El desfile
El desfile con el que ma?ana se celebrar¨¢ en Barcelona el D¨ªa de las Fuerzas Armadas naci¨® marcado por dos errores. Uno, de dise?o: una parada cl¨¢sica, escasamente concorde con la funci¨®n del Ej¨¦rcito en las sociedades democr¨¢ticas avanzadas. No se contempl¨® la presencia de la componente europea ni la dimensi¨®n de la participaci¨®n en misiones internacionales de paz y humanitarias, y no se previeron actos de puertas abiertas tendentes a favorecer el v¨ªnculo con la ciudadan¨ªa. La oscilaci¨®n de la celebraci¨®n del desfile entre el D¨ªa de las FF AA y el de la Hispanidad no favorece, por otra parte, su fijaci¨®n como tradici¨®n.El otro error fue de gesti¨®n. Aunque el anterior ministro de Defensa inform¨® del proyecto al presidente Pujol -primera autoridad del Estado en Catalu?a-, no se cont¨® con el Gobierno aut¨®nomo para su desarrollo. Quiz¨¢ el relevo ministerial explique este lapsus, que el nuevo ministro, Federico Trillo, trat¨® de resolver, demasiado tarde y con poca fortuna.
El evidente malestar en amplios sectores de la sociedad y la pol¨ªtica catalanas tiene, pues, explicaciones. Otra cosa es que, en vez de optar por reconducirlo mediante la moderaci¨®n y la sensatez, algunos hayan preferido echar le?a al fuego. Los pol¨ªticos est¨¢n para resolver problemas. Como hizo el antecesor de Pujol, Tarradellas, quien, reci¨¦n retornado del exilio en 1977, desactiv¨® discretamente el desplante del entonces capit¨¢n general de Catalu?a, teniente general Coloma Gallegos, present¨¢ndose, dialogante pero firme, en su despacho.
En vez de aplicarse a subsanar los errores, como s¨ª ha hecho el alcalde de Barcelona, Joan Clos, Pujol ha optado por la utilizaci¨®n pol¨ªtica. Seguramente, para compensar ante la opini¨®n m¨¢s catalanista la imagen de dependencia del PP, reci¨¦n estrenada en el pacto para aprobar el presupuesto catal¨¢n.
As¨ª, ha permitido que dirigentes de su partido, entre ellos el delf¨ªn Artur Mas, hayan elevado protestas p¨²blicas contra el desfile; que su propio partido lo haya criticado, y que ¨¦l mismo y su Gobierno mostraran su "escaso entusiasmo". Todo ello ha puesto en ebullici¨®n diversas iniciativas contestatarias, normales en cualquier sociedad libre y pluralista, pero que habr¨ªan tenido un alcance muy minoritario, como corresponde a los sectores que las han impulsado -nacionalistas radicales y pacifistas varios- de no ser por las torpezas cometidas.
De esta manera, el Gobierno aut¨®nomo ha dimitido de ejercer esa "pedagog¨ªa pol¨ªtica" que con frecuencia invoca Pujol. Ha desperdiciado la ocasi¨®n de explicar que no hay cultura ni misiones de paz, ni acci¨®n humanitaria internacional posibles si no es mediante el concurso de unas Fuerzas Armadas adaptadas a esas exigencias. Por el contrario, Pujol parece haber olvidado su mejor tradici¨®n, acreditada, por ejemplo, la noche del 23-F y en su apoyo al inmediato desfile de 1981, que supuso un acto de reafirmaci¨®n democr¨¢tica y constitucional. Parece entroncar m¨¢s bien con otros hitos menos gloriosos, como su abstenci¨®n ante el refer¨¦ndum de la OTAN en 1986, pese a su declarado atlantismo, o con los silbidos de los suyos durante el discurso del Rey en la inauguraci¨®n de los Juegos Ol¨ªmpicos de 1992.
No es coherente que un partido democr¨¢tico que lleva 20 a?os gobernando, europe¨ªsta y partidario de una pol¨ªtica exterior y de defensa com¨²n de la UE, caiga en tentaciones populistas. Pero algunos intentos de reconducir estas frivolidades le han a?adido nuevas secuencias desafortunadas, como la del ministro Trillo tratando de minimizar la jornada asegurando que ser¨ªa el "¨²ltimo" desfile (entonces, ?para qu¨¦ la insistencia en celebrarlo?) y aireando participaciones de ONG que resultaron inexistentes. O la de dirigentes del PP tildando a CiU de "bastard¨ªa" en este asunto.
Tantos errores han creado un problema donde no lo hab¨ªa. Esperemos que el buen sentido de todos evite su agravamiento. La primera autoridad de Catalu?a no debe limitarse a una actitud pasiva, a constatar la legitimidad de toda opini¨®n mientras sea pac¨ªfica. Debe reconducir en¨¦rgicamente las posturas de su partido y las de sus seguidores si quiere estar a la altura de ese t¨ªtulo. Lo que no puede hacer Pujol es estar a un tiempo en la tribuna y con quienes la silban.
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