Un desaguisado
Ocurri¨® de todo y nada bueno. Desde las cogidas de El Cordob¨¦s hasta la boyancona mansedumbre de los toros de Atanasio, en sus dos ramas. Desde el desastre que arm¨® uno de ellos por el redondel, con estamp¨ªa y posterior voltereta del caballo de picar, hasta la incapacidad manifiesta de Enrique Ponce para lidiar a ese y a otro moruch¨®n de la factor¨ªa atanasia. Por los toros vino principalmente el desaguisado y eso que los hab¨ªan elegido los propios toreros, casi a cala y a cata, como los melones.Uno siempre ha pensado que es aberrante eso de que los toreros elijan sus toros. Primero se dejan anunciar, luego sus apoderados, y los que llaman veedores, se van a las ganader¨ªas, las revuelven, este quiero este no quiero y una vez adquirido el pa?o, se le comunica al p¨²blico. Oiga, as¨ª se las pon¨ªan a Felipe II.
Varias / Ponce, Caballero, Cordob¨¦s Toros de seis ganader¨ªas (no para concurso, sino elegidos por los propios matadores), bien presentados
1?, Las Ramblas, inv¨¢lido aborregado; 2?, Adolfo Mart¨ªn, inv¨¢lido, noble; 3?, Manolo Gonz¨¢lez, inv¨¢lido total, devuelto; 3? bis, Jandilla, inv¨¢lido, bronco. 4?, Aguirre Fern¨¢ndez Cobaleda, manso de solemnidad. 5?, Alcurruc¨¦n, manso, pastue?o. 6?, sobrero de Atanasio Fern¨¢ndez, morucho declarado. Enrique Ponce: pinchazo y estocada (palmas y algunos pitos); metisaca bajo, pinchazo perdiendo la muleta y estocada ladeada (silencio); pinchazo y estocada ladeada a toro arrancado (silencio). Manuel Caballero: estocada tendida trasera y rueda de peones (aplausos y tambi¨¦n protestas cuando saluda); estocada trasera y rueda de peones (minoritaria petici¨®n, ovaci¨®n y tambi¨¦n algunos pitos cuando sale a los medios). El Cordob¨¦s: pinchazo, sufre una voltereta cuando trastea, pinchazo y estocada saliendo volteado (ovaci¨®n y salida al tercio); asistido en la enfermer¨ªa de cornada de 5 cent¨ªmetros en un muslo, erosiones m¨²ltiples y conmoci¨®n; pron¨®stico reservado. Plaza de Las Ventas, 31 de mayo. Corrida de la Prensa (fuera de abono). Lleno.
La cruda realidad es que los apoderados y veedores ir¨¢n de listos y expertos en la materia, pero del toro no tienen ni la menor idea, y en lo ¨²nico que aciertan es en escoger al m¨¢s inv¨¢lido. Y si el toro elegido no estaba en el campo inv¨¢lido ni nada, se le invalida despu¨¦s y aqu¨ª paz, despu¨¦s gloria. De eso s¨ª que saben los apoderados, los veedores y los taurinos en general: m¨¢s que Brij¨¢n.
Y as¨ª sucedi¨® que, salvo lo de Alcurruc¨¦n, que sac¨® pastue?a embestida apropiada para bordar el toreo, y lo de Adolfo Mart¨ªn, el resto era basura. Un borrego tullido de Las Ramblas abri¨® la muestra y Enrique Ponce le aplic¨® el toreo superficial de su especialidad, lo que permiti¨® al p¨²blico dejar discurrir la imaginaci¨®n en esot¨¦ricas enso?aciones con la mirada perdida en los tejadillos.
El inv¨¢lido de Jandilla ten¨ªa guasa. Iniciaba El Cordob¨¦s sus habituales porf¨ªas encimistas y en estas que le enganch¨® por la axila y le peg¨® un volteret¨®n tremebundo. A¨²n dio unos muletazos El Cordob¨¦s, pinch¨®, e intentaba cuadrar de nuevo al toro cuando, en un descuido, este le volte¨® peg¨¢ndole la cornada. No acab¨® ah¨ª el hule: al cobrar la estocada volvi¨® a salir por los aires, y menos mal que esta vez el topetazo fue sobre el testuz. Desmadejado, sin duda molido, El Cordob¨¦s correspondi¨® a la ovaci¨®n del p¨²blico, y pas¨® por su propio pie a la enfermer¨ªa.
Manuel Caballero, con el mejor lote, hizo un toreo muy mediocre. Al flojo playero de Adolfo Mart¨ªn, noble en el ¨²ltimo tercio, le construy¨® una faena sin asomo de arte, desigual y reiterativa. Al pastue?o de Alcurruc¨¦n, despu¨¦s de dos aseadas tandas de derechazos con la suerte descargada, lo pas¨® por naturales, ya perdido el temple, y sufri¨® numerosos enganchones. Mat¨® a la primera y le pidieron la oreja. No muchos, aunque pegando unos gritos desgarradores, aderezados de toda clase de insultos, seg¨²n costumbre de la ¨¦poca.
El cuarto desmont¨® y volte¨® al caballo que, desbocado, se hab¨ªa pegado un porrazo contra la barrera. Ponce lo sac¨® a los medios para darle los derechazos. A cada derechazo que daba, el toro escapaba a tablas, y segu¨ªa all¨ª empe?ado en pegarle derechazos que el toro despreciaba ol¨ªmpicamente. ?Acaso no hay otro toreo distinto al derechazo para sujetar a un toro querencioso?
La mansedumbre del toro y la incompetencia del maestro se reprodujeron en el sexto. La vuelta entera al redondel dio el toro y le segu¨ªa Ponce pretendiendo meter el derechazo, con un somero toque al natural. Nada m¨¢s: ning¨²n recurso, entre los muchos que prescriben las tauromaquias para estos casos; ni siquiera las suertes elementales que ense?an en las escuelas. Y consum¨® el desaguisado matando a paso banderillas, como en las capeas. Verlo, daba verg¨¹enza ajena. Menudo bochorno. Vaya cantada, que dir¨ªa el poeta.
Babelia
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