El flechazo de Carlos V
Carlos V dej¨® de madrugar, se levantaba a las once y, al parecer, no s¨®lo dorm¨ªa
La boda y la luna de miel del emperador Carlos V e Isabel de Portugal hubieran sido una mina para las actuales revistas del coraz¨®n. Los esposos se conocieron s¨®lo dos horas antes de contraer matrimonio en Sevilla y experimentaron un aut¨¦ntico flechazo. Tan prendados quedaron el uno del otro que Carlos V abandon¨® sus austeras costumbres y, durante su estancia en Granada, se levantaba a las once de la ma?ana. Y, al parecer, no s¨®lo dorm¨ªa.As¨ª al menos lo asegura el historiador granadino Juan Antonio Vilar, cuyo libro 1526. Boda y luna de miel del emperador Carlos V. La visita imperial a Andaluc¨ªa y el Reino de Granada acaba de ser editado por la Universidad.
Vilar ha realizado un exhaustivo estudio de las circunstancias que rodearon el enlace regio. Para ello ha buceado sobre todo en el Archivo General de Bruselas, en B¨¦lgica, donde hall¨® y reconstruy¨® varias cartas que Carlos V escribi¨® a su t¨ªa Margarita durante los 190 d¨ªas que permaneci¨® en Granada y en las que daba cuenta, entre otros asuntos, de las mieles del amor.
El historiador asegura que los esposos eran ardorosos amantes. De hecho, Isabel falleci¨® 13 a?os despu¨¦s de la boda, dando a luz a su s¨¦ptimo hijo. S¨®lo tres sobrevivieron al parto y a la ni?ez. El primog¨¦nito, que reinar¨ªa como Felipe II, fue concebido precisamente durante la luna de miel en Granada. "Las cr¨®nicas apuntan a que pudo ser el 31 de agosto de 1526, tras una calurosa jornada de caza en Santa Fe". As¨ª lo recogi¨® Garcilaso de la Vega en un poema: "Aconteci¨® en una ardiente siesta / viniendo de la caza fatigados".
La luna de miel del emperador tuvo una doble vertiente, l¨²dica y laboral. Carlos V dedic¨® su estancia en Granada a la caza, la m¨²sica, la comida, las fiestas y, sobre todo, al amor. Pero tambi¨¦n tuvo que afrontar problemas como la revuelta de los moriscos, el control de sus posesiones y la guerra contra la Liga de Cognac.
De hecho, fue esta ¨²ltima la que le oblig¨® a improvisar su luna de miel. "Su estancia en Granada fue una casualidad. Tras desposarse en los Reales Alc¨¢zares de Sevilla, el 10 de marzo de 1526, Carlos V ten¨ªa la intenci¨®n de partir r¨¢pidamente con sus tropas y su corte a Roma para hacerse coronar emperador por el Papa. Sin embargo, antes de entrar en Granada le lleg¨® la noticia de que su enemigo, Francisco I, rey de Francia, hab¨ªa establecido la Liga de Cognac con el Papa Clemente VII y no pod¨ªa ir a Roma", explica Vilar.
Carlos V se cas¨® con Isabel de Portugal s¨®lo por inter¨¦s. En 1526, su ¨²nica preocupaci¨®n era hacerse coronar emperador. Y para ello necesitaba una ingente cantidad de dinero que le permitiera trasladar a Roma a 6.000 personas de su corte. Dinero del que no dispon¨ªa y que decidi¨® obtener a trav¨¦s de la dote, de 900.000 doblas de oro que el rey Juan III de Portugal le otorgaba por casarse con su hermana Isabel.
La incre¨ªble belleza de ¨¦sta, a la que conoci¨® dos horas antes de la boda, se apoder¨® del coraz¨®n de Carlos V. Tanto que, seg¨²n Vilar, al emperador, a pesar de su fama de mujeriego, no se le conoci¨® amante alguna durante los 13 a?os de matrimonio. "Cuando Isabel muri¨®, el monarca se sumi¨® en tal tristeza que se enclaustr¨® dos meses en un monasterio".
Carlos V, con 26 a?os, e Isabel, con 23, se casaron a las doce de la noche por dos razones. "El emperador sab¨ªa que al d¨ªa siguiente iba a ser excomulgado por el Papa por haber mandado ejecutar al obispo de Zamora, que era comunero. Y porque no quer¨ªa que la muerte de su hermana Isabel, cuya noticia mantuvo en secreto hasta despu¨¦s de la ceremonia, retrasara la boda".
Este fallecimiento y el consiguiente luto imposibilitaron cualquier festejo. Aunque los esposos s¨ª yacieron juntos aquella noche. "Se acostaron en habitaciones separadas y las cr¨®nicas dicen que Carlos V acudi¨® al lecho de su mujer a 'cumplir con su deber de emperador cristiano". A trav¨¦s de los comentarios de los criados de la corte se supo que a Isabel le gustaba dormir recostada en el pecho del soberano.
Los reci¨¦n casados decidieron marcharse de Sevilla para evitar el calor. A su llegada a Granada s¨ª hubo festejos. Tantos que los gastos dejaron a la ciudad endeudada durante a?os. Los monarcas se alojaron en los palacios de la Alhambra, hasta que dos terremotos atemorizaron a Isabel, que prefiri¨® refugiarse entre los seguros muros del Monasterio de San Jer¨®nimo.
Otro hallazgo de Vilar han sido "diez preciosos pergaminos con las recetas de boca del emperador", una especie de listas diarias de la compra que desvelan sus apetencias.
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