo que parezcan d¨¢ndole la raz¨®n y actuando seg¨²n sus designios. A esos extremos grotescos hemos llegado: Fidel Castro, defensor de la patria potestad y valedor de un pobre padre al que los bandidos nazi-fascistas de Miami quer¨ªan robarle su hijo, y el gobierno y la justicia estadounidenses d¨¢ndole la raz¨®n.Sin embargo, en vez de indignarse, conviene tratar de examinar lo ocurrido con serenidad. Parece in¨²til, a estas alturas, recordar que, quien est¨¢ en el coraz¨®n de esta historia, es un ni?o de pocos a?os, de padres divorciados, que ha vivido una de las m¨¢s terribles experiencias que cabe imaginar -la fuga de Cuba en condiciones m¨¢s que precarias, el naufragio y la muerte de su madre y casi todos los otros fugitivos, y las largas horas a la deriva en alta mar encaramado en una llanta-, lo que deber¨ªa haberle ganado un m¨ªnimo de consideraci¨®n y de respeto, pues es obvio que quien ha pasado por semejante trance, es un ser desgarrado, con un profundo trauma como secuela por delante. Pero no ha sido as¨ª, y desde un primer momento, Fidel Castro primero, y, luego, el exilio de Miami, vieron en el ni?o un instrumento que pod¨ªa ser utilizado en la lucha pol¨ªtica para ganar puntos contra el adversario. Error fatal del exilio, que cay¨® ingenuamente en la trampa tendida por el dictador, fue aceptar una puja pol¨ªtica sobre un asunto que debi¨® confinarse en el estricto plano jur¨ªdico. Como cab¨ªa suponer que el principio de la patria potestad, universalmente aceptado, prevalecer¨ªa a los ojos de la justicia, era imprudente y riesgoso convertir a la tesis del arraigo de Eli¨¢n en Estados Unidos en una bandera de la lucha contra la dictadura, porque esa batalla era dif¨ªcil, para no decir imposible, de ganar. Eso es lo que ha ocurrido hasta ahora, y probablemente se confirme cuando el tribunal de Atlanta d¨¦ su veredicto definitivo: que Eli¨¢n vuelva con quien ejerce sobre ¨¦l ese derecho incuestionado de la paternidad.
Que esta soluci¨®n fuera previsible, y ajustada a ley, no quiere decir que sea justa. Yo creo que es injusta e inmoral, porque, dadas las particular¨ªsimas circunstancias del caso del ni?o cubano, a quien el tribunal de Estados Unidos va a entregar a Eli¨¢n no es a su padre, sino a Fidel Castro, que es la ¨²nica persona que ejerce de verdad la patria potestad sobre todos los cubanos de la isla de Cuba, como lo explic¨®, en un art¨ªculo admirable refutando el libelo propagandista que escribi¨® Garc¨ªa M¨¢rquez sobre este tema, el historiador Manuel Moreno Fraginals. Pero ¨¦sta es una verdad ¨¦tica y pol¨ªtica, y los tribunales de los pa¨ªses democr¨¢ticos no juzgan en funci¨®n de realidades pol¨ªticas y morales, sino de leyes, aunque ¨¦stas contradigan y hagan escarnio de aqu¨¦llas, como ha sucedido en este caso. Con su buen olfato de animal pol¨ªtico que nunca se ha apartado del designio central de su existencia -permanecer aferrado con u?as y dientes al poder absoluto del que disfruta hace m¨¢s de cuatro d¨¦cadas- Fidel Castro advirti¨® el excelente provecho que pod¨ªa sacar de Eli¨¢n y se puso en acci¨®n.
