Carta de ?taca.
"Yo tambi¨¦n querr¨ªa matar en ?taca, pero, como est¨¢ prohibido, por lo menos voy a componer algunos nuevos versos", escrib¨ªa en 1919 Milos Cernianski, novelista y poeta serbio, despu¨¦s de volver de la Gran Guerra, donde luch¨® primero como oficial del Ej¨¦rcito austriaco y luego, despu¨¦s de la muerte de Francisco Jos¨¦, en las filas serbias. Yo tambi¨¦n he regresado a ?taca, a Belgrado, tras dos a?os de ausencia y con otra guerra por medio. Mi primer intento de ordenar las impresiones del reencuentro con mi ciudad natal termin¨® con el recuerdo s¨²bito de estos versos rencorosos del autor de Migraciones. Luego me acord¨¦ de un libro, que le¨ª hace mucho tiempo, sobre la vida en el Imperio Otomano. All¨ª se afirmaba que el peor castigo, la m¨¢s cruel forma de ejecuci¨®n de la pena de muerte, consist¨ªa en atar al condenado a un muerto. Poco a poco, el desdichado se fund¨ªa con su compa?ero en la misma disoluci¨®n de humores. No s¨¦ si algunos serbios han so?ado alguna vez lo mismo, pero sospecho que Slobodan Milosevic y sus c¨®mplices (su esposa, Mirjana Markovic, secretaria general del partido neocomunista Nueva Izquierda, y el ultranacionalista Vojislav Seselj) deben verse a s¨ª mismos como un cuerpo muerto al que toda Serbia est¨¢ atada. Un muerto que s¨®lo produce m¨¢s muerte. Sospecho que adem¨¢s temen la proximidad del d¨ªa en que los serbios no tengan otro remedio que quitarse de encima sus cad¨¢veres pol¨ªticos para poder vivir. Algo as¨ª dejan entrever sus comportamientos p¨²blicos.Las caracter¨ªsticas fundamentales del r¨¦gimen de Milosevic, al menos hasta el bombardeo de Yugoslavia por la OTAN, se ajustaban todav¨ªa al modelo de las antiguas instituciones comunistas: as¨ª suced¨ªa, por ejemplo, con el control absoluto de los medios de comunicaci¨®n estatales. Esta pol¨ªtica continuista se complementaba con la provocaci¨®n de conflictos armados fuera del territorio de la rep¨²blica, mediante intervenciones del antiguo Ej¨¦rcito yugoslavo y de grupos paramilitares amparados por el Gobierno de Belgrado, y con el desprecio abierto hacia las fuerzas de la oposici¨®n democr¨¢tica. Sus apariciones en p¨²blico eran muy escasas, y m¨¢s a¨²n sus declaraciones. Durante el bombardeo, parad¨®jicamente, la popularidad del presidente yugoslavo aument¨® bastante, gracias a las llamadas propagand¨ªsticas a la unidad patri¨®tica de los serbios frente a la agresi¨®n exterior. Pero ahora, un a?o despu¨¦s, es evidente que la sociedad serbia ya no admite con tanta facilidad las manipulaciones y la corrupci¨®n del r¨¦gimen, y que va perdiendo la paciencia que antes mostraba respecto de las disensiones de la muy dividida oposici¨®n. Los serbios quieren cambios, y la cuesti¨®n es c¨®mo van a conseguirlo. Existe una larga serie de motivos por los que Milosevic se aferra al poder, desde la acusaci¨®n de cr¨ªmenes de guerra de la que tendr¨¢ que responder ante el Tribunal de La Haya hasta la certeza general de que la desmesurada riqueza que han acumulado sus familiares procede de todo tipo de corruptelas. Hace tiempo que en Serbia se da una simbiosis entre r¨¦gimen pol¨ªtico, econom¨ªa y crimen. El contubernio entre gobernantes, criminales de guerra, asesinos a sueldo y hombres de negocios hace prever que la era Milosevic no tendr¨¢ una salida pac¨ªfica. De momento, hay muchos s¨ªntomas alarmantes. Los discursos del presidente son mucho m¨¢s prolijos, y tienden a argumentar la necesidad de medidas excepcionales, cada vez m¨¢s frecuentes, contra la oposici¨®n.
