China: autonom¨ªa en la globalizaci¨®n.
"Y el gato... sigue cazando ratones" Gran personalidad en una envoltura diminuta, el viejo Deng Xiaoping fumaba sin cesar, encaramado a un sill¨®n colocado de trav¨¦s y guarnecido por una peque?a mesa con las deliciosas tazas de t¨¦ verde, mientras convers¨¢bamos. Explicaba, sin levantar la voz, de manera pausada, el proceso de reformas en curso desde el 78 -empezando por la agricultura para acabar con el hambre secular- y la expectativa de duplicar el producto bruto en 20 a?os. Era el a?o 1985 cuando visit¨¦ China por primera vez.
Me interesaba conocer la compatibilidad entre sus propuestas de reformas claramente dirigidas a introducir una econom¨ªa de mercado en varias fases y el mantenimiento del discurso ideol¨®gico comunista que hab¨ªa fundamentado el nuevo Estado. El hombre, superviviente de tantas revoluciones, incluida la cultural, escuchaba con calma el cuestionamiento cartesiano que me estaba oyendo. En un momento, que parec¨ªa de impaciencia, me solt¨® la famosa frase, por la que recib¨ª un aluvi¨®n de cr¨ªticas en Espa?a, como si la hubiera pronunciado yo: "Gato blanco o gato negro, a nadie importa si caza ratones", dijo.
A?os m¨¢s tarde, leyendo El sue?o de Confucio, de J. Levy, comprend¨ª que la respuesta, atribuida a Confucio ("?A qui¨¦n importa el color del gato, siempre que cace ratones?"), era algo m¨¢s que el pragmatismo menospreciado por nuestra cultura latina. Se trataba de la recuperaci¨®n de una identidad milenaria, impregnada de una fenomenolog¨ªa de las pr¨¢cticas hist¨®ricas acumuladas, como gu¨ªa de la acci¨®n pol¨ªtica. Consejo para pr¨ªncipes de aquel lejano Maquiavelo.
Cuando tengamos un poco m¨¢s de perspectiva -y un poco menos de prejuicios occidentales- aparecer¨¢ la verdadera dimensi¨®n de este personaje del siglo XX que ha sido Deng Xiaoping. Deber¨ªamos mirar con atenci¨®n a China, el viejo imperio del centro, una historia y una civilizaci¨®n muy anterior a nuestra era, que mantiene sus pautas culturales e identitarias por encima de avatares hist¨®ricos que parecen revolucionarios. Mirar con atenci¨®n y dialogar constantemente.
Mantuve una conversaci¨®n parecida con Gorbachov, al comienzo de la perestroika, un a?o m¨¢s tarde. Admit¨ªa que el efecto a largo plazo de las reformas proyectadas inducir¨ªa a cambios pol¨ªticos en el sistema. Pero China comienza el 2000 habiendo multiplicado por cinco (un 500%) su riqueza del a?o 1980. Las dos d¨¦cadas a las que se refer¨ªa el viejo Deng han pasado, como ¨¦l mismo, y sus previsiones se han cumplido en mayor medida de lo que anunciaba. Todav¨ªa le queda por delante un largo camino. Son algo m¨¢s de la quinta parte de la sociedad humana, y participan, a pesar de este espectacular avance, en algo menos que Italia o Gran Breta?a en la riqueza mundial. Con menos porcentaje demogr¨¢fico -Europa, EEUU y Jap¨®n sumados-, disponen de m¨¢s del 70% de esa riqueza mundial. Pero si las cosas siguen como van, esta relaci¨®n de fuerzas va a cambiar en un par de generaciones. La evoluci¨®n contraria se ha producido en Rusia.
?Cu¨¢l es el color del gato que sigue, incansable y eficaz, cazando ratones?
En China lo llaman "econom¨ªa de mercado socialista". Una mutaci¨®n gen¨¦tica que parece fruto de la revoluci¨®n biotecnol¨®gica, pero que sigue resultando incomprensible y contradictoria para Occidente. El Banco Mundial registra, a?o tras a?o, cifras r¨¦cord de crecimiento y superaci¨®n de la pobreza. Datos desconocidos desde que hay estad¨ªsticas para la mayor parte de las provincias chinas y para el conjunto. Es cierto que ven¨ªan perdiendo posiciones durante casi dos siglos, porque su gran fracaso hist¨®rico hab¨ªa sido desengancharse de la revoluci¨®n industrial. En los albores del siglo XIX, su participaci¨®n en la riqueza mundial era del 30%. Ahora parece inexorable su recuperaci¨®n de posiciones, su deseada modernizaci¨®n.
