68 no bastan JORDI S?NCHEZ
Nadie pone en entredicho que el Pa¨ªs Vasco y Catalu?a son dos realidades diferenciadas. Lo son en el ¨¢mbito social, econ¨®mico, cultural y tambi¨¦n en el pol¨ªtico, a pesar que en ambos casos amplios sectores de la poblaci¨®n manifiestan una fuerte sensibilidad para un mayor reconocimiento nacional. El factor nacionalista centra en los dos casos una parte muy importante del debate pol¨ªtico existente y determina en gran medida el comportamiento sociopol¨ªtico de los electores. Ello no impide que el desarrollo de las reivindicaciones nacionalistas sea muy diferente en un lugar y en otro. La reivindicaci¨®n nacional en Euskadi y Catalu?a ha tenido caminos diferentes s¨®lo unidos por la negaci¨®n que hist¨®ricamente Espa?a ha venido ejerciendo (salvo en contados periodos de la historia) contra los proyectos de afirmaci¨®n nacional vasca y catalana. ?sta es una evidencia que nadie que presuma de estar en su sano juicio puede negar. La existencia de ETA, con las consecuencias derivadas de la misma, es la prueba m¨¢s n¨ªtida de las diferencias que hoy se dan en las estrategias de construcci¨®n nacional en uno y otro caso.Sin embargo esa realidad diferenciada no parece ser suficiente para aquellos que de forma insistente y premeditada ponen en un mismo saco al nacionalismo vasco y al catal¨¢n. La ofensiva abierta desde el PP y tambi¨¦n desde amplios sectores de la direcci¨®n del PSOE contra el nacionalismo vasco no se limita a ¨¦ste y alcanza tambi¨¦n de lleno al nacionalismo catal¨¢n. Es perfectamente constatable un proceso de criminalizaci¨®n del nacionalismo vasco por parte de importantes sectores pol¨ªticos y medi¨¢ticos espa?oles que asocian ante los ojos de la opini¨®n p¨²blica el nacionalismo a la violencia existente. Ese discurso, aparentemente dirigido hacia el Pa¨ªs Vasco, llega tambi¨¦n a Catalu?a. ETA, a trav¨¦s de su existencia y de forma especial a trav¨¦s de sus cr¨ªmenes, brinda una ocasi¨®n de oro a los nacionalistas espa?oles para lanzar sus dardos ideol¨®gicos contra aquellos que cuestionamos la idea de la Espa?a Naci¨®n. ETA, parad¨®jicamente, se convierte en un instrumento plenamente funcional para los sectores m¨¢s recalcitrantes del nacionalismo espa?ol, para aquellos para los que el Estado de las autonom¨ªas es ya la culminaci¨®n de todo proceso de descentralizaci¨®n posible y para los cuales no hay m¨¢s pasos que hacer en el camino de la plurinacionalidad.
La finalizaci¨®n de la tregua por parte de ETA y la propia existencia de Lizarra como proyecto ha servido para tejer desde las principales instituciones pol¨ªticas espa?olas una fina tela de ara?a con el objetivo de envolver todo aquello que tuviera la osad¨ªa de moverse cuestionando la vigencia del modelo auton¨®mico de 1978 o simplemente de dirigir su atenci¨®n a posibles reformas que convirtieran la Espa?a ¨²nica en la Espa?a plural. Una tela de ara?a creada con la misi¨®n de negar autoridad democr¨¢tica al nacionalismo vasco y catal¨¢n y de dificultar el paso a las propuestas reformistas que hasta el momento han sido planteadas incluso por fuerzas no reconocidas como nacionalistas, como es el caso del PSC y de Pasqual Maragall. Tengo la sensaci¨®n que a fecha de hoy las posibilidades de avance para un reconocimiento de la plurinacionalidad de Espa?a son m¨¢s escasas que hace unos a?os. Por un lado porque el Gobierno popular dispone de una c¨®moda mayor¨ªa absoluta que no le obliga a hacer ning¨²n tipo de concesi¨®n ni de pacto para garantizar su estabilidad en el gobierno. Por otro lado el principal partido de la oposici¨®n, el PSOE, parece que s¨®lo tiene una cuesti¨®n clara dentro del mar de dudas que le acechan: reafirmarse en su vocaci¨®n de partido espa?ol que debe salvaguardar la integridad de la Constituci¨®n de 1978. Un ejemplo de las consecuencias de este nuevo escenario lo tenemos en las recientes declaraciones del PP diluyendo enormemente la dimensi¨®n de la reforma del Senado y la posibilidad de que ¨¦ste se convierta en una c¨¢mara parlamentaria donde las diversas lenguas tengan cabida.
El catalanismo pol¨ªtico, y de forma muy especial el nacionalismo catal¨¢n, necesita de una
reacci¨®n r¨¢pida para evitar caer definitivamente en un escenario donde se imponga una par¨¢lisis pol¨ªtica. Lo peor que puede ocurrir es que el modelo auton¨®mico se d¨¦ por zanjado y que toda posibilidad de reforma se aplace sine die. Catalu?a requiere un nuevo impulso social y pol¨ªtico para el cual es imprescindible abrir nuevas etapas y disponer de un nuevo marco de reconocimiento institucional (en el Estado, en Europa y en organismos internacionales) y especialmente de un nuevo modelo de financiaci¨®n auton¨®mica. ?sta es la prioridad para Catalu?a en estos momentos y tengo la impresi¨®n de que CiU ya no puede conseguir esos retos. El apoyo brindado al PP por parte de CiU s¨®lo va a servir para permitir que el partido nacionalista siga administrando Catalu?a gracias al apoyo del PP catal¨¢n. S¨®lo con un acuerdo amplio de la mayor¨ªa parlamentaria catalana se puede aspirar a situar de forma razonable los retos antes mencionados en el debate pol¨ªtico espa?ol. El problema es que mientras CiU siga apoyando al PP en Madrid pocos pactos unitarios en Catalu?a ser¨¢n posibles. Precisamente un acuerdo amplio en Catalu?a puede romper esa tela de ara?a que ahoga la diversidad nacional tejida desde la visi¨®n m¨¢s centralista de Espa?a. Pujol puede seguir planteando regates a corto plazo si lo ¨²nico que busca es su continuidad sin sobresaltos. Pero si lo que quiere es sentar las bases para un escenario distinto s¨®lo puede realizarlo olvidando los apoyos rec¨ªprocos entre CiU y PP y tambi¨¦n los posibles acuerdos bilaterales con ERC en Catalu?a. Pujol puede necesitar 68 diputados (mayor¨ªa absoluta) para mantener su gobierno, pero Catalu?a necesita de muchos m¨¢s para plantear con posibilidades de ¨¦xito su futuro m¨¢s inmediato.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.