Anna en el lago ANTONI PUIGVERD
Como un rel¨¢mpago, el nuevo Gobierno aznarista ha iluminado fugazmente, pero con toda precisi¨®n, el paisaje del lago catal¨¢n, que est¨¢ en horas nocturnas. Aquellas aguas anta?o pl¨¢cidas y ¨²ltimamente empantanadas de repente han aparecido conmovidas por una rara y poderosa turbulencia. En Girona (territorio que muchos consideran segura reserva nacional), este primer destello ha desconcertado a muchos comodones que imaginaban un futuro impermeable y nacional. Parece l¨®gico que el nombramiento de Anna Birul¨¦s cause en Girona un fuerte impacto: en toda la historia, s¨®lo hubo nueve ministros de origen gerundense (nacido en Verges, Camb¨® es, por cierto, uno de ellos). La excepcionalidad del fen¨®meno bastar¨ªa para justificar el impacto, pero no explicar¨ªa la profundidad del mismo. Un par de meses atr¨¢s, durante la campa?a, se hablaba aqu¨ª del PP como de un partido de alien¨ªgenas. Incluso despu¨¦s de las elecciones al Parlament, las que Maragall gan¨® moralmente y Pujol por los pelos, pareci¨® que, como en la vieja canci¨®n de Julio Iglesias, la vida segu¨ªa igual. De golpe y porrazo, acaba de ser prejubilada la visi¨®n de Catalu?a como algo inmutable.Pero antes de entrar en materia, desear¨ªa dedicar unas palabras a los comentarios m¨¢s frecuentes que han suscitado los ministros de origen izquierdista. Mayormente, han recibido recriminaciones burlescas y juicios de intenci¨®n moral. Sobre las burlas, al hilo de lo que ya escribi¨® Josep Ramoneda, dir¨¦ que son p¨ªldoras tranquilizantes. El sarcasmo satisface a los fieles que restan en el templo. Las iron¨ªas sobre los chaqueteros sirven para contemplarse bellamente en el espejo. De esta manera es f¨¢cil olvidar la pregunta fundamental: ?qu¨¦ est¨¢ pasando en la izquierda? Cierto: la fidelidad es un valor, pero tambi¨¦n la transgresi¨®n puede serlo. Habr¨¢ que juzgar a Birul¨¦s por su obra de gobierno, no por sus ¨ªntimas decisiones. Otra cosa fue la apostas¨ªa de Josep Piqu¨¦. ?l mismo invit¨® a ser juzgado, al arrepentirse en p¨²blico de supuestos pecados juveniles (juego ret¨®rico con el que pretend¨ªa ganar rentas de hijo pr¨®digo o pecador regenerado). Por el momento, la evoluci¨®n de Birul¨¦s, Pilar del Castillo o Celia Villalobos es tan leg¨ªtima como la de los que mantenemos fidelidades. Leyendo o escuchando estos d¨ªas seg¨²n qu¨¦ comentarios, he tenido la impresi¨®n de que, a algunos veteranos del antifranquismo, la fidelidad pol¨ªtica les pesa demasiado (como a aquellos curas, forzadamente sometidos al celibato, que encontraban un morboso regocijo en el ambiguo relato y en la sonora condena de las infidelidades que les confesaban).
