El fen¨®meno de santa Rita ISABEL OLESTI
El pasado lunes iba yo por la calle del Hospital, en Barcelona, cuando, en la plaza de Sant Agust¨ª, me par¨®, literalmente, un enjambre de mujeres. Digo enjambre porque estaban api?adas delante de la iglesia -aunque yo, en aquel momento, no lo sab¨ªa-. Otras mujeres formaban una cola que se alargaba hasta el Teatre Romea para dar la vuelta por otra calle.No ten¨ªa ni idea de lo que pasaba, aunque supuse que la cola no ten¨ªa nada que ver con el Rita Blue, el restaurante y sala de fiestas primo hermano del Margarita Blue, que alegra los d¨ªas y las noches de la concurrencia. La cola parec¨ªa terminar justo delante del Rita, pero me parec¨ªa un exceso que Teresa Reyes y sus secuaces hubieran decidido alimentar con uno de sus suculentos cusc¨²s a las se?oras del barrio. Aunque tampoco ir¨ªan tan desencaminados porque, seg¨²n me contaron, la plaza de Sant Agust¨ª anda un poco revuelta desde que la parroquia hom¨®nima est¨¢ en tr¨¢mites para montar all¨ª un macrocomedor que alimentar¨ªa a unos 500 indigentes. Joan Gaspar y las monjas de la Madre Teresa de Calcuta est¨¢n en ello y no se amedrentan ante las quejas de algunos comerciantes y vecinos que no ven muy clara la concentraci¨®n de 500 comensales merodeando por el barrio.
En fin, todo esto pensaba yo mientras intentaba introducirme en el meollo de mujeres para sacar algo en claro; aunque lo que llamaba m¨¢s la atenci¨®n era que todas llevaban un ramo de rosas rojas en la mano. En toda la plaza hab¨ªan puestos con esta ¨²nica flor adem¨¢s de tenderetes con estampas, medallas, llaveros, postales, velas y hasta un peque?o altar con una santa.
?Qu¨¦ significaba todo aquello? Pues nada m¨¢s que la ferviente devoci¨®n que las mujeres le tienen a santa Rita, patrona de los imposibles. Santa Rita fue la primera mujer oficialmente v¨ªctima de los malos tratos de un marido d¨¦spota y borracho. Nacida en Casia, en la regi¨®n italiana de Perusa, a mediados del siglo XV, fue obligada a casarse muy joven. A la pobre Rita le toc¨® sufrir los azotes de su marido. Aunque ella, al contrario de lo que har¨ªa una mujer en su juicio, aguant¨® con resignaci¨®n las palizas. Tuvo dos hijos y cuando hab¨ªa conseguido apaciguar al marido, lo asesinaron. Los hijos quisieron vengar a su padre y tambi¨¦n esta vez ella consigui¨® que la sangre no llegara al r¨ªo. Por eso la hicieron patrona de los imposibles.
Pocos a?os m¨¢s tarde los reto?os se le murieron y, dadas las circunstancias, se meti¨® a monja agustiniana. Podr¨ªa parecer que aqu¨ª se terminaban sus tormentos terrenales, pero Rita se hab¨ªa familiarizado con el sufrimiento y pidi¨® m¨¢s guerra. Un d¨ªa, mientras oraba, Cristo le envi¨® una de sus espinas y se la clav¨® en medio de la frente. Y as¨ª se qued¨® para la posteridad: sufriendo eternamente.
Ahora la vemos vestida con el h¨¢bito negro de las agustinianas y con la espina en la frente. La rosa que la acompa?a es la rosa que las mujeres le llevan cada 22 de mayo para venerarla.
Ayudada por unos chicos muy amables que llevaban una camiseta con el rostro de la santa, consegu¨ª entrar en la iglesia. En aquel momento el p¨¢rroco bendec¨ªa las rosas -lo hac¨ªa cada media hora-. Las mujeres levantaban las flores y parec¨ªa como si alguien agitara al viento una gran alfombra roja. El altar de santa Rita estaba cerca del altar mayor, pero era imposible acercarse a ¨¦l si no se respetaba la cola.
Pregunt¨¦ a unas se?oras que ya se acercaban cu¨¢nto tiempo llevaban esperando y me dijeron que m¨¢s de una hora. Una de ellas me cont¨® que santa Rita hab¨ªa sido la primera prostituta y que era la patrona de las pelanduscas, pero las otras no estaban muy de acuerdo, especialmente una que pareci¨® horrorizarse. "?Pues por qu¨¦ crees que est¨¢ en este barrio?", le contest¨® airada la se?ora.
Las dej¨¦ con su pol¨¦mica y me pase¨¦ entre los tenderetes de flores y estampas. Los indigentes tambi¨¦n hab¨ªan hecho suya a santa Rita y la vend¨ªan por la voluntad. Esperemos que ninguna mujer siga los pasos de esta pobre y resignada santa dej¨¢ndose tirar del mo?o. Am¨¦n.
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