Qu¨¦ disgusto por una oreja
El presidente no concedi¨® la oreja del segundo toro a Pep¨ªn Liria y la que se arm¨®. Menudo disgusto hab¨ªa en la plaza. Al presidente, que dice ser y llamarse Francisco Teja, le pegaron un broncazo monumental que se tuvo que oir por toda Sevilla. Los que pasaban por fuera del coso debieron creer que dentro estaban matando a alguien.Con el griter¨ªo iban insultos de todo jaez. All¨ª, desde menciones intolerables a los antepasados del denostado funcionario hasta consideraciones gratuitas, perseguibles de oficio por su car¨¢cter ofensivo, respecto a la fidelidad conyugal. All¨ª desde amenazas hasta maldiciones. Y una exposici¨®n antol¨®gica de los peores vocablos de la lengua castellana, proferida a pleno pulm¨®n y con virulenta sa?a.
Cebada / Tato, Liria, D¨¢vila Toros de Herederos de Jos¨¦ Cebada Gago, bien presentados y armados excepto 2?, chico e inv¨¢lido; muy flojos, mansos, inciertos de feo estilo, algunos tambi¨¦n broncos; 6?, inv¨¢lido, manejable
3? se mat¨® al derrotar en un burladero y no fue sustituido. El Tato: estocada desprendida y dos descabellos (silencio); estocada corta y descabello (silencio). Pep¨ªn Liria: estocada desprendida y rueda de peones (petici¨®n y dos vueltas al ruedo clamorosas); pinchazo, estocada tendida, rueda de peones -aviso con mucho retraso- y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio). D¨¢vila Miura: su primero se mat¨® contra un burladero cuando iba a iniciar la faena de muleta; dos pinchazos, rueda de peones, otro pinchazo y estocada corta perpendicular (palmas). Abroncado el presidente, Francisco Teja, por no conceder una oreja a Liria. Plaza de la Maestranza, 6 de mayo. 14? corrida de feria. Lleno.
Deb¨ªa ser uno de los famosos silencios de la Maestranza.
Pep¨ªn Liria, opina uno (humildemente), merec¨ªa la oreja. Quiz¨¢ se trataba de una de las orejas ganadas con mayor honradez de cuantas se han visto en la Maestranza. Pero eso no quiere decir que el presidente estuviese obligado a otorgarla.
Antes al contrario, reglamento en mano no la pod¨ªa dar porque la petici¨®n no fue mayoritaria. De cada 20 espectadores, o m¨¢s, la ped¨ªa uno. S¨®lo que quienes la ped¨ªan lo hac¨ªan a gritos.
De un tiempo a esta parte se piden las orejas mediante aullidos y amenazas, corrompiendo as¨ª la sanci¨®n que siempre fue virtud democr¨¢tica de la fiesta de los toros. Uno recuerda, de chaval (hablamos de Las Ventas) que cuando hab¨ªa m¨¢s silencio era precisamente al pedir la oreja. Los aficionados eran conscientes del mecanismo democr¨¢tico que se sustanciaba y procuraban no manipular la votaci¨®n, que se expresaba agitando el pa?uelo. Un pa?uelo, un voto.
La moda es ahora imponer la petici¨®n por la fuerza; sacar dos pa?uelos o, como hacen en Valencia, la almohadilla, que es enorme y blanca, con lo cual una almohadilla equivale a media docena de votos. Y as¨ª ocurre que en todas las plazas de por ah¨ª se conceden las orejas a espuertas, por el procedimiento de coaccionar a los presidentes y obligarlos a conceder las orejas por narices.
El que dice ser y llamarse Francisco Tejera, sin embargo, tuvo las narices de aguantar la presi¨®n. Y le dir¨ªan de todo pero dio un paso (a lo mejor a¨²n corto) para reintegrar a la Maestranza el prestigio de plaza seria, que falta hace.
La Maestranza se ha convertido en una plaza cualquiera y esta feria que ya periclita es una elocuente muestra. Entre unos taurinos mendaces y unos cursis que les siguen el juego, han querido imponer los llamados silencios, que constituyen una coartada para que pase impune el fraude. Y la verdad es que lo han conseguido. Mientras los silencios se rompen con esc¨¢ndalos may¨²sculos por una simple oreja peluda, los toros sin trap¨ªo e inv¨¢lidos no los protesta absolutamente nadie.
El de Pep¨ªn Liria que hac¨ªa segundo, absolutamente impresentable, col¨® sin que nadie hiciera la menor observaci¨®n. Se desplom¨® al sentir el primer picotazo y qued¨® patas arriba a los pies del caballo y tampoco nadie protest¨® por eso.
Lleg¨® el toro reserv¨®n e incierto a la muleta y Pep¨ªn Liria le aguant¨® imp¨¢vido derrotes tremendos, consinti¨® lo indecible para sacarle angustiosas tandas de naturales y derechazos manteni¨¦ndose firme en su terreno y lo tumb¨® de una estocada. En definitiva, toda una proeza sin precedentes en esta feria de Sevilla.
Y con el quinto de la tarde, al que recibi¨® a porta gayola, lo mismo: pundonor, valor, aguantando los parones y los arreones de aquel descastado animal. Esta vez no mat¨® a la primera (y no hubo petici¨®n), lo que no resta m¨¦ritos a Pep¨ªn Liria, y suma argumentos para considerarle uno de los m¨¢s importantes diestros de la actual fiesta.
El Tato, con sendos toros violentos que desarrollaban sentido, no quiso complicarse la vida y tras probarlos (y tomar cuenta de sus intenciones), los pasaport¨® pronto.
El tercer toro se mat¨® al derrotar en un burladero cuando D¨¢vila Miura iba a iniciarle la faena, y se corri¨® turno. Alguien deber¨ªa tomar nota: en ese mismo burladero otros dos toros de la feria se han partido un cuerno por la mazorca. De donde cabe deducir que algunas cuadrillas lo utilizan de burladero de castigo.
El sexto toro result¨® manejable y D¨¢vila Miura le peg¨® derechazos con el pico desplaz¨¢ndolo hacia afuera. Y ¨¦sas no son formas. De todos modos le iban a pedir la oreja, y no pudo ser pues no mat¨® a la primera. Y la gente se march¨® harto frustrada.
Una corrida sin orejas es como un jard¨ªn sin flores, y el presidente ten¨ªa la culpa. Muchos, al irse, le miraban con rencor. Y algunos, que no pudieron contener la ira, le dec¨ªan: ?Canaya!
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