El torero entr¨® en la enfermer¨ªa sin saber d¨®nde estaba por la conmoci¨®n
"Cre¨ªa que estaba a¨²n en Zaragoza". La frase es del apoderado de Luis Francisco Espl¨¢, Santiago L¨®pez. Se cumpl¨ªan dos horas y media desde que a las ocho de la tarde las puertas del quir¨®fano de Las Ventas se abrieran para dejar pasar una camilla. Sobre ella, el diestro alicantino preguntaba entre los vapores de la anestesia reciente si deb¨ªa o no salir al ruedo. No sab¨ªa d¨®nde estaba, si en Madrid o en Zaragoza, donde actu¨® como ¨²nico espada el ¨²ltimo s¨¢bado. Ya m¨¢s tranquilo, recuperado en el hospital San Francisco de As¨ªs, el torero aguardaba paciente a que se cumplieran los preceptivos an¨¢lisis. "Le observar¨¢n mediante un esc¨¢ner", contin¨²a el apoderado, "por si queda algo malo. El golpe ha sido terrible". Definitivamente, lo peor, el presentimiento transparente de que la tarde se te?¨ªa de negro, quedaba exorcizado."Ten¨ªa la cara de cieno", dec¨ªa una aficionada con el pu?o apretado en el aire. Dentro, entre los cinco dedos contra¨ªdos, estaba el coraz¨®n de toda la plaza. La imagen dibujaba la tragedia agazapada en un parte facultativo iluminado por el amarillo de una luz con mal fario: "Herida por asta de toro en el tri¨¢ngulo de scarpa del m¨²slo derecho con una trayectoria ascendente de 20 cent¨ªmetros que interesa la piel y el tejido subcut¨¢neo con contusi¨®n de arteria femoral. Contusi¨®n de hombro derecho, pendiente de estudio radiol¨®gico... y conmoci¨®n cerebral... Pron¨®stico grave". Lo dicho, la cara de cieno y el coraz¨®n, detenido.
Como el a?o pasado
En la ¨²ltima feria contemplada en Madrid, la de Oto?o, un toro de Victorino dejaba maltrecho a El Califa. La lidia de ese astado le procur¨® a Espl¨¢ el triunfo del a?o. "S¨ª, la verdad es que en algo s¨ª que se repet¨ªa la historia, pero al rev¨¦s", recuerda El Califa. "Sin embargo", contin¨²a, "a m¨ª me ha recordado algo parecido que me pas¨® en Bilbao. Me qued¨¦ conmocionado en la arena y a merced del toro. Cuando he visto a Espl¨¢ ah¨ª tirado... no lo he podido evitar... se me helaba la sangre".
Pasado el susto, el torero se muestra feliz por el estado de salud de su compa?ero y, en desequilibrada proporci¨®n, disgustado por el poco juego ofrecido por los toros. "En mi primero, algo he podido hacer. He dado unos naturales a gusto y la gente lo ha reconocido. L¨¢stima que era tan flojos", recuerda. Como pasara anteayer con el encierro de Guardiola, fall¨® el motor de los toros. "S¨ª, es as¨ª", contesta protocolario y contin¨²a: "Sin embargo, el examen no ha acabado". De hecho, hoy mismo, sin soluci¨®n de continuidad, se las ver¨¢ con otro hierro vetado para cardiacos: el de Dolores Aguirre.
Ca¨ªa la tarde y de los nervios pasados no quedaba m¨¢s que el recuerdo. El recuerdo de un hombre tendido en la arena, indefenso, a merced de un toro bravo. Eso y la viva imagen de Espl¨¢ -pocos toreros tan queridos como ¨¦l- con la cara de cieno.
Babelia
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