Un desfile que hizo historia
El recuerdo del fallido golpe de Estado militar del 23 de febrero estaba todav¨ªa fresco en todas las mentes la primera vez que se celebr¨® en Barcelona el D¨ªa de las Fuerzas Armadas, hace ya 19 a?os. Pero no fue un d¨ªa. Fue una Semana de las Fuerzas Armadas y de Homenaje a la Bandera. Concluy¨® el 31 de mayo de 1981 con un gran desfile, cuando hac¨ªa s¨®lo tres meses que la sociedad espa?ola le hab¨ªa visto las orejas al lobo en forma, precisamente, de desfile de tanques por las calles de Valencia y de r¨¢fagas de metralleta en el Congreso de los Diputados. El goteo de procesamientos de oficiales implicados en el golpe lo recordaba. El del comandante Luis Cortina, ex jefe de operaciones del CESID, fue conocido el 27 de mayo, tres d¨ªas antes de la gran parada. Y el 28 el de un capit¨¢n, Juan Bautista S¨¢nchez.Con este tel¨®n de fondo, todos los responsables pol¨ªticos pusieron su empe?o en que aquella semana sirviera para acercar a los militares y las todav¨ªa tiernas y baqueteadas instituciones democr¨¢ticas. La elecci¨®n de Barcelona como marco era doblemente significativa. Ten¨ªa un Ayuntamiento con mayor¨ªa de socialistas y comunistas y era la sede del Gobierno catal¨¢n, presidido desde hac¨ªa s¨®lo un a?o por el nacionalista Jordi Pujol.
Dos semanas antes del desfile, el comit¨¦ central del PSUC, el partido de los comunistas catalanes, hizo un llamamiento a los comit¨¦s y los miembros del partido para que participaran en la celebraci¨®n. El detalle muestra la diferencia con lo que ha ocurrido en las ¨²ltimas semanas. Los herederos del PSUC figuran ahora entre quienes promueven la contestaci¨®n al D¨ªa de las Fuerzas Armadas.
Pero no es la ¨²nica diferencia, ni la principal. El entonces alcalde de Barcelona, el socialista Narc¨ªs Serra, pidi¨® d¨ªas antes mediante un llamamiento p¨²blico "la asistencia masiva" a los actos, en un texto cargado de elogios al rey Juan Carlos como "primer soldado" de Espa?a. Para hacer, ped¨ªa, "demostraci¨®n p¨²blica de nuestra m¨¢s decidida voluntad de caminar unidos con las Fuerzas Armadas y de Seguridad del Estado, en cuyas manos hemos confiado la garant¨ªa de nuestra convivencia y de respeto de todos a la Constituci¨®n y a la Corona".
Los tiempos cambian y ahora 15 de los 50 diputados del PSC-Ciutadans pel Canvi en el Parlament han emitido un comunicado en el que "deploran" la exhibici¨®n de material militar. Incluso Pasqual Maragall ha dicho que ha pasado ya la ¨¦poca de este tipo de celebraciones. Y ello a pesar de que Serra es todav¨ªa el primer secretario del PSC y fue el ministro de Defensa que de 1982 a 1987 dirigi¨® con ¨¦xito la reforma militar.
La diferencia m¨¢s relevante es, sin embargo, la que hay entre la actuaci¨®n de Pujol en 1981 y la actual. El presidente se ha limitado a garantizar que cumplir¨¢ su cometido institucional, aunque con una m¨²sica de fondo, procedente en buena parte de su propio partido, abiertamente cr¨ªtica con el desfile de hoy. Hace 19 a?os, Pujol lanz¨® por televisi¨®n un mensaje en el que se congratulaba de que aquellas jornadas permitieran a la Generalitat de Catalu?a y al pueblo catal¨¢n en general hacer lo que, afirm¨®, "siempre" hab¨ªan querido hacer: "Una aportaci¨®n positiva al quehacer colectivo espa?ol". Y en una entrevista publicada en la revista Reconquista, Pujol rebati¨® las acusaciones de separatismo. "Catalu?a ha contribuido a este proceso [la formaci¨®n de Espa?a] con su identidad propia de lengua y de cultura, con su bagaje hist¨®rico que lo enlaza con el resto de los pueblos de Espa?a y con su renovada y firme decisi¨®n pol¨ªtica, pero tambi¨¦n afectiva y sentimental, de trabajar y vivir hermanada con ellos".