Es inevitable establecer comparaciones, cuando observamos la implosi¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, la p¨¦rdida de posiciones de Rusia, su desastre econ¨®mico y el hundimiento de sus sistemas de salud y educaci¨®n. El otrora conflictivo gran hermano va a la zaga del proceso de cambios de China, y tardar¨¢, probablemente, generaciones en recuperar el punto de partida de los comienzos de la d¨¦cada de los ochenta.
Visito Pek¨ªn por tercera vez y la explosi¨®n de esta sociedad se hace patente en las calles. Cada vez el paisaje es radicalmente diferente del anterior. A¨²n mayor es la sensaci¨®n en Shanghai para todos los observadores. Me gustar¨ªa no abrumarles con cifras estad¨ªsticas, tan prolijas en los centros de poder chinos como en el Banco Mundial y otros organismos internacionales. Prefiero indagar en el hilo conductor de este espectacular proceso y plantear las preguntas sobre su futuro, sobre su papel en la revoluci¨®n informacional, en la nueva econom¨ªa, en el casino financiero global.
Lo que m¨¢s llama la atenci¨®n, y puede ser una de las claves para la comprensi¨®n de lo que pasa, es que China, durante 20 a?os, m¨¢s a¨²n tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y la desaparici¨®n de la pol¨ªtica de bloques, es el ¨²nico pa¨ªs que act¨²a con autom¨ªa significativa en el proceso de toma de decisiones. El ¨²nico que est¨¢ en condiciones de hacerlo en esta ¨¦poca de un solo polo de poder y globalizaci¨®n desequilibrada. Por eso asombra e inquieta.
Durante la crisis financiera del 97-98, la peor -?hasta ahora!- de la globalizaci¨®n, la regi¨®n del sureste asi¨¢tico sufri¨® una tremenda sacudida, con un Jap¨®n sin capacidad de reacci¨®n desde el comienzo de la d¨¦cada, y un r¨¢pido contagio a Rusia y a Brasil. Pero Pek¨ªn, cuando todos los analistas cre¨ªan y tem¨ªan a la vez que devaluar¨ªa su moneda, decidi¨® mantener la paridad del yuan. Era grotescamente divertido contemplar el aplauso, entre incr¨¦dulo y entusiasta, que los reunidos en Davos, meca del liberalismo y la nueva econom¨ªa, tributaron al viceprimer ministro chino cuando tom¨® la palabra.
Si recuerdan ese momento, que ya parece remoto, el temor a que la epidemia del sureste asi¨¢tico, r¨¢pidamente extendida a otros pa¨ªses emergentes, se convirtiera en pandemia y contagiara a los pa¨ªses centrales, dominaba en todos los ambientes. Si China devaluaba, siguiendo la corriente, la crisis mundial ser¨ªa inevitable. Pero al tiempo se crey¨® que el Gobierno chino, afectado por las devaluaciones masivas de su entorno regional, no podr¨ªa resistir a pesar de sus afirmaciones en Davos y en otros foros.
No ha sido gratuito para China, que ha debido pagar con deflaci¨®n el mantenimiento de su decisi¨®n monetaria. Pero hoy parece claro que el coste, para el pa¨ªs, para la regi¨®n y, probablemente, para todos nosotros, ha sido mucho menor que si hubiera sucumbido a los an¨¢lisis convencionales.
A China se le plantean retos y contradicciones de gran envergadura, tanto en el plano interno como exterior. La reestructuraci¨®n del sector p¨²blico industrial, la reforma del sistema financiero o la incorporaci¨®n a la Organizaci¨®n Mundial de Comercio son algunos de los m¨¢s significativos en el plano econ¨®mico. La apertura, la creaci¨®n de clases medias urbanas, con m¨®viles, conexiones a Internet, abundancia de coches, nuevos empresarios, etc¨¦tera, cambian las actitudes sociales y pol¨ªticas b¨¢sicas.
