Gregory Peck asegura en Cannes que ya no hay estrellas de cine como las de antes
El actor norteamericano presenta un documental sobre su vida realizado por Barbara Kopple
ENVIADO ESPECIAL?Ustedes recuerdan a ese hombre de flequillo bien negro, cejas que imprim¨ªan car¨¢cter de capit¨¢n de los mares y p¨®mulos como proas de barco? ?No echan en falta a las estrellas de cine? Por Cannes pas¨® una ayer. Gregory Peck parec¨ªa el mismo mes¨ªas de una ¨¦poca que ya no existe, la de aquellos milagros que no se convert¨ªan en los repetidores de t¨®picos que pueblan las pantallas hoy. "?Que si hoy quedan estrellas como las de aquellos a?os? De ninguna manera", estamp¨® en titulares el actor, de 84 a?os, locuaz, directo, amable, con la risa viva y vestido con la aureola de la casta a la que pertenece.
No hab¨ªa forma de encontrarle defectos. Lleg¨® a la sala de prensa, ayudado de su bast¨®n largo como sus piernas, vestido con un sencillo traje de pana negra que, recubri¨¦ndole, convert¨ªa ese tejido en algo m¨¢s noble que la seda; gafas de sol por las que se le escapaban sus cejas oscuras bien fruncidas, hacia arriba, al estilo de Clark Gable, de Cary Grant, de los suyos, en fin. Enseguida, al verle, se multiplicaban los recuerdos de sus personajes, los de su pasi¨®n prohibida en Duelo al sol, el buen esposo y envidiado yerno en Horizontes de grandeza, el perfecto acompa?ante de la princesa Audrey Hepburn en Vacaciones en Roma, el revirado y atormentado capit¨¢n Acab, de Moby Dick, y, claro, ese abogado honrado al que se le revolv¨ªan las tripas de ira ante el racismo que era Aticcus Finch, en Matar a un ruise?or. "Es mi personaje favorito. No hay cosa que me guste m¨¢s que me comparen con aquel hombre; siempre he intentado luchar contra las injusticias y ser un buen padre de familia", asegur¨® Peck."Mi pel¨ªcula prueba que Gregory es Aticcus Finch", afirm¨® Barbara Kopple, que ya retrat¨® la figura de Woody Allen en Wild man blues y que va a seguir haciendo estos documentales de gentes que merecen la pena. En el caso de Peck, no se han escondido algunas de las experiencias m¨¢s felices de su vida, como el nacimiento de su nieto Harper Daniel, ni confesiones sobre otros episodios atroces, como el suicidio del hijo del actor.
"No hay d¨ªa que pase que no pueda pensar en ello", cuenta el actor en el filme. De todas formas, pese a la dureza desnuda de esos momentos, Peck se ha sentido muy c¨®modo. "Ha sido f¨¢cil y esta pel¨ªcula me ha hecho muy feliz, revela m¨¢s sobre m¨ª mismo que todo lo que he hecho anteriormente".
Su sinceridad, su claridad, esa buena estrella que le acompa?a, brillaban ayer encima de su coronilla, ya blanca. Tanto que hasta los gorilas rapados con pendientes y pinganillo en la oreja que le acompa?aban parec¨ªan los genios de la l¨¢mpara de Aladino. Su hija Cecilia no pudo m¨¢s que alabarle. ?C¨®mo se ha arreglado en su vida para librarse de la sombra de un hombre que atrae tanto a todo el mundo?, le preguntaba alg¨²n periodista. "?Quiere decir que si he encontrado alg¨²n hombre m¨¢s maravilloso que ¨¦l en mi vida? No, no lo he encontrado", respond¨ªa. "Voy a parecer Superman", terciaba Peck.
Y se quedaba corto. Porque, con el dedo ¨ªndice hacia arriba y los dem¨¢s perfectamente ordenados en c¨ªrculo debajo, lo que parec¨ªa realmente era un enviado divino bajado de los cielos para dejar claro ante tantas celebridades huecas como se lucen en este festival que eso del mundo m¨¢gico del cine puede estar en la sencillez y el buen jucio que demostr¨® Peck ayer, y no en otras nader¨ªas. ?Puede revelar el secreto del glamour?, le pidieron. "Eso tendr¨¢n que hacerlo las mujeres", dijo, "aunque, despu¨¦s de casi 60 a?os de carrera, lo que me queda por encima de todo es el trabajo, algunas buenas interpretaciones y, sobre todo, mi familia".
Pero la vida sigue. "Lo que quiero es trabajar cada ma?ana", afirm¨® este actor que empez¨® su carrera en 1944 y ha participado en 77 pel¨ªculas con directores como John Huston, Alfred Hitchcock, William Wyler, King Vidor, Henry King, Stanley Donen o Martin Scorsese.
As¨ª que piensa escribir sus memorias. "Me gusta el t¨ªtulo, se llama Los alimentos en la cocina; llevo escritas 40 p¨¢ginas y voy a intentar encarrilarlas este verano; no s¨¦ si ver¨¢n la luz del d¨ªa o no, pero lo intentar¨¦", cuenta.
En ellas relatar¨¢ su amor por la profesi¨®n y el esplendor de una ¨¦poca que ya no existe. "Era feliz cada vez que iba a trabajar por las ma?anas. Bajaba a los estudios silbando. ?Que si queda algo de aquella ¨¦poca? No. Hoy, todo es distinto. Mire, cuando yo me paseaba por all¨ª con Ava Gardner del brazo se paraban a mirar todos los ejecutivos". O cuando rod¨® durante seis meses Vacaciones en Roma, con Audrey Hepburn. "Fue su primera pel¨ªcula y yo me sent¨ªa la mano alrededor de la que bailaba, a todos nos fascin¨® Audrey y, por supuesto, despu¨¦s de verla, no hubo director de los grandes y actor protagonista que no quisiera trabajar con ella".
Contrastes
Y en un mismo d¨ªa, y en el mismo lugar, la sala de prensa del Festival de Cannes, se puede acudir a un estupendo petit dejeneur ma?anero con declaraciones de Emmanuelle B¨¦art, que ha presentado la elegante pel¨ªcula de ¨¦poca francesa de tres horas Les destin¨¦es sentimentales, dirigida por Olivier Assayas, o se puede tambi¨¦n comer pescado crudo para almorzar de la mano del humor ¨¢cido kamikaze de Nagashi Oshima. B¨¦art comparte la pantalla en la segunda pel¨ªcula francesa que opta a la Palma de Oro con Charles Berling e Isabelle Huppert.
Assayas narra en Les destin¨¦es sentimentales una historia de amor en el marco de la Primera Guerra Mundial y la ca¨ªda de las dinast¨ªas industriales que sigui¨® al conflicto, basada en la novela de Jacques Chardonne del mismo t¨ªtulo. Assayas declar¨® que siempre le ha impresionado el paso del tiempo, "la manera en que las relaciones se hacen y se deshacen, el modo en que el mundo cambia, c¨®mo todo se pierde. Y todo esto lo encontr¨¦ en la novela de Chardonne". El director y el equipo de producci¨®n comenzaron a trabajar para hacer este filme en 1994, cuando los derechos del libro estuvieron disponibles.
Babelia
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