Para saber que su designio no era la defensa de la ni?ez desvalida, basta echar un vistazo a su prontuario. Hace apenas siete a?os, en 1993, el dictador cubano, sin que lo turbara el menor escr¨²pulo moral, mand¨® hundir el remolcador Trece de Marzo en el que trataba de huir de la isla un buen n¨²mero de cubanos indefensos, y entre las v¨ªctimas perecieron cerca de una docena de ni?os, algunos de ellos de pocos meses. Y el escritor cubano C¨¦sar Leante acaba de dar testimonio, citando el ejemplo de sus propios hijos, sobre la suerte de ni?ez y adolescencia que depara el r¨¦gimen castrista, con sus escuelas regimentadas, campos de trabajo obligatorio, servicio militar de tres a?os y aventuras militares internacionales para satisfacer la megaloman¨ªa del l¨ªder. As¨ª que cabe poner en duda que la formidable movilizaci¨®n desatada por Fidel Castro hace meses en "defensa" de Eli¨¢n Gonz¨¢lez obedezca a sentimientos altruistas suyos en favor de la paternidad. En verdad, era una maniobra psicol¨®gica de distracci¨®n en el frente interno, y una astuta provocaci¨®n al exilio de Miami para inducirlo a adoptar unas posturas y actitudes que da?aran su imagen y parecieran confirmar los rasgos de extremismo y cerraz¨®n con que lo describe la propaganda castrista. En ambos objetivos, el dictador ha triunfado en toda la l¨ªnea.
Desde el exterior, los m¨ªtines multitudinarios que se llevaban a cabo a diario, por toda la isla, reclamando el regreso de Eli¨¢n, daban la misma lastimosa impresi¨®n que esas grandiosas manifestaciones populares estalinistas, hitlerianas, mao¨ªstas, o de Kim Il Sung, que pretend¨ªan mostrar la compacta unidad pol¨ªtica de un pueblo uniformado detr¨¢s del l¨ªder m¨¢ximo, y en verdad mostraban la absoluta servidumbre y regimentaci¨®n de una sociedad, despojada de la m¨¢s insignificante cuota de libertad, iniciativa y espontaneidad, convertida en un ej¨¦rcito de aut¨®matas, y actuando ciegamente en funci¨®n del miedo, la propaganda, el servilismo y las consignas del poder. Pero, es probable que, desde adentro, el espect¨¢culo adoptara otro cariz y que, machacados por la informaci¨®n unilateral incesante y demag¨®gica de todo un sistema medi¨¢tico orientado a la manipulaci¨®n psicol¨®gica del pueblo, muchos cubanos se tragaran los embustes oficiales y salieran a manifestarse de buena gana, en contra de los "secuestradores" de Eli¨¢n y a favor del pobre padre despojado de su hijo. Si hasta destacados poetas, y un Premio N¨®bel, pusieron su pluma al servicio de semejante farsa ?qu¨¦ cabe esperar del desorientado cubano del com¨²n, sin otras fuentes de informaci¨®n que las que destila sobre ¨¦l la propaganda del r¨¦gimen? Durante varios meses, el hambre, las miserables condiciones de vida, la indigna condici¨®n de cautivos pol¨ªticos, y la falta total de libertades y garant¨ªas ciudadanas, pasaron a segundo plano, para ese pueblo movilizado en zafarrancho de combate "por la liberaci¨®n de Eli¨¢n".
?Por qu¨¦ respondi¨® el exilio a esta maquiav¨¦lica provocaci¨®n pretendiendo retener al ni?o en Miami a como diera lugar, aun en contra de los tribunales y la administraci¨®n de Estados Unidos? En muchos casos, sin duda, por un genuino sentimiento de solidaridad con la madre de Eli¨¢n, que perdi¨® la vida tratando de que su hijo viviera como un ser libre, y por cari?o hacia el desventurado ni?o. Pero, en much¨ªsimos otros, por desesperaci¨®n y frustraci¨®n, ante un r¨¦gimen que, pese a haber arruinado el pa¨ªs y haberlo convertido en un campo de concentraci¨®n, parece m¨¢s inconmovible que nunca, con una comunidad internacional cada vez m¨¢s indiferente a la suerte de los cubanos, y que, resignada a Fidel Castro como a una alima?a ya inofensiva para todos los dem¨¢s (salvo el pueblo cubano), lo ayuda a sobrevivir, envi¨¢ndole masas de turistas y d¨®lares, o montando all¨ª industrias que aprovechan el trabajo esclavo que el r¨¦gimen les ofrece, y reclamando el fin del embargo estadounidense porque ?por qu¨¦ negarle a la dictadura cubana lo que se concede a la dictadura china o vietnamita? Yo entiendo muy bien la atroz sensaci¨®n de impotencia y de rabia que debe a veces abatirse sobre esos cubanos que, en el exilio, sienten que se pasan los a?os y que sus esfuerzos para minar y acabar con la tiran¨ªa que asola a su pa¨ªs son in¨²tiles, que el siniestro tiranuelo sigue all¨ª, indemne e insolente, sin ceder un mil¨ªmetro en lo que concierne a la represi¨®n y a las libertades p¨²blicas, o a los derechos humanos, y que son ellos quienes, m¨¢s bien, envejecen, o mueren, con la horrible sensaci¨®n de la derrota.
