Cogidas de Roble?o y Antonio Barea
El segundo novillo le peg¨® dos volteretas, la segunda espeluznante, a Fernando Roble?o, y las asistencias se lo llevaron a la enfermer¨ªa. El tercer novillo le peg¨® a Antonio Barea dos cornadas: una al empezar la faena de muleta, otra al entrar a matar y de esta hubo de ser llevado tambi¨¦n en brazos de las asistencias camino de la enfermer¨ªa. Ambos iban seriamente heridos. Se qued¨® solo Mart¨ªn Antequera, que encabezaba la terna, y hubo de matar la novillada entera, lo que hizo con un valor y una entereza que se gan¨® las voluntades del p¨²blico. Y acab¨® cortando una merecida oreja, que pase¨® por el redondel en triunfo. Claro que la pase¨® cojeando, pues al recibir al sexto novillo a porta gayola, hubo de evitar el feroz arre¨®n del animal, que se le ven¨ªa encima, tir¨¢ndose en plancha, y del porrazo qued¨® lastimado.La corrida tra¨ªa hule, cualquiera que fuese el lado por donde se la mirara. La corrida de novillos ten¨ªa us¨ªa. A diferencia de los borregos del d¨ªa anterior, y de tantos otros en cualquier feria, estos novillos de La Quinta estaban hechos a la antigua, llevaban en la sangre p¨®lvora, que es la esencia de la aut¨¦ntica casta de la ganader¨ªa de bravo.
Quinta / Mart¨ªn, Roble?o, Barea Novillos de La Quinta, bien presentados; tres primeros, con casta excepcional; 2? y 3?, con los problemas y peligros inherentes a esta condici¨®n; 1?, de extraordinaria nobleza
Resto, mansos; aborregados 4? y 5?, 6? desarroll¨® sentido. Mart¨ªn Antequera: estocada corta trasera (silencio); cuatro pinchazos, estocada perdiendo la muleta, rueda de peones y dos descabellos (silencio); estocada despu¨¦s de entrar a matar Barea al 3? (silencio); cinco pinchazos y dos descabellos (silencio); pinchazo perdiendo la muleta, media estocada baja y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio); estocada (oreja). Fernando Roble?o: cogido al muletear al 2?. Antonio Barea: pinchazo trasero y estocada saliendo cogido; acaba con el novillo Mart¨ªn Antequera. Roble?o y Barea, heridos de gravedad, tuvieron ovaciones, que recogieron sus respectivas cuadrillas. Se guard¨® un minuto de silencio en memoria de Joselito, muerto hace 80 a?os. Plaza de Las Ventas, 16 de mayo. 7? corrida de abono. Cerca del lleno.
Y como eran a la antigua, la lidia transcurri¨® asimismo a la antigua, con incidentes muchos, emoci¨®n a raudales, picadores cayendo de latiguillo, caballos a punto de ser lanzados a fre¨ªr vientos. Y si no resultaron lanzados a fre¨ªr vientos fue porque los han infundido unos resabios antirreglamentarios consistentes en que cuando el toro aprieta, el caballo se vence de costado y se le echa encima.
Un picador despedido violentamente de la montura en una de esas acometidas, no sali¨® por los aires porque el pie se le trab¨® en el estribo. Y a¨²n pudo ser peor pues al caballo le dio por caminar y le arrastr¨® unos metros. Afortunadamente no pas¨® nada, salvo que la gregoriana le qued¨® para llevarla al guarnicionero.
Ten¨ªan peligro enorme los novillos, principalmente los jugados en segundo y tercer lugar. El segundo, al que Fernando Roble?o hab¨ªa veroniqueado de cine y ejecutado quites de fantas¨ªa, lleg¨® al ¨²ltimo tercio top¨®n, con la cara alta. Era evidente que correspond¨ªa arrimarlo al tercio, castigarlo por bajo; mas Roble?o se empe?¨® en torearlo por derechazos y naturales en el centro del redondel, y su faena -temeraria, desgarrada- result¨® angustiosa. Hasta que el toro le volte¨®, le recogi¨® del suelo y le tir¨® un derrote bestial, lanz¨¢ndolo por los altos.
El tercer novillo sac¨® similares bronquedades y dio prueba de sus intenciones al segundo muletazo. Trazarlo Barea y ya le hab¨ªa pegado la cornada. Sigui¨® el torero, no obstante. Antonio Barea, que hab¨ªa lanceado a la ver¨®nica con finura y dibujado una de las medias ver¨®nicas m¨¢s redondas y bonitas de la temporada, se empe?¨® en triunfar; busc¨®, afanoso, reunir y ligar los redondos y los naturales, entre coladas, con gran riesgo de cogida. Y se producir¨ªa al matar. Despu¨¦s de un pinchazo, se volc¨® en el volapi¨¦ a toma y daca, y result¨® volteado y herido.
Mart¨ªn Antequera, que ya hab¨ªa matado dos novillos, hubo de acabar con la novillada entera. No le hab¨ªa encontrado el sitio -ni la distancia, ni el temple- a su primero, de excepcional nobleza. Y fue a por todas en el resto. Asumiendo sus responsabilidades con enorme pundonor, se faj¨® con el borrego cuarto, esper¨® a porta gayola al quinto y al sexto, a este le tir¨® dos largas cambiadas m¨¢s, breg¨® lidiador, apur¨® las faenas contra viento y marea, y tumb¨® al ¨²ltimo de una estocada, que le vali¨® la oreja. En realidad, la oreja vali¨® por toda su actuaci¨®n, digna, valent¨ªsima, propia de un aut¨¦ntico torero de raza.
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