Manzana maldita
Aquello fue mucho m¨¢s que Troya. ?Total por morder una manzana! El Padre Eterno tronando como un J¨²piter con rayos y centellas: nada que a sudar, a trabajar, a arrastrarse, a malparir. Al ¨¢ngel se le inflam¨® su tieso sable l¨¢ser, ya que el hierro no se hab¨ªa inventado, y los ech¨® del Para¨ªso y, ?ala!, cerr¨® la puerta para siempre: All¨¤ dalt de la muntanya hi ha un pomeret vermell/ o jo deixar¨¦ la vida o menjar¨¦ pomes d'ell. Un mordisco, por m¨¢s primerenques que fueran, precipitado, pues qui menja pomes abans de sant Joan, o les plora, o les plany, o les porta al ventre un any. M¨¢s que un a?o, miles. Desde el inicio de la eternidad -Mala?da bresquilla que cara mos resultaste, pos des d'Ad¨¢n a mosotros no paran de rosegar-te!- a nacer todos maculados, y a satanizar a las mujeres.Pero, seg¨²n nuestro pueblo, que tuvo que reinventar el G¨¦nesis -le¨ªdo en lat¨ªn entend¨ªa lo que pod¨ªa-, fueron las carnosas pomes su ¨²nico pan de cada d¨ªa y el diablo, a escondidas, se las restreg¨® por sus vergonzosas partes, las emponzo?¨® (una arm¨® la guerra de Troya, otra mat¨® a Blancanieves) y transform¨® en may¨²sculos frutos de pecado. O sea: la culpa de Yhav¨¦h; ?l, que todo lo ve, lo sab¨ªa; haber avisado. O, como mucho, del ¨¢rbol de la vida, pero no de Eva -del hebreo hiyya, fuente de vida- que quiso ser amable con el "hecho de tierra" -en hebreo adam-, su pareja, a la sombra del ¨¢rbol on es tasten els amors. O haberlo aserrado a tiempo, como san Bonifacio, que, para imponer a los germ¨¢nicos el pecado original y luego bautizarlos, abati¨® el roble m¨¢s gigantesco, habitado por sus dioses, para levantar un templo; los frisones -quiz¨¢s verdes- le talaron la cabeza un 5 de junio -d¨ªa del Medio Ambiente- del 754, aniversario de la mordida generadora: Vine, manyaga, on s'escau la pomera, menjarem pomes i ens direm l'amor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.