Pero, desde mi punto de vista, el desaf¨ªo m¨¢s decisivo para este inmenso pa¨ªs de 1.250 millones de habitantes va a ser su capacidad para incorporarse a las nuevas tecnolog¨ªas, para acceder abiertamente a la red y utilizar su potencial humano en un escenario radicalmente distinto del conocido como sociedad industrial.
La transformaci¨®n de la industria estatal se har¨¢, aunque el ajuste sea doloroso para decenas de millones de trabajadores. La productividad agr¨ªcola aumentar¨¢ r¨¢pidamente y los excedentes de esos dos tercios de la poblaci¨®n deber¨¢n encontrar acomodo en sectores de servicios, de los que el turismo tiene un enorme potencial. El sistema financiero se ir¨¢ abriendo y homologando al funcionamiento de los dem¨¢s pa¨ªses, superando dependencias y endeudamientos excesivos. La capacidad de consumo de la poblaci¨®n ir¨¢ creciendo a buen ritmo y los nuevos productos seguir¨¢n inundando ciudades y hogares.
La cuesti¨®n clave se sit¨²a en el desaf¨ªo de la revoluci¨®n tecnol¨®gica, con sus implicaciones, m¨¢s que en la superaci¨®n del retraso de la industrial. Para la recuperaci¨®n del retraso, el gato parece bien preparado para seguir cazando ratones. Incluso para incorporarse a la Organizaci¨®n Mundial de Comercio, que le abrir¨¢ nuevas posibilidades, aunque le obligue a nuevas reformas estructurales.
Las "nuevas y altas tecnolog¨ªas", como denominan a la feria de Pek¨ªn en la que acabo de participar como invitado, imponen otros requerimientos.
Si el nudo gordiano de la nueva frontera del siglo XXI estuviera en "la sociedad del conocimiento", de la que hablan Clinton y otros l¨ªderes mundiales, China tendr¨ªa que aumentar su esfuerzo, en cantidad y calidad de conocimiento, pero estoy seguro de que lo conseguir¨ªa.
Si, como creo, el conocimiento es la condici¨®n necesaria pero no suficiente para avanzar en el nuevo mundo que nace de la revoluci¨®n tecnol¨®gica, la respuesta se complica. Adem¨¢s de conocimiento, saber transmitido en cantidad y con calidad suficiente, es necesaria una nueva actitud cultural que facilite la innovaci¨®n, que impulse la creatividad y la capacidad de iniciativa personal para conectar lo que se crea y lo que se innova con los ciudadanos, que esperan recibir nuevo valor, nuevas prestaciones y servicios, resultantes de este esfuerzo. Hace falta, por tanto, esp¨ªritu emprendedor.
Las nuevas tecnolog¨ªas, las ligadas a la red, tienen car¨¢cter expansivo, no se reducen a un segmento espec¨ªfico y nuevo de la divisi¨®n del sistema productivo, como los tradicionales primario, secundario y terciario, sino que ir¨¢n afectando a todos los sectores de actividad, para terminar tocando la totalidad de la vida cotidiana. En definitiva, la penetraci¨®n en la red, desde la capacidad de innovar y emprender, definir¨¢ la posibilidad de ¨¦xito o fracaso en la nueva era que se abre.
A partir de aqu¨ª, estar o no estar dentro del c¨ªrculo, se plantear¨¢n las preguntas en torno a la finalidad que se persigue, de las actitudes humanas con que se afronta. Actitudes mercenarias descomprometidas o solidarias con la comunidad a la que se pertenece. Pero si no se supera esa frontera, el retraso ser¨¢ inexorable, se perder¨¢ la revoluci¨®n tecnol¨®gica.
La cuesti¨®n b¨¢sica se vuelve a plantear para China: ?qu¨¦ gato necesita para cazar esos ratones? ?Qu¨¦ pr¨¢cticas pueden llevar a ese inmenso pa¨ªs a seguir avanzando en su desarrollo, ahora definido por el acceso a la civilizaci¨®n informacional? Innovar, emprender, adem¨¢s de adquirir conocimientos, exige flexibilidad, libertad personal y ruptura de convenciones. ?Qu¨¦ pasar¨¢ cuando, en pocos a?os, 200 millones de chinos est¨¦n conectados a la red?
Quedamos en conversar sobre ello.
Felipe Gonz¨¢lez es ex presidente del Gobierno espa?ol.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.