El japon¨¦s Shinji Aoyama hace un ejercicio de estilo y hondura en la desmesurada 'Eureka' El mexicano Arturo Ripstein trae al certamen paralelo la coproducci¨®n espa?ola 'As¨ª es la vida'
ENVIADO ESPECIALDesde hace a?os, el japon¨¦s Shinji Aoyama hace una pel¨ªcula tras otra sin que su nombre traspase la frontera de los c¨ªrculos cin¨¦filos cerrados y muy minoritarios. Ahora, su nombre rompe ese cerco, pero su cine seguir¨¢ sin verse. Ha tra¨ªdo aqu¨ª Eureka, un austero y profundo filme en blanco y negro que dura casi cuatro horas, lo que le cierra los accesos al consumo de celuloide. Y la promesa de Aoyama, aunque hecha realidad en el gran estilo de esta singular y poderosa pel¨ªcula, seguir¨¢ in¨¦dita.
En la secci¨®n paralela Una Cierta Mirada se present¨® la coproducci¨®n espa?ola As¨ª es la vida, dirigida por el mexicano Arturo Ripstein. Se estrenar¨¢ pronto en Espa?a y habr¨¢ entonces ocasi¨®n de hablar de ella con el detenimiento que requiere el complejo cine de Ripstein, que aqu¨ª conserva todos los rasgos de su acusada singularidad, comenzando por la inagotable y siempre sorprendente riqueza de la escritura de Paz Alicia Garc¨ªadiego y acabando por la exacta y solemne cadencia que Ripstein imprime a las tomas secuenciales de su c¨¢mara, sin las que no ser¨ªa perceptible el espeso, duro, l¨®brego y despiadado mundo en que ¨¦sta se mueve.En la competici¨®n pas¨® de largo y est¨¢ ya olvidada una especie de zarzuela hist¨®rica coreana titulada Chunhyang, dirigida por Kwan Taek, un cl¨¢sico del cine de Corea que hasta ahora no ha estrenado en Occidente ninguno de sus muchos filmes. No se entienden bien las razones de la selecci¨®n de esta obra, solvente y preciosista, pero dram¨¢tica y narrativamente inconsistente. Como inconsistente es tambi¨¦n Kippur, del israel¨ª Amos Gitai, un experto documentalista que el a?o pasado se inici¨® en la ficci¨®n con Kadosh, un excelente retrato del integrismo religioso instalado en los centros de poder de su pa¨ªs.
Ahora, Gitai nos ofrece un decepcionante filme h¨ªbrido de documento y ficci¨®n, que juega a las dos barajas pero sin dar claves de entendimiento de lo que quiere retratar y relatar. La pel¨ªcula transcurre pesadamente en un ejercicio agotador de reiteraciones que expulsa al espectador de la sala.
La dosis diaria de gran cine lleg¨® ayer de Jap¨®n, envuelta en el disuasorio anuncio de un largometraje intimista de casi cuatro horas de duraci¨®n dirigido por un conocido cr¨ªtico, pero desconocido cineasta, llamado Shinji Aoyama. De ¨¦l se viene diciendo desde hace a?os que promete mucho, y ahora, tras ver su kilom¨¦trica Eureka, su promesa se ha hecho realidad.
En la ciudad de Kyushu, al suroeste de Jap¨®n, una luminosa ma?ana de primavera un individuo secuestra a punta de pistola un autob¨²s y va asesinando uno a uno a los viajeros. El conductor y un ni?o y una ni?a hermanos sobreviven a la matanza. Pasan dos a?os, el padre de los ni?os muere en un accidente y la madre los abandona. Un d¨ªa, el conductor del autob¨²s que sobrevivi¨® con ellos, hombre solitario y atormentado por un suceso del que se considera responsable, acude a su casa a ayudar a los hu¨¦rfanos e inicia con ellos el proceso de invenci¨®n de una familia no impuesta por las leyes sociales y biol¨®gicas. Es el arranque de una larga y dolorosa aventura itinerante, una sinuosa y compleja road movie por los retorcidos caminos geogr¨¢ficos, mentales y sociales del Jap¨®n moderno, a¨²n aplastado por el fardo de los lastres del Jap¨®n antiguo.
La duraci¨®n del filme, desmesurada para las reglas del consumo cinematogr¨¢fico occidental, es en realidad la que necesita lo relatado en ¨¦l. No hay estiramiento visual, ni alargamiento innecesario de las situaciones. Hay un tempo ciertamente reposado, pero no moroso, que se sigue sin forzamiento, de manera que hay diafanidad en el transcurso de las im¨¢genes. Y hay tambi¨¦n emoci¨®n y hondura en ellas. Anuncia Eureka a un gran hombre de cine. Shinji Aoyama tiene ahora nada m¨¢s que 36 a?os y le queda mucho que decir. Sus maneras son las de un artista de gran talento que, sin duda, alcanzar¨¢ el sentido de la s¨ªntesis que ahora le falta.
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