El desfile de hoy XAVIER BRU DE SALA
Despu¨¦s de tres decenios de dieta forzosa, el nacionalismo espa?ol vuelve a engordar. Por si fuera poco, se encuentra escu¨¢lido ante el espejo. Francia, por ejemplo, sigue bastante m¨¢s entrada en carnes y nadie advierte peligro. Han pasado los a?os y las ansias espa?olas van dejando de frenarse por los arrechuchos del pasado, debidos siempre un peso a todas luces excesivo. Dado que el historial cl¨ªnico tampoco estimula demasiado el apetito, anda buscando a un dietista samaritano que le recete buenas dosis de l¨ªpidos. Arzalluz cumple la funci¨®n facultativa de modo inmejorable. Pero no basta. Tantos son los avisos recibidos en otras ¨¦pocas que resultar¨ªa sumamente tranquilizador el concurso concomitante del doctor catal¨¢n. As¨ª parece haberlo entendido el flamante n¨²mero uno de la ¨²ltima promoci¨®n de los MIR pol¨ªticos catalanes, Artur Mas, al levantar en p¨²blico el bander¨ªn de salida: "El Gobierno [catal¨¢n] cumplir¨¢ con su papel institucional, pero tiene los sentimientos en contra"; es decir, se sobreentend¨ªa con claridad: "Vosotros que pod¨¦is, no os cort¨¦is un pelo, reunid fuerzas ahora que han dado un paso en falso y a por ellos, que son dos d¨ªas".Por fortuna, y por los pelos, Pujol se encarg¨® el jueves de leer una declaraci¨®n solemne en la que se legitimaban las protestas al tiempo que se elogiaba la evoluci¨®n "muy positiva" de las Fuerzas Armadas, en un intento de calmar a los dem¨¢s sin desactivar a los propios -m¨¢s que en la forma de la protesta, que debe ser ejemplar, c¨ªvica y no violenta-. Si los acontecimientos de hoy siguen el gui¨®n preestablecido por ambas partes, la partida puede acabar en unas honrosas tablas, con lo que habr¨¢ que esperar a la pr¨®xima ocasi¨®n para obtener del nacionalismo catal¨¢n la receta con la dosis requerida. Esta vez, el olfato y la intuici¨®n de Pujol rectificaron a su portavoz poco antes del final. Si los masovers se hacen finalmente con la herencia, nadie sabe hasta d¨®nde pueden llegar, pero es seguro que, despu¨¦s de garabatear en sus recetarios, no van a frenarse antes de estampar su firma al pie. La sociedad est¨¢ avisada.
Tres l¨ªneas convergen en la oposici¨®n al desfile. La tradici¨®n civil catalana, secularmente alejada del estatismo y el militarismo, que sigue viendo con extra?ez acontecimientos como los de hoy. El nuevo pacifismo, extrapol¨ªtico, simplista y visceral, visto con suma simpat¨ªa por la izquierda y el catalanismo. Y buena parte del nacionalismo soberanista, al que le repatea el Ej¨¦rcito espa?ol pero dar¨ªa vivas a la parada de uno europeo en Rius i Taulet o en la misma Diagonal. Sobre los dos primeros no hay mucho que decir, salvo recordar que los ej¨¦rcitos siguen siendo, por desgracia para el g¨¦nero humano, la ¨²ltima garant¨ªa de la democracia. Si los pa¨ªses gobernados por gentes poco partidarias de la agresi¨®n y las armas se desmilitarizaran o tuvieran menos fuerza que los dem¨¢s, pronto ser¨ªan pasto de s¨¢trapas y dictadores desalmados, con lo que finalizar¨ªa la convivencia democr¨¢tica y la libertad en el mundo. Los pacifistas poco ingenuos saben que la desmilitarizaci¨®n del planeta va para largo. Si las guerras son absurdas, ?por qu¨¦ ha habido y hay tantas? Pocos han reflexionado sobre los enormes beneficios de ganar una guerra, por no hablar de los perjuicios de perderla.
Lo que me parece un desprop¨®sito es la forma en la que CiU ha llevado el asunto. Si la coalici¨®n quiere estar a buenas con el PP y ablandar Madrid para que se den ciertos cambios en financiaci¨®n, inversiones y autogobierno, el mejor modo de hacerlo no es aprovechar un error -intencionado- del Gobierno de Aznar para montar una campa?a, sino ayudarle a salir del mal paso. Votar s¨ª a la investidura no es congruente con impulsar las protestas por el desfile. Este impulso tampoco va a ayudar a la campa?a de mejora de la imagen del catalanismo en Espa?a que est¨¢n montando en Presidencia. ERC e IC han cumplido puntualmente con su papel. CiU no. ?Y los socialistas? Tampoco, pero se les entiende la mar de bien. Narc¨ªs Serra no quiere compadreo con el PP ni para defender el ej¨¦rcito que ¨¦l mismo reform¨®. Al fin y al cabo, la metedura de pata -con intenci¨®n- de un desfile por sorpresa en Barcelona no es suya. Maragall sabe que propiciar la alternancia pasa por asumir, junto a la raz¨®n de fondo, la ganga de la tonter¨ªa catalanista. Pujol, que es atlantista convencido, ya err¨® abonando bajo cuerda el no catalanista en el refer¨¦ndum de la OTAN. Esta vez ha dado un giro positivo en el ¨²ltimo minuto, pero despu¨¦s de andar por el mismo camino equivocado.
Una cosa es que a uno le desagraden los desfiles y la exhibici¨®n militar y otra irritar, o sea inflamar, los sentimientos nacionales de los millones de espa?oles hambrientos de patria grande, de la mayor¨ªa -60%- que confiesa emocionarse ante un desfile militar. Tener un contencioso con el neocentralismo no obliga a proporcionarle motivos para cerrar el grifo. Si este ej¨¦rcito es el de 1939 y la guerra de Sucesi¨®n, tambi¨¦n es el de la batalla de Lepanto, en la que marineros y almirantes catalanes defend¨ªan intereses comerciales catalanes. Si es otro, parte del de la futura fuerza europea integrada, defensor de los derechos humanos y de la libertad del pueblo bosnio frente al opresor, no merece rechazo por el mero hecho de ser espa?ol. Hacer pol¨ªtica s¨®lo o sobre todo con sentimientos es a veces muy agradable, pero suele reportar escasos beneficios: tambi¨¦n en Espa?a, el contenedor del nacionalismo y el del pluralismo se comunican, de modo que cuando sube el nivel de uno baja el otro.
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