En esa entrevista, que fue ampliamente reproducida por toda la prensa, Pujol proclam¨® que era "un alto honor para Catalu?a" tener ocasi¨®n de rendir homenaje a la Corona y las Fuerzas Armadas. El pol¨ªtico catal¨¢n que ahora ha reproducido esa frase no ha sido Pujol, sino Josep Piqu¨¦, nuevo ministro de Exteriores y l¨ªder del PP en Catalu?a. En cambio, Pujol ha legitimado la existencia de "recelos" ante la demostraci¨®n militar.
Desde el punto de vista pol¨ªtico, el acto m¨¢s importante de 1981 fue el intercambio de banderas de Espa?a entre Pujol y el presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, el teniente general Ignacio Alfaro Arregui. Se hizo el jueves 28 en el sal¨®n del trono de la Capitan¨ªa General de la IV Regi¨®n Militar, que comprend¨ªa Catalu?a. Pujol entreg¨® al general la gran bandera de Espa?a que dos d¨ªas despu¨¦s fue objeto de multitudinario homenaje p¨²blico en la explanada del Moll de la Fusta del puerto de Barcelona. Y el general entreg¨® a Pujol otra bandera espa?ola para que la colocara en su despacho oficial.
El principal esfuerzo organizativo recay¨® en el Ayuntamiento, que era el responsable de poner a punto los espacios p¨²blicos y las infraestructuras de la ciudad. El entonces concejal Llu¨ªs Reverter, que fue el encargado de trabajar codo con codo con los mandos militares, ha explicado posteriormente que fue una ocasi¨®n excepcional para normalizar las relaciones del naciente poder civil democr¨¢tico y los militares, formados en el franquismo. Fue la primera vez que los militares colaboraron directamente con autoridades socialistas.
El resultado fue satisfactorio, porque Reverter fue poco despu¨¦s el primer civil que recibi¨® la medalla al m¨¦rito militar, en reconocimiento por haber contribuido al ¨¦xito de aquella semana. Y el alcalde Serra se convirti¨® nueve meses m¨¢s tarde en ministro de Defensa.
La demostraci¨®n militar fue de una potencia que no admite comparaci¨®n con la de hoy. Por el tramo c¨¦ntrico de la Diagonal a partir de la plaza de Francesc Maci¨¤ - el trayecto que ahora se ha criticado hasta la saciedad y finalmente se ha descartado- , desfilaron durante m¨¢s de dos horas 13.000 soldados de los tres ej¨¦rcitos, el Cuerpo Nacional de Polic¨ªa y la Guardia Civil, y m¨¢s de un millar de veh¨ªculos militares, incluidos numerosos tanques. Unos doscientos aviones iniciaron el acto sobrevolando el recorrido. Hubo exhibici¨®n naval y ejercicios de desembarco en las playas de la Barceloneta en los que intervinieron 29 buques, entre ellos el portaaviones D¨¦dalo. El Rey les pas¨® revista el jueves en las aguas del puerto a bordo del yate Azor, el mismo que Franco utilizaba para su recreo.
Las cr¨®nicas de la ¨¦poca cifraron en 300.000 las personas que contemplaron el desfile, y dieron fe de masivas asistencias a los numerosos actos conexos. Consideraron logrado el empe?o de normalizar las relaciones con unos militares sumamente inquietos por la evoluci¨®n pol¨ªtica del pa¨ªs y por las consecuencias del 23-F. Qued¨® claro para todos que la izquierda y el nacionalismo catal¨¢n estaban dispuestos a colaborar con unas Fuerzas Armadas que se alejaran del franquismo.
Ahora, todo esto parece historia.
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