Si no me votas, te mato
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ENVIADO ESPECIAL?Elecciones libres? No, gracias. ?ste parece ser el lema del presidente de Zimbabue, Robert Mugabe. Por primera vez en 20 a?os de reinado se enfrenta a una oposici¨®n fuerte y organizada, el Movimiento para el Cambio Democr¨¢tico (MCD). En las ¨²ltimas elecciones, en 1995, la Uni¨®n Nacional Africana de Zimbabue (ZANU-PF) logr¨® 147 de los 150 esca?os en juego (la Constituci¨®n de Zimbabue le otorga al presidente el privilegio de nombrar a dedo a 30 diputados). Mugabe est¨¢ acostumbrado a gobernar con mayor¨ªas absolutas descomunales y un min¨²sculo decorado de desafectos. En la pasada legislatura, uno de esos figurines se llamaba Margaret Dongo, que aspira ahora a renovar su esca?o por el distrito de Harare Sur. Ella fue quien denunci¨® en el Parlamento los casos m¨¢s sangrantes de la corrupci¨®n y que han dejado al r¨¦gimen en una situaci¨®n precaria.
En febrero de 2000, Mugabe celebr¨® un refer¨¦ndum nacional para enmendar la Constituci¨®n heredada de los Acuerdos de Lancaster House, que permitieron la independencia de Zimbabue en 1980. Todo parec¨ªa ir bien, como siempre bajo control, pero las revueltas estudiantiles de 1997, el despertar de unos poderosos sindicatos al margen del hegem¨®nico ZANU-PF, dirigidos entonces por Morgan Tsvangirai, el actual l¨ªder del MCD, crearon un microclima pol¨ªtico en el que, por primera vez desde 1980, germin¨® una oposici¨®n con capacidad de destronar al ZANU-PF. Esta oposici¨®n se estren¨® con ¨¦xito en la consulta de febrero, inesperadamente perdida por Mugabe.
Aquellas revueltas de 1997 eran la consecuencia del caos econ¨®mico: a?os de corrupci¨®n y saqueo, unidos a una p¨¦sima gesti¨®n, hab¨ªan destruido el mercado laboral, hab¨ªan incrementado la inflaci¨®n y los tipos de inter¨¦s y hab¨ªan disparado las cifras de miseria. El crash de 1997 se aliment¨® en gran medida por la decisi¨®n personal de Mugabe de aprobar una pensi¨®n vitalicia especial para los 50.000 veteranos de la guerra de la independencia. Les regal¨® 50.000 d¨®lares zimbabuenses y una paga mensual de 2.000 d¨®lares brutos. Este dinero, a cargo de las arcas del Estado y fuera del presupuesto anual, quebr¨® la econom¨ªa.
En 1998, la entrada en la guerra de Congo al lado de Laurent Kabila, Angola y Namibia rompi¨® otro lazo esencial: las ayudas del FMI, vitales para Zimbabue. El Fondo Monetario Internacional acus¨® al r¨¦gimen de gastarse los cr¨¦ditos para el desarrollo en el mantenimiento de sus tropas. Harare emplea en Congo el 50% de su presupuesto anual de defensa. Sin el FMI, se evapor¨® la gasolina y la victoria en el refer¨¦ndum de febrero.
Esa espectacular derrota, la primera que sufr¨ªa Mugabe en 20 a?os, encendi¨® las luces de alerta. Las elecciones legislativas estaban previstas para abril. El ZANU-PF de Mugabe acus¨® a los granjeros blancos de financiar al MCD, de entregarles camiones y tractores y de facilitar su campa?a a favor del no. Era verdad. Por eso, la guerra de la tierra no es un conflicto racial entre blancos y negros, ni siquiera sobre la propiedad de las granjas. Es, seg¨²n John Makumbe, el mejor analista pol¨ªtico de Zimbabue, "una gigantesca campa?a de intimidaci¨®n". Los granjeros que sufrieron la mayor violencia estaban relacionados con el MCD, como David Stevens, o hab¨ªan prestado sus fincas para efectuar m¨ªtines. El ataque ha dado resultados: los granjeros ya no muestran su apoyo p¨²blico al MCD o han restringido las ayudas econ¨®micas, al menos las m¨¢s visibles.
Las elecciones que deb¨ªan haberse realizado en abril se aplazaron a mayo; Mugabe disolvi¨® el Parlamento y puso en guerra a una porci¨®n (s¨®lo un 10% le sigue) de sus veteranos mezclados con juventudes del ZANU-PF. La Constituci¨®n dice que las elecciones legislativas deben convocarse en un plazo que oscila entre los 30 d¨ªas tras la disoluci¨®n del Parlamento y los cuatro meses, y que deben anunciarse con cinco semanas de anticipaci¨®n. El l¨ªmite es, pues, el 22 de agosto. En mayo resulta imposible.
Fuentes diplom¨¢ticas occidentales en Harare sostienen que Mugabe s¨®lo convocar¨¢ elecciones cuando est¨¦ seguro de ganarlas. Hasta esas fechas, los veteranos deben limpiar las granjas de disidentes, destruir las endebles bases del MCD en las ¨¢reas rurales, crear un ambiente de miedo -como cuando dicen a los campesinos que podr¨¢n conocer la orientaci¨®n de su voto- y dejar al MCD sin fondos. Enfrente, la maquinaria del Estado: televisi¨®n, tres radios, varios peri¨®dicos y el poder. Makumbe recuerda que, en la consulta de febrero, el no logr¨® mejores resultados all¨ª donde los interventores de la oposici¨®n pudieron dormir junto a las urnas.
Margaret Dongo y su peque?o partido no han logrado un acuerdo con el MCD para concurrir juntos a las urnas. Las estimaciones de Dongo son conseguir una veintena de diputados y que el MCD logre 60. Ser¨ªan mayor¨ªa absoluta. Todas las personas consultadas estos d¨ªas en Harare, locales y extranjeros, coinciden en un punto: si gana la oposici¨®n, habr¨¢ mucha violencia. El ZANU-PF, de hecho, asegura que volver¨¢ a la guerrilla si se da esta circunstancia. Es el mensaje del miedo que tratan de inculcar en el electorado: si no me votas, te mato. Tambi¨¦n se da por seguro un clima de violencia en el caso de una victoria del partido de Mugabe. "Habr¨ªa muchas venganzas", dice un diplom¨¢tico.
Los supuestos planes occidentales para rescatar a los blancos de Zimbabue -divulgados la semana pasada y que resultan prematuros en estos momentos- encontrar¨ªan en esas elecciones el ambiente adecuado para que puedan ser llevados a cabo. Pero m¨¢s que los blancos, la oposici¨®n ser¨ªa el objetivo.
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