Las tertulias, las cr¨®nicas y la Historia
Parece que ahora, en Espa?a, existe un gran inter¨¦s en escribir definitivamente la cr¨®nica de la Transici¨®n y de sus protagonistas. A tal fin, unos escriben libros, otros hacen acopios de entrevistas, otros editan memorias y otros, en fin, no paran de opinar un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n. Esta ansiedad por "dejar escrita la Historia", de una vez y para siempre, por parte de unos y otros, puede deberse a que unos se sienten vencedores de algunas batallas y pueden creerse con derecho a legitimar definitivamente su victoria, y a que otros se sienten injustamente vencidos y no quieren que su derrota, circunstancial, ef¨ªmera e inmerecida desde su punto de vista, sirva para borrar su papel en la Historia. Pol¨ªticos, cronistas y tertulianos compiten, ¨²ltimamente, en la producci¨®n de an¨¢lisis, valoraciones y contravaloraciones. Todas son respetables, pero no todas parten de los mismos datos en los an¨¢lisis. Por ello, las valoraciones derivadas del juicio sobre los tiempos cortos de las tertulias o de las cr¨®nicas no tienen que coincidir con las deducibles del estudio de los tiempos largos de la Historia.Las tertulias son una manifestaci¨®n de la vida social libre, con especial incidencia en la sociedad mediterr¨¢nea. Desde que S¨®crates creara su nunca bien ponderada "Tertulia de Atenas", son infinitos los ejemplos de tertulias, unas con m¨¢s difusi¨®n y presencia externa, y otras con menos. Normalmente, las tertulias son instrumentos para la creatividad y el avance personal, porque la conversaci¨®n provoca el surgimiento de ideas y el conocimiento de opiniones que pueden servir a los que escuchan. A veces, sin embargo, las tertulias van m¨¢s all¨¢ de la mera conversaci¨®n amable y liviana, y ponen en cuesti¨®n los principios del r¨¦gimen o la actuaci¨®n de los gobernantes. En ese juego, unas veces pierden los tertulianos y otras veces pierden los gobernantes. Dos ejemplos: si S¨®crates no hubiera "institucionalizado" su tertulia, a lo mejor no habr¨ªa tenido que beberse la cicuta; si los jacobinos no hubieran tenido tanto ¨¦xito inmediato en la implantaci¨®n de las ideas de su tertulia, seguramente no habr¨ªan rodado tantas cabezas en la ¨¦poca del terror.
En cualquier caso, el problema de las tertulias no es que existan, sino que las ideas que difunden no puedan ser contrarrestadas por quienes no est¨¦n de acuerdo con ellas. Pero este d¨¦ficit puede ser compensado si se tiene raz¨®n, porque, a la larga, la gente sigue teniendo capacidad para distinguir la paja del grano. Digo yo... Dos ejemplos: las ideas de S¨®crates acabaron triunfando y las de los jacobinos acabaron fracasando.
Las tertulias, como las cr¨®nicas inmediatas de acontecimientos, se centran en los tiempos cortos, en los periodos de breve duraci¨®n. Pueden producir efectos inmediatos y acabar con carreras personales, pero no suelen torcer definitivamente el curso de la Historia. Porque los tiempos de la Historia, los tiempos de las transformaciones profundas y duraderas de las sociedades, como dec¨ªa Braudel, reflejan fen¨®menos de larga duraci¨®n, son tiempos largos.
El tiempo del "pol¨ªtico" no debe ser el tiempo del analista pol¨ªtico, ni el del cronista, ni el del tertuliano. El tiempo del "pol¨ªtico" debe ser un tiempo m¨¢s largo, m¨¢s acompasado al tiempo de la Historia. Y quiz¨¢ no se debiera perder el sosiego cuando la cr¨®nica inmediata no se corresponde con "la verdad" de la transformaci¨®n social promovida o impulsada. Porque la Historia no la escriben los vencedores. Los vencedores cuentan inmediatamente su versi¨®n de los hechos, dejando, l¨®gicamente, en un segundo plano a los vencidos; pero la Historia, al final, la escriben los historiadores. Aunque haya que esperar a que la escriban.
A lo mejor, en pol¨ªtica tambi¨¦n, hay que seguir los "Consejos" de Machado: "Sabe esperar, aguarda que la marea fluya / -as¨ª en la costa un barco- sin que al partir te inquiete...".
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