Una llaga com¨²n.
Andr¨¦ Malraux, veterano en combates morales que en general se hab¨ªan revelado ilusorios, sosten¨ªa, en un momento de evidente desesperanza, que s¨®lo el arte era susceptible de redimir lo intr¨ªnsecamente indigente de nuestra condici¨®n, susceptible de hacer soportable el hecho de que el esp¨ªritu sea inevitable part¨ªcipe de la entrop¨ªa biol¨®gica. Comprometido en el sector republicano en la guerra de Espa?a, y m¨¢s tarde con la causa de la Revoluci¨®n china, el que fuera ministro de Cultura del general De Gaulle manifestaba as¨ª su convicci¨®n de que las distancias (ideol¨®gicas, pol¨ªticas o de circunstancias socio-econ¨®micas y afectivas) que separan a los humanos no lograr¨ªan jam¨¢s enturbiar el hecho determinante de que una llaga com¨²n, una matriz intr¨ªnsecamente quebrada, constituye nuestro origen y que nuestra tarea esencial (paradigm¨¢ticamente encarnada para A. Malraux en la obra de arte) es confrontarse a tal llaga.Cabr¨ªa incluso decir que las distintas modalidades de ordenaci¨®n social tienen legitimidad ¨¦tica s¨®lo bajo la condici¨®n (necesaria y suficiente) de que en cada una de ellas se perfile como horizonte esencial el alcanzar la situaci¨®n en la que todos los ciudadanos, cualquiera que sea su estatuto en la jerarqu¨ªa econ¨®mica y cultural, tengan como rasgo irrenunciable el confrontarse a la tarea de "mirar, medir, sondear" y eventualmente superar el abismo en el que nuestra condici¨®n se forja.
En esta tarea, el arte juega indudablemente un papel importante, pero posiblemente no exclusivo. Podr¨ªa incluso decirse que, en las modalidades socialmente m¨¢s inmediatas de su manifestaci¨®n, el arte es m¨¢s bien ocasi¨®n de desviar la atenci¨®n de aquello que a todos concierne. As¨ª cuando el arte es concebido como mero complemento ornamental de la existencia, veh¨ªculo entonces de diversi¨®n m¨¢s bien que pelda?o hacia la lucidez.
Pues el fermento en el que fragua la aut¨¦ntica obra de arte no es sino una radical disposici¨®n del esp¨ªritu, que se da en el artista tan s¨®lo porque el artista participa de la condici¨®n humana, y ha tenido la fortuna de no haber sido mutilado en lo que constituye el rasgo intr¨ªnseco, la naturaleza propia, de tal condici¨®n. La tensi¨®n que apunta a resolverse en la obra de arte est¨¢ tan lejos de ser milagrosa singularidad de un sujeto, que lo sorprendente es que no se manifieste en todos y cada uno de nosotros. Sorprendente y hasta profundamente escandaloso, pues la constataci¨®n de tal carencia hace surgir la pregunta: ?qu¨¦ se ha hecho con nosotros para que nos consideremos indignos de afrontar el desaf¨ªo que nuestra naturaleza conlleva?
Hay razones indisociablemente ¨¦ticas y est¨¦ticas para renunciar y repudiar toda modalidad de arte que parta de la divisi¨®n entre vida espiritual propia a gente universalizada por la informaci¨®n (gente refinada por el goteo de referencias) y vida espiritual propia a gentes carentes de la mediaci¨®n informativa.
Ello no equivale a decir que se puede catar y apreciar realmente (ya se trate de obra de arte o de un vino) si se carece de toda referencia. La tesis sostiene simplemente que las referencias que realmente cuentan tienen como funci¨®n exclusiva la de modelar las potencialidades que todos llevamos dentro. No se trata de referencias contingentes, es decir, susceptibles de encontrar o no encontrar terreno abonado (seg¨²n peculiaridades de tal o tal sujeto o de tal o tal marco cultural).
No hay tarea espiritual aut¨¦nticamente profunda que no se traduzca en fertilizaci¨®n de algo de lo que todos, potencialmente al menos, participamos. Tanto como decir que el ¨²nico arte verdadero es el arte que a todos concierne, el arte inmediatamente inteligible para todo aquel que habla... por el mero hecho de hablar.
Ello, obviamente, no supone que el destinatario de la obra de arte no tenga que cultivar su esp¨ªritu. Simplemente ha de cultivar lo esencial y no lo accidental; cultivar la potencialidad que tenemos de captar aquello que para todos significa, y no lo insignificante.
Estamos en suma reivindicando la tesis, esencialmente socr¨¢tica, de que se da un v¨ªnculo esencial entre vida profunda del esp¨ªritu y saber com¨²n, saber intr¨ªnsecamente compartido, sin el cual no cabe hablar de civilizaci¨®n.
El artista dispone en general de fr¨¢giles utensilios convertidos en poderos¨ªsima arma... por el mero hecho de ser instrumentos de raz¨®n com¨²n. Y la eventual conmoci¨®n que la obra de arte provoque ha de ser en cada uno emergencia de ese rasgo compartido. S¨®lo as¨ª la obra de arte es fiesta y en ella una civilizaci¨®n se reconoce y reconcilia.
V¨ªctor G¨®mez Pin es catedr¨¢tico de la Unniversidad Aut¨®noma de Barcelona.
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