Sombras chinas
La aprobaci¨®n por la C¨¢mara de Representantes estadounidense del estatuto permanente de relaciones comerciales con China constituye un paso hist¨®rico, m¨¢s de un cuarto de siglo despu¨¦s de que Nixon y Mao se dieran la mano. Junto con el Tratado de Libre Comercio (NAFTA) entre EE UU, Canad¨¢ y M¨¦xico, la "normalizaci¨®n" de las relaciones con China es el mayor legado que en pol¨ªtica exterior dejar¨¢ Clinton tras ocho a?os en la Casa Blanca. El presidente ha venido defendiendo unas relaciones "constructivas" con Pek¨ªn, algo que ni siquiera en su propio partido, el dem¨®crata, ha sido bien entendido.Una de las paradojas de la situaci¨®n es que la decisi¨®n para asentar las relaciones comerciales con China, en vez de someterlas a?o a a?o a la aprobaci¨®n del Congreso, ha sido refrendada por 237 frente a 197 votos, un triunfo personal para Clinton, apoyado principalmente por representantes republicanos, mientras que la gran mayor¨ªa de los que votaron en contra eran dem¨®cratas. El frente de rechazo ha sido una mezcla de intereses concretos, proteccionismo y lucha a favor de los derechos humanos en China. Pero ha tenido su impacto. Tanto que para aprobar la ley, que debe ratificar el Senado en junio, en principio sin problemas, se ha tenido que crear en el Congreso un observatorio de los derechos humanos en China, que Pek¨ªn ha recibido con el ce?o fruncido. El juego de las sombras no termina ah¨ª, pues el candidato republicano a la presidencia, George Bush, hoy por delante en las encuestas, ha apoyado el acuerdo, pero a la vez ha venido defendiendo una pol¨ªtica de dureza hacia China.
La votaci¨®n, tras los acuerdos con Washington y con la Uni¨®n Europea, abre casi definitivamente la puerta al ingreso de China en la Organizaci¨®n Mundial de Comercio (OMC), tan necesaria para que no decaiga una vital inversi¨®n extranjera. En la OMC, China tendr¨¢ que aceptar no s¨®lo una mayor apertura de su mercado de 1.300 millones de habitantes, sino tambi¨¦n una mayor transparencia econ¨®mica y someterse a un escrutinio por parte de la organizaci¨®n que puede servir para impulsar cambios en su ordenamiento econ¨®mico, pero nada asegura que esas transformaciones se trasladen al terreno de la pol¨ªtica. China ha hecho importantes concesiones respecto a aranceles o cupos de importaci¨®n para ingresar en la OMC, pero no ha cedido un ¨¢pice de autonom¨ªa pol¨ªtica sobre su propio destino ni sobre sus problem¨¢ticas relaciones con Taiwan, frente a cuyas costas, justamente cuando votaba el Congreso de EE UU, inici¨® unas nuevas maniobras militares.
La decisi¨®n de Washington y Bruselas de que China entre en la OMC viene siendo tambi¨¦n un comod¨ªn en la intensa lucha pol¨ªtica que se est¨¢ desarrollando en Pek¨ªn. Probablemente, el acuerdo de ayer sirva para reforzar a los reformistas, representados por el primer ministro Zhu Rongji y ¨²ltimamente a la defensiva. Los conservadores intentan recuperar poder, y el propio presidente Jiang Zemin, que durante un a?o ha tenido que sortear los desplantes que le ha hecho EE UU, se ha situado en una delicada posici¨®n intermedia -es de esperar que t¨¢ctica- al declararse partidario de que el partido comunista controle m¨¢s la floreciente econom¨ªa privada. El cambio pol¨ªtico, pese a la aceleraci¨®n de la transformaci¨®n econ¨®mica y el desarrollo, parece ir para largo en este pa¨ªs varias veces milenario.
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