La Iglesia espa?ola: ?actitud deleznable?.
El hispanista hispano-irland¨¦s Ian Gibson nos tiene acostumbrados a unos sabrosos y profundos ensayos sobre temas importantes, sobre todo contempor¨¢neos, de nuestra historia. Ah¨ª est¨¢n sus estudios, brillantes y decisivos, sobre el poeta andaluz Federico Garc¨ªa Lorca, que en los primeros momentos de nuestra "furia" civil desapareci¨® como por ensalmo entre las brumas de la sublevaci¨®n franquista.Por eso, ahora me extra?a que a la pregunta que le dirige un periodista sobre "una desmemoria a la que se acoge la Iglesia cat¨®lica, que se niega a pedir perd¨®n por sus pecados en la guerra civil", Gibson responda con furia casi prof¨¦tica: "Me parece que la Iglesia cat¨®lica mantiene una actitud deleznable, repugnante, inaceptable, ruin y miserable. Es una actitud inadmisible en gentes que se dicen cultas y maduras. Lo que ha dicho Rouco me parece incluso grotesco a fuerza de ser cosas crueles y mentirosas. Yo lamento los asesinatos de los curas, porque estoy contra la pena de muerte, pero la Iglesia fue la que sembr¨® la semilla del odio y la violencia. Tienen la obligaci¨®n de pedir perd¨®n y no son capaces. Son menos humildes que su propio jefe, el Papa; son cobardes y traicionan el mensaje de Cristo".
Empiezo por decir que no soy muy amigo de las "apolog¨¦ticas"; no me siento dispuesto a defender una determinada instituci¨®n porque pertenezca a ella. En todo caso, mi pertenencia es siempre tremendamente libre y cr¨ªtica. En el Concilio VaticanoII pude colaborar activamente en la redacci¨®n del Decreto de Libertad Religiosa, al que se opon¨ªan principalmente dos episcopados (de entonces): el espa?ol y el portugu¨¦s. Soy absolutamente antimaniqueo, y no creo que en una guerra civil, como la nuestra, en un lado estuvieran los izquierdistas, los anticlericales y los progresistas, y en el otro, los derechistas, los clericales y los conservadores. Hubo de todo en ambos bandos. ?sa fue la tragedia.
En segundo lugar, a pesar de todo lo que los que estamos dentro le echamos en cara a la instituci¨®n, y a pesar de que esta misma instituci¨®n ha sido a veces causa de nuestras angustias, de nuestras vacilaciones y de nuestras huidas, tenemos que reconocer que la primera instituci¨®n espa?ola que pidi¨® perd¨®n por su parte de culpa en la guerra civil fue precisamente esa Iglesia espa?ola, tan pol¨ªcroma y variada. Ah¨ª est¨¢ la Asamblea Conjunta Obispos-Sacerdotes, celebrada en 1971, donde la mayor¨ªa de los asistentes, adem¨¢s de reconocer que "la Iglesia no hab¨ªa estado a su altura en la reconciliaci¨®n del pueblo espa?ol", hac¨ªa una profunda y amplia autorrevisi¨®n de tipo social y pastoral, de referencias pol¨ªticas, de actitudes econ¨®micas. Todo est¨¢ publicado en la Biblioteca de Autores Cristianos. Naturalmente, no existe eso que los media llaman la Iglesia, sino un colectivo tremendamente plural y cambiante, como lo demostr¨® el propio Concilio Vaticano II y su evoluci¨®n posterior en sentido bidireccional.
Volviendo al fuerte anatema que Gibson lanza contra el cardenal Rouco, le recomendar¨ªa que leyese la entrevista que el 16 de abril le hizo el diario Abc. En ella, el presidente de la Conferencia Episcopal hace una declaraci¨®n que el historiador Gibson puede sin duda calibrar: "Con repecto al dato m¨¢s reciente de la guerra civil, m¨¢s all¨¢ de esa petici¨®n de perd¨®n, yo creo que ser¨ªa entrar en un terreno donde ni la historia ha llegado a juicios definitivamente reconocidos por toda la comunidad cient¨ªfica, ni donde se ha llegado todav¨ªa a una fase de superaci¨®n generacional. El problema es que tiene que haber condiciones para observar aquellos hechos, y por tanto, la verdad hist¨®rica, en las que no hay prejuicios y permita hablar de todo ello sin que, ni remotamente, queden amenazadas ni la reconciliaci¨®n ni la paz ya conseguidas".
Yo, que soy de la promoci¨®n anterior a la de Rouco, reconozco lo dif¨ªcil que es hablar en blanco y negro de aquel acontecimiento s¨ªsmico, que nos sumi¨® en una tremenda vacilaci¨®n, sin lograr situar en su preciso sitio ni a las personas ni los sucesos.
Leyendo la impresionante novela-historia Las cenizas de ?ngela se puede ser m¨¢s comprensivo con esa actitud tan temperamental de Ian Gibson. La influencia que un catolicismo sociol¨®gico como un respectivo protestantismo tiene todav¨ªa en la actitud de las dos Irlandas se nos hace a nosotros casi imposible de comprender a estas alturas del tercer milenio, a pesar de nuestro nacionalcatolicismo, que ciertamente no negamos, pero que intentamos superar por ambas partes.
Esa actitud de guerra casi civil en el coraz¨®n del viejo, civilizado y democr¨¢tico Reino Unido nos parece tan anacr¨®nica que no llegamos a cre¨¦rnosla si no la vi¨¦ramos en la peque?a pantalla.
Cuando un Papa cat¨®lico, y por m¨¢s se?as polaco, ha hecho unos esfuerzos dif¨ªciles para juntarse amablemente no s¨®lo con los otros cristianos, sino con las otras religiones e incluso con ideolog¨ªas que hasta ahora eran consideradas malditas (recu¨¦rdese Cuba), en el Reino Unido todav¨ªa pelean "cat¨®licos" y "protestantes" casi como en los tiempos de las cruzadas.
Mi viejo y querido amigo Enrique Miret Magdalena acaba de publicar sus memorias -Luces y sombras-, donde pone de relieve lo dif¨ªcil que a veces le ha resultado a un creyente quedarse dentro de la instituci¨®n sin perder su libertad, su juicio cr¨ªtico y su capacidad de discernir lo que en este colectivo cat¨®lico hay de desechable o, por el contrario, de sumamente apreciable. El propio Jes¨²s dijo que se trataba de un campo sembrado de trigo y ciza?a, pero donde la ciza?a tiene una especie de "derecho divino" de no ser arrancada hasta el final de la Historia.
Yo mismo recuerdo que, al llegar como estudiante a Roma a mis 20 a?os, escrib¨ª en mi diario ¨ªntimo: "Esto es un cubo lleno de basura, pero me consta que dentro hay un diamante. Me manchar¨¦ las manos con tal de quedarme con ¨¦l". Despu¨¦s de tantos a?os y vicisitudes ha sido realmente as¨ª.
Jos¨¦ Mar¨ªa Gonz¨¢lez Ruiz es te¨®logo.
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