Hay coincidencia general en la valoraci¨®n pol¨ªtica del papel de ministros catalanes de Aznar. El nombramiento de Anna Birul¨¦s tiene sentido estrat¨¦gico. Birul¨¦s y Piqu¨¦ est¨¢n ah¨ª para hacer pol¨ªtica catalana, para completar el tercer c¨ªrculo conc¨¦ntrico del aznarismo. El primero fue el de la unificaci¨®n y el fortalecimiento de la derecha espa?ola. Paralelamente, Aznar no gast¨® prejucios en la labor de acoso y derribo de la izquierda (aunque, en su descargo, hay que recordar que el PSOE le sirvi¨® en bandeja la mejor p¨®lvora). El segundo c¨ªrculo encierra la conquista del centro social y liberal. Persigue ahora culminar la obra desactivando los nacionalismos perif¨¦ricos (o, cuando menos, el catal¨¢n: sobre lo que acontece en el laberinto vasco no me atrever¨ªa a escribir en estos momentos una sola frase). La estrategia del PP tiene un interesante reverso: va a aceptar la especificidad catalana. Atenci¨®n: no se trata ya de mandar a Aleix Vidal-Quadras a tomar g¨¢rgaras. Para llevar a cabo la nueva operaci¨®n, el PP acepta adherirse a lo que Xavier Bru de Sala llama "el palo catalanista". Una Espa?a ligeramente te?ida de catalanismo y viceversa. Nada nuevo bajo el sol: quieren reeditar la vieja aspiraci¨®n de la burgues¨ªa catalana, de la que Camb¨® fu¨¦ el emblema m¨¢s conspicuo. Para ello cuentan, por una parte, con el cansancio que ha generado la ¨²ltima fase pujolista, y asimismo con la difusa pero intensa y general impresi¨®n de decadencia barcelonesa (que recalienta un viejo reflejo en la burgues¨ªa: arrimarse a la sombra protectora del Estado). Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar intent¨® esta jugada con Trias de Bes. Que el tipo no daba la talla era cosa sabida. Haber seleccionado m¨¢s tarde a Piqu¨¦ como emblema del viraje centrista y fichar ahora a Birul¨¦s demuestra no s¨®lo que est¨¢ mejor informado, sino tambi¨¦n que se permite el lujo de conectar con unos personajes cuya brillantez y fortaleza impidieron a Pujol contar con ellos.
Conoc¨ª a Anna Maria Birul¨¦s en mi juventud. Era una chica brillante, aplicada y singular. Fue educada por su padre (un comerciante culto y exigente que muri¨® demasiado pronto) en la ¨¦tica del trabajo. Vest¨ªa al gusto burgu¨¦s, sin dejarse llevar por la corriente progre, ligeramente mugrienta y uniformada en pana. Estudiaba ingl¨¦s cuando a la mayor¨ªa nos bastaba el franc¨¦s, afront¨® dos carreras de ciencias sin detrimento de las que corr¨ªa delante de los grises. En el a?o de nuestro COU, 1970, Anna le¨ªa a Marx (sab¨ªa relacionarlo con Hegel), pero tambi¨¦n a Solzhenitsin; escrib¨ªa en un catal¨¢n impecable que aprendi¨® por su cuenta; obten¨ªa matr¨ªculas en matem¨¢ticas. Su curr¨ªculo posterior es conocido: sus a?os en Berkeley, las empresas que ha dirigido. Hemos le¨ªdo los elogios que le regala Fabi¨¤ Estap¨¦ en sus memorias y sabemos que era la alumna preferida de Joan Hortal¨¤. Pocas personalidades sintetizan como ella las dos almas de la catalanidad contempor¨¢nea: los valores tradicionales que le inculc¨® su padre (ambici¨®n, tenacidad, rigor) y los rupturistas de su generaci¨®n (radicalismo, catalanismo cutural, ¨¦tica liberal). Esto no es un elogio. Intento subrayar la importancia de que alguien con semejante perfil sea la persona escogida por Aznar (aquel que en 1979 escrib¨ªa art¨ªculos azules en Logro?o) para que intente, junto a Piqu¨¦, reconstruir el camino de Camb¨®. En este camino van a encontrarse, seguramente, con otro ilustre laborante: Antoni Duran Lleida. Un par de meses atr¨¢s, la herencia de Jordi Pujol parec¨ªa cantada: Josep Llu¨ªs Carod acog¨ªa a los m¨¢s radicales; Pasqual Maragall al roquismo sin Miquel Roca para unirlo a la izquierda; Duran Lleida a los restos del naufragio. Pues bien: el t¨¢ndem Piqu¨¦-Birul¨¦s ha entrado en la disputa con fuelle impensable. En el centro izquierda catal¨¢n deber¨ªan estar sonando ahora mismo las alarmas. Reconocer que la jugada es buena es condici¨®n indispensable para poder superarla.
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