La momia estrena piso

El director del nuevo Museo Egipcio de Barcelona, Adolf Luna, rodeado de antig¨¹edades, muestra una herida fea en el pulgar: ?la maldici¨®n de la momia? No, no. "Me ha mordido una vitrina", explicaba, lo cual no contribu¨ªa precisamente a tranquilizar a los que lo o¨ªan, vista la profusi¨®n de vitrinas. En todo caso, la momia, las momias, pues hay varias, parec¨ªan tranquilas. Gozan de mucho m¨¢s espacio y eso siempre es de agradecer, aunque ellas no puedan disfrutarlo mucho, aprisionadas entre vendas desde hace media eternidad.El nuevo, luminoso Museo Egipcio de la Fundaci¨®n Jordi Clos ya est¨¢ habitado. Lo pueblan faraones, pr¨ªncipes, sacerdotes, artesanos, hipop¨®tamos, ibis, cocodrilos y una sorprendente profusi¨®n de dioses. Y las momias, claro.
"Este sistro es nuevo, miren el cartucho: indica que perteneci¨® a un fara¨®n, en este caso Amasis. All¨ª, Ajenat¨®n, in¨¦dito. Y unos vasos de fundaci¨®n de Rams¨¦s II". Jordi Clos se?alaba las piezas con orgullo de padre.
El empresario present¨® ayer su rutilante colecci¨®n dispuesta por fin en el nuevo edificio, un local de tres plantas en pleno Ensanche (Val¨¨ncia, 284), con un total de 2.500 metros cuadrados y cuya puesta en marcha ha requerido una inversi¨®n de 3.000 millones de pesetas. El museo, que exhibe unas 600 piezas arqueol¨®gicas, muchas de ellas no mostradas anteriormente -el antiguo museo, peque?ito, apenas acog¨ªa la mitad-, ser¨¢ inaugurado oficialmente ma?ana jueves y el d¨ªa siguiente se abrir¨¢ al p¨²blico.
Puede decirse que Barcelona dispone por fin de un buen museo de antig¨¹edades egipcias, digno de una gran ciudad. "Recuerda un poco al Museo de El Cairo, ?no?", se entusiasmaba Luna. El egipt¨®logo Luis Gonz¨¢lvez, conservador del museo, acotaba el asunto -"esto no es el Louvre"-, pero a la vez se?alaba las muchas maravillas del pa¨ªs del Nilo que ha reunido Clos en su carrera de coleccionista. La vista recorr¨ªa el espacio y saltaba, impaciente, de un objeto a otro: una rara representaci¨®n de Cleopatra, una pseudomomia itif¨¢lica ptolemaica, la realista estatua en madera de un funcionario, una bell¨ªsima cabecita en oro, la carne de los dioses, de Osiris -"tengo la barba en el caj¨®n de mi despacho: hay que ensamblarla", apuntaba Gonz¨¢lvez con el tono cari?oso de un Gepetto tebano-; una espectacular escultura del deforme dios Bes, retratos de El Fayum, una maqueta de barca digna de la tumba de Tutankam¨®n, un ushebti de un pr¨ªncipe ram¨¦sida, un trozo colosal de capitel con los rasgos de la vaca Hathor, la momia de un halc¨®n, sobrecogedores rostros dorados que devuelven la mirada desde el m¨¢s all¨¢...
La colecci¨®n se distribuye por temas: el fara¨®n, el mundo funerario, la arquitectura, los dioses... Un peque?o sector est¨¢ dedicado al mundo er¨®tico: min¨²sculas piezas de grandes falos confrontadas a la estatua de una concubina, espejos, palas de cosm¨¦ticos, un lecho de 5.000 a?os. En el pasillo de entrada, al inicio del recorrido, ha sido emplazado un torso de estatua osiriforme de Rams¨¦s II que remite, muy sugestivamente, a la imagen m¨¢s conocida de la misteriosa KV 5, la tumba de los hijos del gran fara¨®n en el Valle de los Reyes. La planta s¨®tano acoge la exposici¨®n fotogr¨¢fica Tutankam¨®n, im¨¢genes de un tesoro bajo el desierto egipcio.
En un gesto teatral -dejando caer lentamente el pa?o que la cubr¨ªa- y como colof¨®n de la visita, Jordi Clos revel¨® ayer su nueva adquisici¨®n, reci¨¦n llegada al museo: la gran estatua de un noble de la Dinast¨ªa XXVI (seis siglos antes de Cristo) portador de un altar de ofrendas.

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