Por ejemplo, su discurso del 9 de mayo, en la conmemoraci¨®n de la victoria sobre el nazismo, consisti¨® en un dur¨ªsimo ataque contra los disidentes interiores, aunque, en apariencia, estaba dirigida contra la OTAN: "De nuevo nace un sistema de venganza contra los que se resisten al ¨²nico poder que quiere conquistar hoy el mundo con una propaganda que es m¨¢s eficaz que la de Goebbels, con esp¨ªas m¨¢s poderosos que los de la Gestapo, con La Haya, que es m¨¢s sucia que Auschwitz. De nuevo, el soporte m¨¢s fuerte del agresor son sus peque?os servidores dentro del pa¨ªs que quiere conquistar. De nuevo, estos servidores y traidores llaman a su traici¨®n 'formar parte del nuevo orden del mundo' o 'el esfuerzo de comprender el mundo moderno'. A veces explican su traici¨®n como preocupaci¨®n patri¨®tica. Pero, de nuevo, el miedo crea la traici¨®n". Identificando a todos aquellos que se oponen a su r¨¦gimen como traidores y servidores "del nuevo orden mundial", no s¨®lo justifica su persecuci¨®n. Crea adem¨¢s una paranoia social y pone las condiciones para una guerra civil en la misma Serbia.
El cierre de la televisi¨®n independiente Studio B (independiente en relaci¨®n con el r¨¦gimen, porque estaba completamente controlada por el Movimiento Serbio de Renovaci¨®n de Vuk Draskovic) es s¨®lo una de las medidas a las que Milosevic ha recurrido para defender el r¨¦gimen. No supone nada nuevo: ya hab¨ªa sido clausurada varias veces la emisora de radio B92, cuyo director, Veran Matic, fue detenido la primera noche del bombardeo. Desde que Milosevic lleg¨® al poder practic¨® de manera sistem¨¢tica el acoso a los medios de comunicaci¨®n libres. Pero nunca antes la polic¨ªa hab¨ªa invitado a una "conversaci¨®n formal" a 60 periodistas yugoslavos y extranjeros para retenerlos como ocurri¨® el 9 de mayo, cuando la oposici¨®n trataba de manifestarse en Pozarevac, ciudad natal de Milosevic. Tampoco antes la polic¨ªa serbia hab¨ªa torturado a l¨ªderes de la oposici¨®n por no firmar solicitudes de afiliaci¨®n a la Nueva Izquierda de Mirjana Markovic como ha sucedido ahora, el 5 de mayo, con los l¨ªderes estudiantiles de Otpor (Resistencia), un movimiento universitario independiente de los partidos que va ganando audiencia y credibilidad en medio del creciente descontento.
Serbia se ha convertido en un pa¨ªs donde nadie est¨¢ seguro, ni siquiera los que tienen estrechas relaciones con el r¨¦gimen: m¨¢s de trescientas personas, vinculadas de un modo u otro a los aparatos del Estado y de los partidos gobernantes, han sido asesinadas sin que ninguno de sus casos haya sido resuelto hasta la fecha. Las amenazas personales, las acusaciones de traici¨®n, las exageradas multas forman parte de la vida diaria de los personajes p¨²blicos que critican al r¨¦gimen. En las c¨¢rceles serbias permanecen alrededor de dos mil albaneses condenados sin pruebas. Casi todos ellos fueron secuestrados en 1999, antes de la entrada de las tropas de la Kfor en Kosovo. Otros son estudiantes que llegaron a Belgrado desde Sarajevo, al poco de estallar la guerra en Bosnia. A comienzos del bombardeo se les acus¨® de preparar acciones terroristas en la Universidad. La limpieza ¨¦tnica ha proseguido, por tanto, en los campus universitarios, de los que hab¨ªan sido previamente purgados los profesores que no quisieron firmar declaraciones de lealtad al Gobierno.
En los pr¨®ximos meses, bajo una dictadura mucho menos maquillada que nunca, Serbia puede ser arrastrada a la guerra civil. No es probable que Milosevic se avenga a pactar una salida incruenta, que exigir¨ªa elecciones anticipadas. No hay que olvidar que tiene a su lado unas Fuerzas Armadas cuya ineficacia para la defensa del territorio nacional ha sido suficientemente probada tras su derrota en Kosovo, pero que pueden ser utilizadas en la represi¨®n de la poblaci¨®n. Seg¨²n Newsweek (15 de mayo de 2000), que ha desmentido la informaci¨®n publicada por la OTAN al final del bombardeo, el Ej¨¦rcito yugoslavo conserva casi todos los efectivos, en hombres y material, que pose¨ªa a comienzos de 1999: de los supuestos 120 tanques, la OTAN destruy¨® s¨®lo 14; de la artiller¨ªa, 20 piezas, y no 450, etc¨¦tera. De no mediar una decidida ayuda occidental a la oposici¨®n pol¨ªtica serbia, Milosevic podr¨ªa introducir en la Europa del siglo XXI alguna de las m¨¢s conocidas expresiones del totalitarismo del XX: un fascismo ultranacionalista o una dictadura militar con adherencias ideol¨®gicas comunistas.
Mira Milosevich es soci¨®loga serbia, autora de Los tristes y los h¨¦roes.
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