Historiadores e intelectuales llaman a recobrar la memoria de la represi¨®n franquista
Un manifiesto insta a condenar moralmente a los responsables de los cr¨ªmenes de la dictadura
La imposibilidad de incriminar a los responsables de la represi¨®n franquista, el pacto del olvido de la transici¨®n, es una de las taras con las que naci¨® la actual democracia espa?ola. As¨ª lo se?alan los miembros del Centro de Trabajo y Documentacion, una entidad que naci¨® en 1976 para promover el debate dentro de la izquierda catalana y que ha organizado, con el Centro de Cultura Contempor¨¢nea de Barcelona (CCCB), el V Memorial Octavi Pellissa, sobre el tema Oblit, mem¨°ria hist¨°rica i comissions de la veritat. En la clausura, ayer, se dio lectura a un manifiesto en el que se apunta que si bien "no se trata de pedir responsabilidades penales de ning¨²n tipo", se insta a los parlamentos aut¨®nomos y al Congreso de los Diputados a condenar moralmente a los responsables de los cr¨ªmenes del franquismo.
Asimismo el documento, que fue le¨ªdo por Maria del Mar Bonet, pide a la jerarqu¨ªa de la Iglesia cat¨®lica espa?ola "que pida perd¨®n p¨²blicamente por su complicidad en el sostenimiento de la dictadura".La lectura del manifiesto fue el colof¨®n de dos jornadas en las que historiadores espa?oles disertaron acerca de la represi¨®n y la violencia ejercidas por la dictadura del general Franco. El objetivo de las ponencias fue demostrar la efectividad del aparato represivo del franquismo en todos los ¨¢mbitos: social, laboral, cultural, econ¨®mico y el de la vida cotidiana. Los mismos historiadores pusieron sobre la mesa la dificultad con la que se encuentran a la hora de estudiar esos a?os. Un solo ejemplo: el profesor de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona Manuel Risques record¨® que s¨®lo desde los a?os 1997 y 1998 se tiene acceso a los archivos militares.
En las mismas jornadas, representantes de las comisiones de reconciliaci¨®n y de la verdad de Argentina, Chile, Guatemala y la Rep¨²blica Surafricana expusieron sus respectivas experiencias.
El historiador Paul Preston, que clausur¨® el memorial -organizado por el Centro de Trabajo y Documentaci¨®n cada dos a?os-, afirm¨® que en Espa?a el trabajo de este tipo de comisiones lo realizan ahora los historiadores. Y subray¨®: "El poder p¨²blico deber¨ªa favorecer su trabajo fomentando la investigaci¨®n y abriendo y conservando archivos. Tenemos la obligacion de hablar por los muertos".
El manifiesto empieza a recoger adhesiones hoy.
Cuatro son las opciones que, seg¨²n apunt¨® el pasado viernes el soci¨®logo chileno Manuel Antonio Garret¨®n, representante de su pa¨ªs en la Conferencia de Ginebra sobre el papel de las comisiones de la verdad en pa¨ªses en transici¨®n, se presentan a un pa¨ªs cuando intenta la reconciliaci¨®n nacional tras a?os, d¨¦cadas en algunos casos, de dictaduras, gobiernos militares y represi¨®n por parte del Estado de grupos concretos de sus sociedades. Uno: dejar pasar el tiempo. Dos: hacer borr¨®n y cuenta nueva. Tres: coexistir en un arreglo acomodaticio. Y cuatro: establecer la verdad, hacer justicia y reparar a las v¨ªctimas.
En las sesiones dedicadas a las comisiones de la verdad, los representantes de Argentina, Chile, Guatemala y la Rep¨²blica Surafricana pudieron compartir sus respectivas experiencias en el auditorio del CCCB. Participaron 10 ponentes, que dieron cuenta de la magnitud enciclop¨¦dica de los trabajos e informes de sus respectivas comisiones y de las tareas que quedan pendientes. Poco tienen que ver, en lo concreto, los casos que se relataron, excepto que, ante las cuatro opciones se?aladas por Garret¨®n, todos esos pa¨ªses optaron por la cuarta.
Una opci¨®n que, sin embargo, ha abierto en ellos, seg¨²n dijeron, una nueva v¨ªa de conflicto: la contradicci¨®n, la tensi¨®n en muchos casos, entre el conocimiento de la verdad acerca de los millares de cr¨ªmenes de lesa humanidad que en ellos se cometieron y la posibilidad real de hacer actuar a la justicia.