Pero la lucha pol¨ªtica no debe ceder jam¨¢s a la irracionalidad y a la mera pasi¨®n, sin que se desnaturalicen los ideales y los principios. La superioridad del exilio sobre la dictadura es que ¨¦sta est¨¢ erigida sobre la arbitrariedad y la fuerza y que aqu¨¦l defiende un sistema de libertad y de legalidad, en el que los derechos humanos est¨¢n protegidos y el inter¨¦s general se define por un sistema jur¨ªdico que las autoridades libremente elegidas tienen la obligaci¨®n de hacer respetar. Los exiliados de Miami que, en un insensato desplante, se negaron a acatar las decisiones judiciales y administrativas que ordenaban entregar a Eli¨¢n a su padre, no s¨®lo cometieron un error pol¨ªtico; hicieron un da?o a su causa, priv¨¢ndola de su mejor justificaci¨®n, que es el respeto a la legalidad, base del sistema democr¨¢tico. Este respeto no puede estar subordinado a la justicia de una causa, pues, si as¨ª fuera, lo que terminar¨ªa por imperar en la sociedad ser¨ªa el caos, la anarqu¨ªa y esa arbitrariedad que es el mejor caldo de cultivo para las dictaduras.
La conducta del gobierno norteamericano en este asunto ha sido bastante penosa, sobre todo la noche del 22 de abril, cuando, con el agravante de la nocturnidad, mand¨® asaltar la casa de los parientes de Eli¨¢n en Miami a un comando encasquetado y armado como si fuera a tomar a sangre y fuego un cubil de terroristas. Lo ha dicho de manera inmejorable un columnista de The New York Times, William Safire: lo ocurrido all¨ª "ha desprestigiado a Clinton, indignado a los moderados y degradado a Estados Unidos". Por eso, las encuestas muestran que, aunque una mayor¨ªa de norteamericanos estaba a favor de que Eli¨¢n fuera entregado a su padre, una mayor¨ªa a¨²n mayor condena por excesivo el despliegue de fuerza bruta empleada para capturar al ni?o y llevarlo a Washington. La fotograf¨ªa del soldado robotizado apuntando un enorme fusil ametralladora a un Eli¨¢n aterrado, que se encoge en los brazos del pescador que le salv¨® la vida, perseguir¨¢ a Clinton tanto como su propensi¨®n a bajarse los pantalones delante de las secretarias de la gobernaci¨®n de Arkansas y de la Casa Blanca, seguramente contribuir¨¢ a la derrota del Partido Dem¨®crata frente a los republicanos en las pr¨®ximas elecciones, y acaso impida a Hillary Clinton ganarle al alcalde Giuliani la senadur¨ªa por New York que ambos disputan. No deja de ser parad¨®jico que un Presidente bajo cuya administraci¨®n Estados Unidos ha alcanzado la mayor prosperidad econ¨®mica en su historia, sea recordado, en el futuro, sobre todo, por propasarse con las oficinistas a su servicio, y por mandar un truculento comando militar a capturar como si se tratara de un asesino de alta peligrosidad a un ni?ito de pantal¨®n corto, en una casa donde el FBI no encontr¨® una sola arma, a la que no proteg¨ªa un solo guardaespaldas y donde nadie opuso la menor resistencia f¨ªsica a la incursi¨®n militar. Cuando, loco de contento por lo sucedido, Fidel Castro proclam¨® que aquella noche hab¨ªa sido la primera, en cuarenta a?os, en que Estados Unidos y Cuba hab¨ªan vivido una tregua y un acercamiento, dijo una inquietante verdad.
