La tarde amable
Fue la tarde amable de la feria. De repente todo el mundo era bueno. Y eso que se trataba de la corrida n¨²mero 13 (lagarto, lagarto). Para que luego digan.A la que hac¨ªa 13 (toca madera Pepelu¨ª, toca madera Pepelu¨ª), atronaban los ol¨¦s, se ped¨ªan las orejas, se cortaron cuatro.
Si no hubo m¨¢s (las 12, por ejemplo), no se debi¨® a falta de ganas. Ganas del p¨²blico, se quiere decir. Las orejas rebosaban los tejadillos. S¨®lo que los toreros (algunos) no estaban por la labor.
Si Miguel Abell¨¢n y El Juli no cortaron orejas en sus primeros toros nadie tiene la culpa, ni siquiera los toros. Un servidor tampoco. La culpa se les debe achacar a ambos coletudos, que estuvieron fatal.
Vaya forma de torear... Vaya manera de meter pico y destemplar y rectificar terrenos corriendo por all¨ª, como si estuvieran jugando al escondite.
Torrealta / Caballero, Abell¨¢n, Juli Toros de Torrealta, bien presentados en general, tres enterizos y resto (1?, 4? y 6?), inv¨¢lidos; nobles
Manuel Caballero: estocada ladeada perdiendo la muleta y rueda insistente de peones (oreja con escasa petici¨®n); estocada trasera ca¨ªda (oreja y petici¨®n de otra); sali¨® a hombros por la puerta de cuadrillas. Miguel Abell¨¢n: estocada ladeada a un tiempo, ruedas insistentes de peones y descabello (silencio); estocada ca¨ªda tirando la muleta (oreja). El Juli: estocada ladeada (palmas y algunos pitos); pinchazo y estocada desprendida (oreja). Plaza de la Maestranza, 5 de mayo. 13? corrida de feria. Lleno.
Y los toros, mientras tanto, encastaditos, noblotes, aguardando que alguien les presentara adelante y plana la pa?osa, les embarcara con dulzura -el alm¨ªbar ya lo aportaban ellos-, rematara limpio y ligara las suertes, poniendo en la cumbre el arte de torear.
Pero que si quieres arroz...
El desquite se lo tomar¨ªan los mencionados coletudos en los ¨²ltimos toros. Y si es cierto que perdieron, por su mala cabeza, la oportunidad de ganar la puerta del Pr¨ªncipe, m¨¢s vale tarde que nunca. A fin de cuentas, una oreja no es niguna.
La espoleta la prendi¨® Manuel Caballero, que ese s¨ª tuvo la puerta del Pr¨ªncipe en la punta de los dedos. No porque elevara el arte de torear a la cumbre (arte es precisamente lo que le falt¨®) sino porque mulete¨® voluntarioso, se gan¨® al p¨²blico y cada pase que daba se lo coreaban con un ?ole! encendido, de esos que llevan aire de jip¨ªo.
?Ole!
Y el ?ole! ven¨ªa de que Manuel Caballero estaba dando un derechazo. No se pregunte c¨®mo. Cuesta recordar... "?Usted recuerda la faena de Caballero al primer toro?", pregunt¨® un espectador a su vecino de localidad cuando lidiaban el tercero, y ni el vecino, ni nadie en torno, supo contestar.
Un servidor llevaba ventaja. Hab¨ªa tomado apuntes y constaba en ellos que tore¨® por derechazos y naturales con uso del pico,en tanto el toro, que estaba inv¨¢lido, se pegaba batacazos.
El cuarto toro tambi¨¦n estaba inv¨¢lido y Manuel Caballero le instrument¨® larga faena, por la izquierda un poco ful, por la derecha no tanto, aunque ligaba poco y la mayor¨ªa de los pases los remataba por arriba, que no es modo ortodoxo de rematar.
Pero ?ole! Y cuando en el mism¨ªsimo platillo cobr¨® la estocada le pidieron la oreja, luego la otra, que el presidente no concedi¨® y se gan¨® una bronca.
Visto el triunfo y o¨ªdos los oles Miguel Abell¨¢n se dirigi¨® a la puerta de chiqueros a recibir al quinto toro y de paso acabar con el cuadro. Y tir¨® dos largas cambiadas espeluznantes, ci?¨® ver¨®nicas, intercal¨® chicuelinas, remat¨®, son¨® la m¨²sica en su honor y dej¨® convertida la plaza en un manicomio. Quit¨® por chicuelinas, que le enganch¨® el toro (de los tirones se cay¨® al suelo), y en la faena de muleta se entretuvo en bordar el toreo. No por naturales, que intent¨® apenas y sin acierto, sino por derechazos de temple exquisito e intachable ligaz¨®n. Mat¨®, y tuvo el premio de la oreja.
?Iba a ser menos El Juli? Pues no iba a ser menos. Y se arrodill¨® a porta gayola, y tir¨® la larga cambiada, y veronique¨® de cine, e intercal¨® una chicuelina de rodillas.
A¨²n bull¨ªa el entusiasmo en el grader¨ªo cuando flore¨® un quite de serpentinas, cambios y recortes que dej¨® alucinada a la afici¨®n. Banderille¨® con la misma vulgaridad con que lo hicera en su turno anterior (el del fracaso) y le construy¨® al toro, tardo e inv¨¢lido, una faena emocionante, valent¨ªsima, intensa, a base de naturales ce?idos hasta la temeridad, en media docena de tandas abrochadas mediante el de pecho, o por bajo, con el mismo gusto y pasi¨®n. Y pues pinch¨® antes de la estocada se qued¨® en una oreja el premio que iba para dos.
Cuatro orejas, y en la corrida n¨²mero 13 (12 m¨¢s 1 queremos decir). Y en la Maestranza.
?Ay, Maestranza, qui¨¦n te ha visto y qui¨¦n te ve!
"Me hab¨¦is puesto a 200"
La de ayer fue una tarde cargada de curiosos detalles, algunos de ellos muy toreros.Los matadores brindaron cuatro de los seis toros que lidiaron, y todos fueron brindis muy relacionados con la fiesta.
El Juli dedic¨® su primer toro a ?lvaro Domecq, que, como siempre, asist¨ªa a la corrida en su barrera del tendido uno con un sombrero cordob¨¦s calado hasta las cejas.
Manuel Caballero, en el cuarto de la tarde, se dirigi¨® a Paco Camino, que estaba en el tendido siete, para brindarle la faena, y Miguel Abell¨¢n dedic¨® al p¨²blico su emocionante faena al quinto.
El momento m¨¢s curioso lleg¨®, sin embargo, cuando El Juli se dispon¨ªa a torear al sexto. Sac¨® del callej¨®n a sus compa?eros y les dijo: "Me hab¨¦is puesto a 200, os admiro mucho. Ahora tengo yo que estar a la misma altura".
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