Vivir en Francia sin un franco
Los franceses est¨¢n sin blanca. Literalmente. Cualquiera de ellos agradece hoy d¨ªa que le inviten a caf¨¦ o a una cerveza. La huelga de los vigilantes jurados que custodian los transportes de fondos amenaza con retirar completamente de la circulaci¨®n los billetes y las monedas. Disponer de un billete, de cualquier billete, empieza a ser visto como un capricho de coleccionista. Por las ma?anas, antes de salir al trabajo, medio pa¨ªs se dedica a registrar los pantalones, las chaquetas y los bolsos utilizados semanas o meses atr¨¢s, a inspeccionar estos lugares comunes del hogar sobre los que se acostumbra a descargar los bolsillos. Llegado el caso, cuando la necesidad aprieta, se llega, incluso, a reventar las huchas de los ni?os. Todo, con tal de evitar las interminables colas ante los escasos cajeros bancarios en servicio, la larga espera ante las oficinas bancarias. Oficialmente, s¨®lo el 60% de los 32.500 cajeros bancarios se encuentran fuera de servicio por falta de fondos, pero ¨¦sta es un cifra muy discutida, al menos en la capital francesa. Basta salir a la calle y darse una vuelta para comprobar que los cajeros disponibles escasean tanto como los billetes en las carteras de los parisienses.Despu¨¦s de ocho d¨ªas de huelga, los franceses empiezan a familiarizarse con esta forzada austeridad cotidiana que obliga a prescindir del taxi, de la consumici¨®n en el bar, del peri¨®dico y contar con indisimulada fruici¨®n los c¨¦ntimos de franco, las monedas amarillas, otrora despreciadas, que los franceses acostumbran a destinar a causas piadosas, como las que promueve Bernardette Chirac, la esposa del presidente. A poco que hayan conservado sus ahorros, son los mendigos callejeros, precisamente, quienes pueden ahora disponer de las colecciones m¨¢s completas y abundantes de monedas. Muchos franceses constatan ahora la importancia de llevarse bien con el panadero, el tendero, el quiosquero, el peluquero, el due?o del bar. Las listas de deudores acogen estos d¨ªas por igual a los sempiternos morosos y a los empresarios y profesionales de alto nivel.
Grandes establecimientos como la FNAC y los peque?os y medianos comercios aceptan ya talones por sumas tan rid¨ªculas como los cinco francos (125 pesetas). El pa¨ªs se las arregla como puede. Al fin y al cabo, tampoco est¨¢n tan lejanos los tiempos en las que no exist¨ªan tarjetas de cr¨¦dito ni cajeros autom¨¢ticos. A riesgo de dar circulaci¨®n a los billetes falsificados, la Banca de Francia ha autorizado a los bancos a proveer los cajeros con billetes usados, mientras la polic¨ªa ha asumido discretamente la custodia de fondos cuya inmovilidad constituye una tentaci¨®n demasiado evidente para los asaltantes.
Pese a todos los problemas, los franceses se niegan a verter su enfado contra los 4.500 agentes de seguridad responsables inmediatos de sus incomodidades. Hasta el m¨¢s despistado de los ciudadanos ha visto c¨®mo se han multiplicado en los ¨²ltimos tiempos los ataques a los furgonetas blindadas. Ha contemplado las im¨¢genes que muestran los enormes boquetes abiertos por los bombas adosadas a los veh¨ªculos, los terribles impactos de los proyectiles disparados con los modernos lanzagranadas. Junto a los veh¨ªculos en llamas ha visto, igualmente, los cad¨¢veres humeantes de los agentes de seguridad, dos en los ¨²ltimos seis meses, as¨ª como a un buen n¨²mero de heridos. ?Tiene sentido jugarse la vida por un sueldo de 7.000 francos (175.000 pesetas)? Los franceses responden que no, que en absoluto.
As¨ª las cosas, todo el mundo mira ahora hacia los poderes p¨²blicos y hacia la banca. El Gobierno parece dispuesto a cargar con su parte en el reconocimiento, exigido por los huelguistas, de que el transporte de fondos constituye un oficio de riesgo, o al menos un "oficio particular", como ha dicho el ministro de Transportes, Jean-Claude Gayssot; pero es m¨¢s dudoso que acepte homologarles con los gendarmes y polic¨ªas, que pueden jubilarse a los 50 a?os.
Demasiado riesgo para tan poca paga
En los debates que organizan estos d¨ªas los medios de comunicaci¨®n aflora de manera recurrente, medio en serio, medio en broma, la idea de que los agentes encargados del transporte de fondos estar¨ªan moralmente legitimados para llevarse una parte de las cuantiosas sumas que custodian por encargo de los bancos y de las grandes superficies. Es cierto que si los salarios son tan bajos es porque los bancos y los hipermercados subcontrataron el servicio para ahorrarse unos millones de francos. El resultado es que las dos empresas que controlan el 80% del sector, la Brink's France, filial de la casa americana, y Srdial-Sers¨¦, filial de UBS (Uni¨®n de Bancos Suizos), dicen haber perdido dos millones de francos el pasado ejercicio y se declaran incapaces de invertir los 500 millones de francos que exige reforzar los d¨¦biles blindajes de los veh¨ªculos y de los chalecos antibalas de sus asalariados. Frente a la figura estereotipada de los vigilantes jurados, una imagen de tipos duros, violentos, creada a partir de los antiguos combatientes franceses en Argelia, los franceses han descubierto hombres y mujeres mucho m¨¢s convencionales que se han metido en el oficio huyendo del paro.Y el acuerdo salarial que ponga fin al conflicto no parece cercano. En la tarde de ayer, la patronal se levant¨® de la mesa de negociaciones tras el rechazo sindical a su ¨²ltima propuesta. Ofrec¨ªa una prima de riesgo anual de 12.000 francos mientras los sindicatos exigen una subida mensual de 1.500.
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