?Valencianizar Espa?a?
Al poder valenciano le ha nacido un v¨¢stago, la valencianizaci¨®n de Espa?a. Hay que "valencianizar Espa?a", dice Francisco Camps, ex consejero de Educaci¨®n y ahora m¨¢s o menos alto cargo en el Congreso. Cierto que de tan tel¨²rico plan no se han enterado ni en Astorga, ni en Guadix ni en Badajoz; y si se enteraran, ya nos encargar¨ªamos los valencianos de tranquilizarles, si es que se huelen un proyecto de colonizaci¨®n a todas luces inexistente.Francisco Camps, por su parte, carece de las ansias mesi¨¢nicas de un Fichte y de las m¨¢s modestas de un Unamuno. Este ¨²ltimo empez¨® por querer "europeizar Espa?a", en la estela de Costa y dem¨¢s regeneracionistas. Laudable prop¨®sito del que, un siglo despu¨¦s, ya estamos en posesi¨®n de los cimientos. Y a este paso llegaremos a situarnos por encima de los cuernos de la luna europea en tan s¨®lo diez o doce a?os, seg¨²n la cient¨ªfica profec¨ªa del presidente del Gobierno se?or Aznar.
Unamuno cambi¨® radicalmente de opini¨®n porque as¨ª le soplaron los vientos del alma, siempre tan turbulentos y desbaratados en su caso. De modo que donde hab¨ªa dicho blanco dijo negro e invirtiendo los t¨¦rminos propuso, consciente de la campanada, la espa?olizaci¨®n de Europa. ?sta hab¨ªa sucumbido a los cantos de sirena del materialismo, de la raz¨®n, que ya se sabe, cuanto m¨¢s pura m¨¢s impura, pues m¨¢s se aleja de su lugar de nacimiento, que son las v¨ªsceras. El esp¨ªritu asediado perseveraba en la pen¨ªnsula y desde esta Covadonga hab¨ªa que lanzarse a la reconquista de la caqu¨¦xica Europa. Europa tom¨® tanta nota del plan Unamuno como Astorga del plan Camps.
Camps est¨¢ lleno de buenas intenciones y no de las que pueblan el infierno. Pero aunque su idea de valencianizar Espa?a no pase de nuestro reducto urbano, cabr¨ªa enfriar algunos ¨¢nimos desmadrados, sobre todo, con el fin de poner coto -aunque con menguadas esperanzas- a la banalizaci¨®n de la ret¨®rica pol¨ªtica. Para muchos de nuestros pol¨ªticos la cultura se ha convertido en un adorno que as¨ª les sienta como por los cerros de ?beda. Igual citan a Montesquieu sin conocer el alcance de su doctrina pol¨ªtica de los tres poderes como se lanzan a la lectura de san Juan de la Cruz cuando bien se est¨¢ san Pedro en Roma. Algunos han descubierto una vocaci¨®n period¨ªstica que los convierte en juez y parte con una galanura de talante digna de mejor causa.
Si Francisco Camps nos dice que su intenci¨®n -derivada del poder valenciano- es que las autonom¨ªas espa?olas se fijen y plagien el modelo valenciano para la soluci¨®n de problemas tales como la gesti¨®n de la Sanidad o de la educaci¨®n p¨²blica, la cosa cambia. No es mi prop¨®sito, en este art¨ªculo, decir si cambiar¨ªa para bien o para mal. Me parece natural que a Camps el "modelo valenciano" le parezca el mejor de los modelos posibles. Pero ¨¦l y tantos otros de sus cong¨¦neres deber¨ªan ser m¨¢s cuidadosos con el uso del lenguaje, no nos quedemos, con las dos muelas malas y sin la buena, como en el sucedido que nos cont¨® Calder¨®n de la Barca. Por expresarnos mal.
"Valencianizar Espa?a" es un concepto que supera, con mucho, las intenciones reales de Camps. No queremos valencianizar a nadie ni ser v¨ªctimas del proceso inverso, en lo que todav¨ªa nos queda de espec¨ªfico, que a decir verdad, no es mucho. Cierto que homogeneizar las costumbres y el way of life no significa una entrada a saco en las almas. Ning¨²n impero ha colonizado a nadie en su totalidad como persona. Subsisten percepciones sensoriales colectivas -m¨¢s obvias en unos individuos que en otros- entre los mismos colonizadores. El hombre del valle percibe horizontes cerrados, el de la llanura abiertos y el ribere?o absorbe la presencia inquietante de un mar siempre ambiguo en su enormidad.
Tal circunstancia, sin embargo, afecta m¨¢s a una intimidad profunda y vaga que al sistema de valores. O sea, m¨¢s a la psicolog¨ªa que a la sociolog¨ªa. De modo que cerca o lejos del mar, de la monta?a o de la llanura, podemos valencianizar sociol¨®gicamente Espa?a; pero me temo que, para bien o para mal, ese trabajo ya est¨¢ hecho y no somos los peninsulares quienes lo hemos hecho. El rock es de todos y no es de nadie -con independencia de su lugar de nacimiento- porque apela al m¨¢s bajo com¨²n denominador del ser humano.
Ministros o no ministros valencianos. En un a?o, a fines del siglo pasado, se dio la circunstancia de que 49 gobernadores civiles eran valencianos. Con eso, sin embargo, no se valencianiz¨® Espa?a ni el Dios que lo fund¨®. En las "rep¨²blicas bien concertadas" (la expresi¨®n es de Cervantes, lo que aclaro para evitar suspicacias de uno u otro signo) un ministro es un lobby. Que Zaplana tenga o deje de tener influencia y/o poder en el Gobierno central no tiene o no deber¨ªa tener relaci¨®n alguna con el peso estatal de Valencia. Que Borrell se llevara consigo al Ministerio de Hacienda a dos de sus m¨¢s ¨ªntimos catalanes (formidable Zabalza) no tuvo repercusi¨®n alguna sobre el poder catal¨¢n y s¨ª sobre el bien general, objetivo ¨²nico de los altos cargos en "las rep¨²blicas bien concertadas". Pedro Solbes no hizo nada en particular por Valencia, pero todo el pa¨ªs, Valencia incluida e incluido el ministro Rato, se benefici¨® de la labor de Hacienda de nuestro paisano. Tras una recesi¨®n europea que lidi¨® con tino, Espa?a estaba en la senda de la recuperaci¨®n ya en 1994 (para los olvidadizos y para los que prefieren no enterarse). Ministros quintacolumnistas perjudican al pa¨ªs y por ende, a pesar de ciertas m¨¢s o menos espectaculares apariencias, a su plataforma de origen. Claro que Franco no hizo nada por Galicia ni lo hace Fraga y eso tampoco.
En fin. No me banalicen los conceptos. Aunque s¨®lo sea para alegrarle el coraz¨®n a don L¨¢zaro Carreter.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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