A juicio de Alex Boraine, miembro de la Comisi¨®n de la Verdad y la Reconciliaci¨®n surafricana, la construcci¨®n de una democracia estable no debe pasar ni por la "amnesia" ni por la "persecuci¨®n". En la Rep¨²blica Surafricana, explic¨®, "la transici¨®n no se produjo mediante una revoluci¨®n, sino alrededor de una mesa de negociaciones. Cuando se busca el consenso, nadie consigue del todo lo que quiere".
La soluci¨®n surafricana a una historia de colonizaci¨®n y racismo institucional, el tristemente famoso apartheid, fue proporcionar la amnist¨ªa a quienes la pidieran. A cambio, eso s¨ª, de la confesi¨®n p¨²blica y pormenorizada de todos sus delitos en un proceso que se vivi¨® en el pa¨ªs como una aut¨¦ntica catarsis.
"?Es esto justicia?", se pregunt¨® a continuaci¨®n Dumisa B. Ntsebeza, juez de la Corte Suprema y miembro de la comisi¨®n. "S¨ª", contest¨®. "El reconocimiento p¨²blico de los propios cr¨ªmenes significa una condena de por vida. A veces es mejor que los verdugos no vayan a la prisi¨®n, porque muchos de ellos, cuando salen, tienen la tranquilidad de que han pagado su deuda con la sociedad".
La verdad y la justicia
Con muy pocos medios trabaj¨® la Comisi¨®n para el Esclarecimiento Hist¨®rico de Guatemala, uno de cuyos miembros, Alfredo Balsells, relat¨® c¨®mo empez¨® a trabajar sin contar con una sede f¨ªsica ni con medios econ¨®micos. S¨®lo con ayuda internacional, explic¨®, se consigui¨® reunir el material del informe que se present¨® en febrero de 1999, el cual repasaba los delitos cometidos durante m¨¢s de treinta a?os de enfrentamiento armado entre los gobiernos militares y la guerrilla, y daba cuenta de m¨¢s de 200.000 v¨ªctimas. El informe fue redactado con un solo principio: "La verdad era innegociable". Pero ?y la justicia? "El informe no tiene vinculaciones judiciales", afirm¨®. "No obstante, si contiene elementos para que se inicien procesos, nadie puede evitarlo". Es algo que ha intentado la l¨ªder ind¨ªgena guatemalteca y premio Nobel de la Paz Rigoberta Mench¨², presente tambi¨¦n en las jornadas. Pero no en su pa¨ªs, sino presentando una querella en la Audiencia Nacional, en Madrid, siguiendo la senda abierta por los casos chileno y argentino. ?Qu¨¦ pasa con la justicia del pa¨ªs centroamericano? "En nuestra Constituci¨®n no est¨¢n tipificados los delitos de lesa humanidad", dijo Mench¨². Es m¨¢s, s¨®lo ahora acaba de crear el Gobierno la Comisi¨®n para el Fortalecimiento de la Justicia.Tambi¨¦n en Chile la Comisi¨®n de la Verdad y la Reconciliaci¨®n empez¨® a trabajar sin tenerlas todas consigo. Por una parte, exist¨ªa la ley de amnist¨ªa que hab¨ªa dictado el propio Pinochet. Por otra, la propia Constituci¨®n del pa¨ªs imped¨ªa toda petici¨®n de justicia. La polarizaci¨®n de la sociedad, reconoci¨® H¨¦ctor Contreras, miembro de dicha comisi¨®n, hizo el resto en un primer momento. A pesar de ello, cont¨®, se iniciaron pol¨ªticas de reparaci¨®n a los familiares de las v¨ªctimas reconocidas como tales (s¨®lo ten¨ªan potestad para contabilizar a los muertos y a los desaparecidos, pero no a los torturados) y se form¨® la Corporaci¨®n de Reconciliaci¨®n, con car¨¢cter permanente.
Y es que tanto en Chile como en Argentina -quiz¨¢ m¨¢s lejos en Guatemala-, la justicia est¨¢ ahora m¨¢s cerca que nunca. Y aunque los ponentes se mostraron muy cautos acerca de las posibilidades reales de una aplicaci¨®n absoluta y sistem¨¢tica de penas para todos los delitos cometidos contra la humanidad, todos coincidieron en se?alar que ¨¦sta es la reparaci¨®n mayor que se puede ofrecer a las v¨ªctimas y a sus familiares.
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