Maldito tabaco
Presenci¨¦ hace unos a?os, en Estados Unidos, una escena muy desagradable entre dos profesoras universitarias. Una de ellas se dispon¨ªa a entrar fumando en el coche de la otra, y ¨¦sta, que era no fumadora, reaccion¨® con una violencia verbal inusitada. "?C¨®mo te atreves? ?Es que te has vuelto loca, acaso pretendes envenenarme?". Cosas as¨ª, y m¨¢s gruesas, le dijo. A la del cigarrillo de poco le vali¨® disculparse, alegando que hab¨ªa sido un acto inconsciente.En aquel viaje aprend¨ª mucho acerca de tabaquismo y su contrario. Por ejemplo, del despliegue de publicidades antag¨®nicas que el asunto suscitaba en todo el pa¨ªs. Anuncios horripilantes de los da?os mortales que causa el tabaco, con gigantescas calaveras echando humo por sus orificios descarnados y, justo al lado, otras vallas de id¨¦nticas proporciones prometiendo la felicidad del vaquero fumador por las azules praderas del Far West. Todo muy contradictorio y desproporcionado, t¨ªpico de una de las sociedades m¨¢s enfermas del mundo. Pero el combate, en t¨¦rminos generales, puede decirse que lo iban ganando los no fumadores, quienes empujaban a los adictos a drogarse, cual apestados, en los lugares m¨¢s ins¨®litos, tales como escaleras de incendio o rampas de aparcamientos. Y eso que a¨²n no se sab¨ªa, como ya sabemos hoy, que la nicotina es una droga tan peligrosa como la hero¨ªna, adem¨¢s de ser el tabaco, con sus 40 sustancias cancer¨ªgenas, causa del 80% de los tumores de pulm¨®n. (S¨®lo para Andaluc¨ªa la estimaci¨®n es de unas 800 muertes anuales por tabaquismo). Una enfermedad que, por cierto, se ha llevado de este mundo a tres amigos m¨ªos en poco m¨¢s de un a?o. Maldito tabaco.
En Espa?a, la cosa dista mucho de ser como en Norteam¨¦rica, pero a peor. Tambi¨¦n en t¨¦rminos generales, tengo la impresi¨®n de que la batalla la van ganando los fumadores, por desgracia. Este pa¨ªs, que no est¨¢ menos enfermo que el otro -baste recordar los acontecimientos de El Ejido, el nacionalismo radical vasco o las multitudes de id¨®latras que se nos despendolan a la primera de cambio-, parece haber resuelto colectivamente que la cosa no es para tanto. Insensata decisi¨®n. En muchos lugares p¨²blicos -vest¨ªbulos de aeropuertos, de estaciones de autobuses y trenes, bares y restaurantes, espacios semip¨²blicos como pasillos, escaleras, etc¨¦tera-, los fumadores contin¨²an siendo due?os de la salud de todos. En la televisi¨®n sigue habiendo programas donde se fuma a todo trapo. Y ojo con las pel¨ªculas antiguas, donde se induce a consumir tabaco en todas las situaciones de la vida. Pero los j¨®venes; me preocupan extraordinariamente los j¨®venes, que parecen haber entendido que la campa?a antitabaco es una nueva forma de represi¨®n contra ellos. Y no hay modo de convencerles de que no es as¨ª, sino que el tabaco es uno de los peores enga?os en que ha incurrido esta sociedad reprimida y enloquecida. Cuesta dejarlo. Si lo sabr¨¦ yo, que fui empedernido fumador hasta el a?o 1977 y que hasta tres veces reca¨ª en el vicio. Pero al final se consigue, cr¨¦anme. Lo digo, y lo proclamo, por si a alguien le sirve de algo. Por favor, no fumen, no se me maten est¨²pidamente.
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