Toda esta penosa historia ilustra, de una manera muy v¨ªvida, una antigua realidad: las dictaduras tienen unas ventajas indiscutibles sobre las democracias cuando se trata de dirimir diferencias sobre el terreno de la legalidad, una legalidad que impone unas reglas de juego que ¨¦stas se hallan obligadas a respetar y que limitan su accionar, pero que aquellas no respetan en absoluto salvo en los casos concretos en que favorecen sus tesis. En el caso de Eli¨¢n se ha visto con meridiana claridad c¨®mo la ley, dentro de una sociedad democr¨¢tica, pod¨ªa servir los intereses de un inescrupuloso s¨¢trapa, que se ha servido de ella para infligir un rev¨¦s a sus adversarios y darse, por un momento, un ba?o de legitimidad. La patria potestad es respetable, a¨²n cuando en este caso s¨®lo sirva para darle un poco de ox¨ªgeno al totalitarismo cubano y para debilitar la imagen pol¨ªtica del exilio de Miami.
?Cu¨¢l ser¨¢ el destino de Eli¨¢n, si regresa a Cuba? No es dif¨ªcil imaginarlo. Por un tiempo, mientras Fidel Castro pueda sacarle todav¨ªa alg¨²n provecho pol¨ªtico, la mojiganga continuar¨¢. El ni?o pr¨®digo ser¨¢ objeto del embeleso popular, el pajecito del r¨¦gimen, y su fotograf¨ªa, sonriendo en brazos del Comandante regal¨®n -acaso mes¨¢ndole cari?osamente las barbas con sus manitas- ante una multitud que brinca y a¨²lla de felicidad, dar¨¢ la vuelta al mundo, y acaso un destacado escribidor con muchos lauros dedique un elaborado reportaje a mostrar el precioso trabajo de orfebrer¨ªa psicol¨®gica en que un pu?ado de maestros, analistas y doctores de la Revoluci¨®n, lleva a cabo para devolver al pionero Eliancito el equilibrio mental y emocional luego de las tormentosas pruebas a que lo someti¨® la gusaner¨ªa instrumentada por el imperialismo. En su bell¨ªsima casa con piscina, Eli¨¢n tendr¨¢ la impresi¨®n de que en Cuba se vive con m¨¢s comodidades y opulencias que en Miami y disfrutar¨¢ mucho cuando, en los desfiles, en la tribuna de honor, los manifestantes lo saluden y coreen su nombre. Hasta que, m¨¢s tarde o m¨¢s temprano, Eli¨¢n, acaso ni?o todav¨ªa, acaso adolescente, dejar¨¢ de servir al gran histri¨®n y su vida experimentar¨¢ otro de esos cambios radicales que la jalonan desde que naci¨®: el regreso al anonimato, a la grisura y la escasez y la falta de horizontes que es el destino compartido de la inmensa mayor¨ªa de sus compatriotas, y a la abulia y la resignaci¨®n que permiten sobrevivir dentro de las sociedades estupradas por un dictador. O, qui¨¦n sabe, a la silenciosa y creciente rebeld¨ªa que lleva a muchos de sus compatriotas a actos tan temerarios como militar en un grupo de derechos humanos, o de informaci¨®n, lo que puede conducirlo a la c¨¢rcel, o, incluso, a treparse a una balsa de fortuna y lanzarse una vez m¨¢s al mar, como hizo su madre con ¨¦l en brazos a?os atr¨¢s, dispuesto a todo -a morir ahogado o devorado por los tiburones- con tal de escapar de esta patria avasallada a la que lo devolvieron, en estricta aplicaci¨®n de la ley, jueces, gobernantes y soldados de la m¨¢s poderosa democracia del mundo.
? Mario Vargas Llosa, 2000. ? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario El Pa¨ªs, SA, 2000.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.