Atenci¨®n al ruedo
Una de las cualidades de las grandes figuras del toreo es saber seguir con los ojos del cerebro lo que sucede en el ruedo; en especial, las reacciones del toro. Muchas faenas se malogran y, cosas peores, puede sobrevenir una cogida con lesi¨®n. La rutina, la costumbre y la normal bonanza de los toros actuales han hecho bajar la guardia de la precauci¨®n. Pero, cuando sale alguno que merezca atenci¨®n, se las trae... Los hay, solapados, que guardan las malas intenciones; s¨®lo revelan leves destellos. El que lo capotea, si es buen torero, las advertir¨¢ de inmediato. Si es subalterno, su deber es comunic¨¢rselo al matador, quien tambi¨¦n, por la cuenta que le tiene, deber¨ªa haberlo captado. El mejor momento para apreciar los cambios es en el tercio de banderillas. Ha finalizado el de varas, el m¨¢s duro f¨ªsicamente para el animal... No se siente da?ado y baja la guardia... Los defectos que salen a relucir durante el primero y segundo tercios los mantendr¨¢, por regla general, durante toda la lidia. Algunos, pocos, se pueden paliar, nunca enmendar por completo. En un momento u otro de la faena de muleta, o al matar, aparecer¨¢n. Por ello, el torero debe estar siempre presto, si ha detectado el fallo... Si no fuera as¨ª, confiar en Dios...A veces encierran buenas cualidades, aunque no salgan a relucir. Es misi¨®n del diestro averiguarlas. Para ello es necesario arriesgar. Y ah¨ª reside la diferencia entre el que tiene talento y el que s¨®lo posee valor y buena voluntad. El mero hecho de pensar en precipitarse al vac¨ªo ante un toro es m¨¦rito grande. As¨ª lo reconocen los p¨²blicos y establecen comparaciones... Esa intercomunicaci¨®n entre el de luces y el del tendido es la clave del ¨¦xito. Y el sabor de la fiesta...
Los grandes toreros se fijan en las evoluciones de la res desde que aparece en la arena. Siempre afloran s¨ªntomas que delatan los posibles vicios y / o virtudes: una mirada a chiqueros o a tablas revela mansedumbre. La s¨²bita aceleraci¨®n en mitad de la arrancada, genio, del malo. El sonido de los pitones al golpear contra la seda del capote tambi¨¦n es indicio de temperamento. Hay toreros que escuchan con atenci¨®n el golpear de las pezu?as de las reses sobre el pavimento. Su cadencia, sincopada o compulsiva, ilustra de sus venideros pasos. El galopar con buen estilo produce un acompasado sonido, prometedor de futuras templanzas. El repiqueteo apremiante revela genio, br¨ªo...
Desde las Fallas, varios matadores y subalternos sufrieron cogidas. Hac¨ªa tiempo que en la feria de Sevilla no se produc¨ªan tantas sustituciones. Casi todos los percances se produjeron por dejar la muleta retrasada. Los banderilleros se vieron muy acosados al salir del par. Los picadores midieron el suelo m¨¢s de lo normal. Parece que los ganaderos, por acuerdo t¨¢cito o formal, han aumentado la dosis de casta... Se observa que los nuevos diestros cargan m¨¢s y mejor la suerte. Sit¨²an la muleta ante los morros y, ?s¨ªntoma aclarador!, la gente ovaciona con calor la bella y torera acci¨®n de adelantar el enga?o. Y si llevan al toro embebido en ¨¦l se produce el delirio. As¨ª fue siempre. No debi¨® dejar de serlo. Por eso, a partir de ahora, observar a los toros es de obligada perentoriedad.
Juan Posada es matador de toros retirado.
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